Riendo con Sara

por David Feddes

“Entonces dijo Sara: Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo.” (Genesis 21:6)

Los bebés nos hacen reír. Cuando vemos las caras extrañas que un bebé puede hacer, es difícil no empezar a reír. Cuando escuchamos los ruidos que un bebé puede hacer - algunos encantadores, otros desagradables- es difícil no sonreír. Cuando consideramos los líos que un bebé puede hacer, es casi imposible no reír a carcajadas. Los bebés hacen cosas graciosas, pero no tienen que hacer mucho para hacernos reír. Si los adultos están mirando a un bebé y el pequeño decide sonreír o reírse, es contagioso; los adultos sonríen y ríen. Parece que nos reímos más rápido al rededor de los bebés. ¿Porqué es eso? Tal vez sea porque los bebés aumentan nuestro sentido de esperanza y deleite. Calientan y alegran nuestros corazones con la belleza y el potencial de la nueva vida. Sí, los bebés son mucho trabajo y pueden parecer una carga a veces, y sin embargo estar cerca de un bebé brinda una sensación de frescura y emoción sobre el futuro. Nuestros espíritus se animan, y nos reímos más rápidamente.

Otra razón por la cual los bebés nos hacen reír es que hacen que nos preocupemos menos por las apariencias formales y estemos más dispuestos a actuar ridículamente. Es más fácil reírse cuando no te importa parecer ridículo. Un jefe corporativo siempre insiste en los procedimientos adecuados en torno a los adultos, pero pon a un bebé en sus brazos, y este personaje estricto y formal puede ser transformado en un enorme bombón. En lugar de gritar órdenes y ponerse serio, hará sonidos tontos como "gü-gü" y "ga-ga" y se reirá a carcajadas de cada movimiento del bebé. No le importará si parece un payaso. De alguna manera, cuando estás alrededor de un bebé, está bien actuar como un tonto. Un bebé de alguna manera saca a la luz el lado infantil que muchos adultos suelen mantener en secreto, y un flujo de despreocupación, amor a la diversión y alegría infantil vienen derramandos.

Pero no todo el mundo puede disfrutar de la risa que traen los bebés. Hay personas que durante años han deseado tener un bebé, pero con cada año que pasa cada vez parece más y más seguro que nunca tendrán un bebé propio. La gente que quiere un bebé pero no ha sido bendecida con uno puede tener dificultades para reír cuando está alrededor de los bebés de otras personas. Aunque los bebés a menudo hacen reír a la gente, la falta de un bebé puede hacer llorar a algunas personas.


Un Bebé Llamado Risa

Ahora, si querer un niño pero no poder tenerlo es difícil, imagínate lo que es una mujer sin hijos casada con un hombre cuyo nombre significa "padre exaltado". ¡Qué triste broma! Has estado casada por muchos años, pero el Sr. Padre Exaltado no ha engendrado hijos para ti. Tu tienes ochenta y nueve años y el tiene noventa y nueve años, y nunca has podido quedar embarazada. Un día tu marido llega a casa y dice, "Necesito cambiar mi nombre, querida." Podrías pensar que tiene sentido para él llamarse de alguna otra forma que "padre exaltado", pero luego te dice que de ahora en adelante su nuevo nombre es "Padre de Muchos". Cuando oyes eso, podrías preguntarte si se ha vuelto loco. Pero lo amas, así que le sigues la corriente. Abram, "padre exaltado", ahora es Abraham, "padre de muchos".

Mientras tanto, tu también tienes un nuevo nombre. Fuiste nombrada Sarai, que significa "princesa", y ahora serás llamada "Sara". Eso también significa "princesa" - pero es una forma más nueva del nombre y aparentemente significa que vas a ser una princesa de una manera completamente nueva.

Desafortunadamente, es más fácil cambiar de nombres que cambiar la realidad. Tu esposo puede ser llamado "padre de muchos", y te pueden llamar "princesa", pero él sigue siendo un vejestorio, y tú todavía eres estéril. Abraham y Sara pueden ser nombres nuevos, pero en realidad son el mismo viejo y y la misma vieja.

Si nos ponemos en los zapatos de Sara, no sabríamos si reír o llorar ante todas esas tonterías. Su esposo dijo que Dios le mandó a que hiciera los cambios de nombre y que los bendeciría con hijos que eventualmente cambiarían al mundo. ¿Pero se podía esperar que Sara creyera todo eso?

Al marido de Sara ciertamente no le resultaba fácil de creer. Cuando Dios le dijo a Abraham que Sara tendría un hijo y sería la madre de las naciones y los reyes, Abraham literalmente se cayó de la risa (Génesis 17:17). Pero el Señor insistió en que él quiso decir lo que dijo, y le dijo a Abraham que el bebé de Sara debería ser llamado Isaac, que en hebreo significa "se ríe".

La historia continúa en Génesis 18, donde la Biblia dice que Abraham "estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día. Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra " Abraham instó a los visitantes a descansar, refrescarse y disfrutar de una comida antes de seguir su camino. Le pidió a Sara hornear un poco de pan fresco y ordenó a un sirviente preparar  carne tierna escogida. Entonces Abraham mismo sirvió la comida y esperó a los visitantes mientras comían.

“¿Dónde está Sara tu mujer?” Le preguntaron.

“Aquí, en la tienda,” dijo.

Entonces uno de los visitantes (quien era realmente el Señor Dios aparecíendo en forma humana) dijo: "De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo".

Ahora Sara estaba escuchando a la entrada de la tienda, que estaba detrás de él. Cuando escuchó a este visitante decir que ella sería madre a la edad de 90 años y su marido padre a la edad de 100,

“Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?”

Entonces el Señor le dijo a Abraham: "¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo."

Cuando el Señor dijo eso, Sara dejó de reír y de repente tuvo miedo. Es posible que al principio no hubiera sabido que la persona que hablaba con Abraham era realmente el Señor, ya que el Señor y los dos ángeles con él habían adquirido forma humana. Pero también es posible que Sara supiera que era el Señor y se rió de todos modos. Después de todo, su marido previamente se había caído de la risa ante la promesa de Dios de un nuevo bebé, y Abraham sabía perfectamente bien que era el Señor quien hablaba. De todos modos, Sara se estremeció al darse cuenta de que sus escuchas secretas y sus risas silenciosas no eran realmente secretas ni silenciosas para este visitante. Éste era Alguien a quien no le gustaba no ser creído y no le gustaba ser motivo de risa. Cuando le preguntó a Sara por qué se había reído, Sara tuvo miedo, así que mintió y dijo: "No me reí".

Pero él dijo: "No es así, sino que te has reído." (Génesis 18:1-15)

Por supuesto, Dios mismo rió al último. El Señor no iba a dejar que la incredulidad de Sara se interpusiera entre sus planes para ella. Escuche Génesis 21:1-7.

Visitó Jehová a Sara, como había dicho, e hizo Jehová con Sara como había hablado. Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho.  Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, que le dio a luz Sara, Isaac.  Y circuncidó Abraham a su hijo Isaac de ocho días, como Dios le había mandado.  Y era Abraham de cien años cuando nació Isaac su hijo.

Entonces dijo Sara: "Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo.  Y añadió: ¿Quién dijera a Abraham que Sara habría de dar de mamar a hijos? Pues le he dado un hijo en su vejez."

Incluso los bebés normales pueden hacer reír a la gente, así que puedes imaginar cuánto Isaac hizo reír a Sara.

¿Nombrarías a un bebé "Risueño"? Tal vez no, pero para el bebé de Abraham y Sara, ningún otro nombre lo haría. Ellos tuvieron que llamarlo Isaac, Risueño, porque tanto Abraham como Sara se habían reído de incredulidad cuando Dios les prometió un bebé en su vejez; ambos rieron de asombro y deleite cuando Dios cumplió su promesa; Y la risa gozosa de Dios mismo estaba resonando a su alrededor mientras daba otro paso en su plan para transformar este mundo de lágrimas en un lugar de risa imparable sin restricciones y alegría para siempre.


¿Hay para Dios alguna cosa difícil?

Tú y yo estamos invitados a reír junto con Sara y con Dios. Después de todo, la misma Sara dijo: "Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo". Antes de que podamos reír con Sara en su alegría, primero tenemos que ir más allá de reír con ella en la incredulidad.

Cuando Sara y Abraham miraron sus circunstancias, no pudieron ver ningún camino posible para que la promesa de Dios de un bebé se hiciera realidad. Es más, habían pasado 25 años desde que Dios les había prometido un bebé, y en todo ese tiempo, nada había sucedido. Así que cuando Dios vino y dijo que el bebé vendría pronto, en el próximo año, Sara pensó: "Sí, seguro. La mayoría de la gente de mi edad camina con un bastón si es que no están ya en un ataúd, y usted dice que ¿Voy a tener un bebé el año que viene? Es gracioso. ¿Tienes otros chistes buenos?”

Tal vez conoces la sensación. Miras tu situación y no ves razón alguna para pensar que algo cambiará para mejorar. Tal vez escuchas promesas una y otra vez durante un largo período de tiempo, pero no pasa nada, y tiendes a recibir esas promesas con incredulidad. Incluso si Dios mismo es el que hace las promesas, no puedes evitar reaccionar como Sara y reír con incredulidad.

Pero a Dios no le gusta cuando nos reímos de sus preciosas promesas. Cuando reímos porque la promesa de Dios suena imposible y él no ha actuado tan pronto como nos gustaría, Dios tiene una simple pregunta para nosotros, la misma pregunta que tuvo para Sara: ¿Hay para Dios alguna cosa difícil?" (Génesis 18:14). ¿Dios sería Dios si hubiera algo en el universo demasiado grande o demasiado difícil de manejar? En ese caso, Dios no sería el ser supremo; El obstáculo que Dios no pudiera manejar sería supremo. ¿Cómo sería posible? ¿Qué puede impedir que Dios todopoderoso haga lo que dice que hará? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Esa es la pregunta suprema que cada uno de nosotros debe enfrentar.

Tal vez se te hace ridículo cuando Dios dice en la Biblia que él creó la tierra y las estrellas y las plantas y los animales y a las personas al decir que existieran. ¿Porque te ries? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Tal vez te ríes de las historias bíblicas sobre el sol permaneciendo fijo, o un gran pez tragándose a Jonás, o Jesús caminando sobre el agua. ¿Porque te ries? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Tal vez te burles de la idea de que todos los muertos serán levantados del sepulcro algún día. ¿Porque te ries? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil?

O tal vez crees en las historias bíblicas sobre los milagros, pero tu propia vida personal está tan desordenada que te suena como una broma mala cuando se te ha dicho que tu vida podría ser cambiada dramáticamente para mejorar. ¿Porque te ries? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Tal vez te has hundido tan profundamente en el pecado y la estupidez que piensas que es demasiado tarde para ser perdonado y aceptado por Dios, y te burlas si alguien dice lo contrario. ¿Porque te ries? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Tal vez piensas que la iglesia es demasiado aburrida e irrelevante y llena de hipócritas para alcanzar nuevamente cualquier cosa, y te burlas de los que esperan grandes cosas. ¿Porque te ries? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil?

Cuando no podemos creer que Dios va a hacer algo grande, nuestro problema es que estamos mirando hacia nosotros mismos y a nuestros límites, en lugar de mirar a Dios y sus posibilidades. La Biblia dice que cuando Sara se rió con incredulidad, se estaba diciendo cuan vieja y desgastada estaba. Pero más tarde cuando Sara se rió de alegría, la primera persona que mencionó no fue a ella sino a Dios. "Dios me ha hecho reír", exclamó. Sólo cuando los ojos de Sara se volvieron de sus propios límites a las ilimitadas posibilidades de Dios, ella pudo creer en la verdad de la Palabra de Dios. Lo mismo se aplica a nosotros. Debemos apartar nuestra atención de nuestra situación inmediata y nuestros límites y concentrarnos en el poder absoluto de Dios.

Pero ¿y si, en el fondo, simplemente no creemos alguna palabra o promesa de Dios? Bueno, si somos algo religiosos, tal vez no queramos admitir nuestra incredulidad ante nadie, especialmente ante Dios. Somos como Sara. La honestidad sería demasiado aterradora; preferimos mentir que ser honestos. Pero nunca funciona fingir con Dios. Si tenemos que hacer frente a la pregunta, "¿Hay para Dios alguna cosa difícil?" Entonces también debemos enfrentarnos a la pregunta: "¿Hay algo oculto para el Señor?" Sara estaba escondida dentro de una tienda, pero Dios podía verla. Sara se rió sólo para sí misma y no emitió ningún sonido, pero Dios podía oírla. Sara guardó sus pensamientos para sí misma, pero Dios pudo leer su mente, y Él desafió su risa incrédula. Cuando Sara lo negó y dijo que no se reía, el Señor le respondió: "Sí, te reíste". En ese momento, Sara renunció a su intento de engañar a Dios.

Tú y yo, también, podríamos renunciar a tratar de engañar a Dios. Si nuestra fe no es lo que debería ser, bien podríamos admitirlo, en lugar de intentar fingir. No vamos a engañar a Dios de todos modos. Una vez que nuestra propia falta de fe ha sido expuesta, estamos en una posición mucho mejor para que la fe genuina empiece a crecer.


La Promesa de Dios de Mantener la Gracia

E incrementarla, si eso es lo que Dios ha decidido. La fe errónea no detiene la gracia irresistible de Dios ni evita que sus promesas se hagan realidad. Sara pudo haber reído de incredulidad, pero ¿eso detuvo a Dios? No, dice la Biblia, "Jehová tuvo gracia para con Sara como había dicho, y el Señor hizo por Sara lo que había prometido: Sara quedó embarazada y dio a luz un hijo ... en el mismo tiempo que Dios había prometido" (Génesis 18:1-2). Toma en cuenta que la Biblia no da crédito a nada de lo que hizo Sara; dice que Dios tuvo gracia para con Sara y dice repetidamente que esto iba de acuerdo con la promesa de Dios.

¿Puedes imaginar a Abraham y a Sara mirando al bebé Isaac y diciéndose el uno al otro: "Wow, querida, lo hicimos, esa nueva dieta de frutas y verduras y ese nuevo programa de ejercicios en el que hemos estado trabajando debe haber hecho el trabajo! Nos hemos hecho tan jóvenes y fértiles que finalmente pudimos tener un bebé." No, ellos sabían que no era su trabajo o esfuerzos o capacidades los que crearon una nueva vida. Su capacidad de producir vida estaba muerta. Sólo fue la gracia de Dios la que produjo una nueva vida para ellos.

Lo que era verdad acerca del nacimiento del bebé Isaac es verdad para todos los que nacen de nuevo espiritualmente en Jesucristo: no es obra humana ni decisión sino la gracia y el poder de Dios lo que crea un nuevo hijo de Dios. La Biblia dice que "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;  los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios."(Juan 1:12-13). Tienes menos posibilidades de hacerte nacer de nuevo como hijo de Dios que un hombre de 100 años de edad y una mujer de 90 años de edad de tener un bebé. "Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.", dice Jesús (Mateo 19:26).

El nuevo nacimiento de Dios en la vida eterna viene a nosotros a través de la fe, pero no pensemos que la promesa de Dios está basada en nuestra fe. Al contrario: nuestra fe está basada en la promesa de Dios. Algunas personas tienen la idea de que Dios mira hacia adelante para ver quién tendrá fe y luego dar gracia y vida a aquellos a quienes él prevé tendrán el grado apropiado de fe. Pero eso es al revés. Es la gracia la que crea la fe, no la fe la que crea la gracia.

Después de escuchar la historia de Sara, ¿la puedes imaginar diciendo: "¿Wow, no es fuerte mi fe? ¿Dios me está haciendo madre de naciones y reyes porque vio por adelantado la tremenda fe que tengo"? ¡Ahora hay risa! Si Dios basara su gracia en mirar hacia delante para ver cómo responde la gente a su promesa, habría visto a Abraham y a Sara riéndose de él. De si mismos, no tenían una fe digna de mirar. Pero Dios en su gracia siguió con ellos hasta que la fe echó raíces, y les dio promesas para hacer crecer y prosperar su fe.

De hecho, Dios tiene tanta gracia que una vez que nos mueve más allá de la incredulidad a la fe, él hace una consideración especial. Él registra nuestra fe como un derecho que permanece con él, y limpia nuestras dudas e incredulidad de los registros. Considere lo que dice el Nuevo Testamento acerca de Abraham. Dice: "Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido"(Romanos 4:19-21). Ahora bien, sabemos que hubo varias veces que la fe de Abraham vaciló severamente, pero Dios fortaleció su fe, y el Señor dio cuenta de esa fe fuerte y no sostuvo ningún debilitamiento o vacilación anterior en contra Abraham.

¿Y qué dice el Nuevo Testamento sobre Sara? ¡La incluye entre los héroes de la fe! Hebreos 11:11 dice: "Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido" (Hebreos 11:11). ¿Por fe? ¿Sara? ¿Es esta la mujer que se reía de incredulidad? ¿Consideraba fiel a Dios? Bueno, tal vez no de inmediato, pero aparentemente, por la gracia de Dios, las promesas de Dios se arraigaron en Sara y crecieron en una fe viva. A medida que la fe crecía en su corazón, el bebé risueño crecía en su vientre. Y ahora Dios riendo no mira a Sara como una fracazada que duda y miente, sino como una heroína de la fe!

Esto es suficiente para hacernos reír, y deberíamos reírnos, porque Sara esperaba que la gente se riera con ella, y Dios espera vernos reír a la par de su risa santa. A medida que nuestra incredulidad se disuelve bajo el poder de las promesas de Dios, y en la medida que Dios crea fe en nosotros, perdona nuestra risa incrédula y mentiras hipócritas, él cuenta nuestra fe por justicia, y nos llena de risas gozosas y celebración de su gracia y fidelidad.

El que ríe al último ríe mejor, y Dios ríe al último. Él frunce el ceño cuando nos reímos de sus promesas, pero al mismo tiempo le parece absurdo cuando creemos que algo es demasiado difícil para él. ¿Demasiado difícil para Dios? ¿Qué podría ser más tonto? La incredulidad es una broma - una broma mala - pero Dios tiene algunos chistes propios bajo la la manga. El Señor tiene su propio humor santo. Reemplazó la risa incrédula de Sara con risa de alegría y asombro. Hizo que los viejos dolores, problemas e incredulidad de de Sara parecieran graciosos para ella en retrospectiva. Escuchamos a Sara reír, y mientras ella ríe, casi podemos escuchar a Dios diciendo: "Mira, yo sabía que te reías antes, aunque lo negaste. Ahora estás riendo de nuevo, pero esta vez es una risa sana, santa y feliz ¡Y yo también me estoy riendo!”

Eventualmente, del linaje de Abraham, Sara e Isaac, otro bebé nacería. Sara se asombró cuando Dios le dio un bebé, pero aún no había visto nada. Dios estaba comenzando con su plan de salvación. Cosas mayores aún estaban por venir. ¿Darle un bebé a una pareja estéril y envejecida? Eso es fácil, dijo Dios. ¿Qué te parece darle un bebé a una virgen? ¿Ayudar a personas mayores a producir vida? Eso es fácil, dijo Dios. ¿Qué hay de tomar a un hombre que está muerto y enterrado y resucitarlo gloriosamente? Jesucristo, nacido de una virgen y resucitado de entre los muertos, es la revelación suprema del poder y la gracia de Dios, porque Jesús mismo es Dios hecho carne.

Tal vez pienses que lo que dice la Biblia es demasiado bueno para ser verdad. Encuentras increíbles o hasta ridículas cosas como el nacimiento virginal y la resurrección de Jesús. Es hora de dejar de reír lo suficiente para darte cuenta de con quién estás tratando. El Dios todopoderoso no es ningún debilucho; Él creó el mundo de la nada y no está limitado por nada en el mundo. Dios no es un mentiroso; cuando dice que va a hacer algo, lo hace. Este grandioso Dios ha hecho maravillas en Cristo, y continúa haciéndolas.

De hecho, él podría estar planeando obrar sus maravillas en ti. Cuando lo haga, te reirás de nuevo, pero de una manera totalmente nueva. En este momento puedes pensar que eres la última persona en la tierra que alguna vez será elegida por Dios para convertirse en un héroe de la fe, pero Dios se ha dado a conocer por hacer algunas cosas poderosas y graciosas. Al igual que Sara, podrías terminar viendo suceder lo imposible, ser transformado en un héroe de la fe por la gracia de Dios, y decir: "Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo".

 

 

Last modified: Wednesday, October 19, 2022, 8:02 AM