Revista Historia Cristiana, Número 43

Nace Un Testamento por el Dr. Carsten Peter Thiede

¿Mateo pudo haber aprendido taquigrafía?--y otras razones intrigantes por las que el Nuevo Testamento pudo haber surgido sorprendentemente temprano.

"Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo." (Juan 8:6).

Aquí, en la historia de la mujer adúltera, aprendemos que Jesús sabía escribir. Pero Jesús no era un maestro, ni un escritor— a otros les fue encargado escribir lo que él dijo. Sin embargo, la capacidad de leer y escribir era algo que Jesús podía dar por hecho. La capacidad de escribir con fluidez y claridad estaba extendida en el antiguo Israel, era casi tan amplia como la capacidad de memorizar textos largos y complicados.

En otras palabras, Jesús podía estar seguro de esto: entre sus seguidores pudo haber un número de personas que no sólo eran capaces de memorizar lo que decía, sino también de escribirlo.

Además, Jesús y las personas a su alrededor podían utilizar más de un idioma. El arameo era utilizado comúnmente en la vida diaria y el hebreo en la vida religiosa, especialmente en el culto y en la lectura de las Sagradas Escrituras (por ejemplo, Lucas 4:16-30).

Pero las personas conocían un tercer idioma, aquel de la parte oriental del Imperio Romano: el griego. Investigaciones recientes han demostrado que incluso los judíos ortodoxos utilizaban el griego en sus actividades diarias con los demás--lo vemos, por ejemplo, en inscripciones y notas escritas a mano que fueron pasadas entre los defensores del fuerte de Masada.

El mismo Jesús utilizó el griego: durante el diálogo con la mujer sirofenicia hablante de griego (Marcos 7:24-30), y en la discusión sobre el pago de impuestos al César (Marcos 12:13-17), que se basa en un juego de palabras que sólo funciona en griego.

Pero (y esta es una idea bastante reciente en cuanto a la escolaridad) las primeras etapas de una tradición literaria pudieron haber sido instantáneas en el ministerio de Jesús--y pudieron haber sido sorprendentemente precisas. La escritura abreviada ("tachygraphy") fue conocida en Israel y en el mundo grecorromano. Encontramos un primer rastro de ella en la traducción griega del Salmo 45:1 (siglo III A.C.): "Mi lengua es pluma de escribiente muy ligero"-- literalmente "un estenógrafo".

Esta habilidad es sumamente necesaria. El material escrito era escaso: el cuero o el pergamino eran muy caros; el papiro dependía de la importación. Los escritores frecuentemente se veían obligados a utilizar fragmentos de ollas o tabletas de cera, que contaban con un espacio limitado para textos detallados. La escritura abreviada era el recurso más práctico.

Incluso hubo un hombre entre el séquito de Jesús que estaba calificado profesionalmente para escribir de forma abreviada: Levi Mateo, el agente de aduanas. De hecho, ojalá Levi Mateo hubiera escuchado el Sermón del monte antes de haber sido llamado por Jesús (y hubiera reaccionado muy rápido a este llamado porque habría sido convencido por ese sermón), cualquiera puede obtener un resultado directo de un protocolo de abreviatura en Mateo del capítulo 5 al 7.

Cualquiera que pudiera ser la reconstrucción exacta de las primeras etapas, sabemos por el prólogo del evangelio de san Lucas que había más fuentes literarias que él podía usar que sólo los Evangelios completos de Mateo y Marcos: "Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra" (Lucas 1:1-2).

En suma, aunque existen teorías teológicas sobre el largo y lento desarrollo de los Evangelios en ciertas comunidades, cierta evidencia histórica antigua sugiere que los primeros seguidores de Jesús pudieron haber dictado sus enseñanzas de forma escrita.


Las Bibliotecas Cristianas

Los primeros cristianos pronto reunieron esos escritos. Estaban profundamente interesados en el mundo literario. Ocasionalmente, hablan de ello con humor: "Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir" (Juan 21:25). O solicitan material para escribir: "Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos" (2 Tim. 4:13). O son vistos durante el proceso de escritura: "Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias" (Ap. 1:11).

Estaban tan bien familiarizados con una tradición literaria, que la literatura era utilizada de manera simbólica: "Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar . . . " (Ap. 6:14).

Este interés avanzado por la escritura tenía una consecuencia obvia: los textos tenían que ser recopilados en archivos y bibliotecas, e incluso en tiendas, donde las copias pudieran ser solicitadas y suministradas. Los cristianos con un trasfondo judío habrían conocido los pergaminos recopilados del Torá, los profetas y los Salmos, y así sucesivamente. Aquellos con un trasfondo grecorromano habrían conocido las colecciones de filósofos y poetas como Arato, Cleantes, Menandro, Eurípides y otros, a quienes Pablo alude en sus cartas y discursos.

El descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto nos ayuda a comprender cómo organizaron sus bibliotecas los judíos y los cristianos judíos.

Existen tres tipos de libros: las copias de las Sagradas Escrituras (lo que ahora llamamos el Antiguo Testamento), los comentarios sobre las Escrituras y los escritos teológicos.

Para los cristianos, las primeras escrituras de las que se nutrían eran la ley y los profetas. Éstas eran copiadas y distribuidas, ya que proporcionaban la fuente de un ingrediente vital del mensaje cristiano: el sufrimiento y la redención de Jesús el Mesías había sido anticipado muchos siglos antes.


Cartas Recopiladas

Pero, ¿Cómo debían interpretar los cristianos estas fuentes? ¿Cómo debían ponerlas en práctica? ¿Cómo debían integrarlas en la vida y enseñanzas de Jesús?

La interpretación, en primer lugar, fue dada en discursos importantes--como aquellos de Pedro en Pentecostés, y aquellos de Esteban y Pablo--compilados y editados por Lucas en los Hechos de los Apóstoles, la secuela de su Evangelio.

Lo que es más importante, existen cartas, las cuales de alguna u otra manera todas interpretan historias, personajes y profecías del Antiguo Testamento. Algunas de ellas--como la carta de Pablo a los Romanos, la carta anónima a los Hebreos, o las dos cartas de Pedro y la carta de Judas--dependen de un buen conocimiento del Antiguo Testamento y de otros textos judíos.

Las cartas cristianas primitivas, de hecho, fueron los primeros documentos distribuidos como colecciones. Encontramos un indicio de esto en el Nuevo Testamento. Al final de la segunda carta de Pedro, leemos: "Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas." La afirmación presupone una colección de las cartas de Pablo, aunque no necesariamente una colección completa.

Algunos estudiosos contemporáneos han comenzado a "ajustar las fechas" de la 2 carta de Pedro a la vida de Pedro (en lugar de considerarla como una obra del segundo siglo de alguno de los discípulos de Pedro); siguiendo esa asignación de fechas, habría existido una colección inicial de cartas a mediados de la década de los años sesentas del siglo primero. Eso tiene sentido: las cartas de Pablo que perduraron habrían sido escritas para entonces.

Hace algunos años, Young-Kyu Kim, un papirólogo de la Universidad de Gotinga, demostró de manera concluyente, que el papiro p46 (una primera recopilación de las cartas de Pablo) no debía estar fechada alrededor del año 200 D.C, como comúnmente lo había estado. En cambio, Kim demostró, a través de una gran variedad de pruebas, que debía estar fechada hacia finales del primer siglo--en otras palabras, hacia la época de la vida de personajes como Juan y otros "supervivientes" de la primera generación cristiana.


Los Cuatro Finales

¿Y los evangelios? De nuevo, se puede decir más hoy que hace algunos años. Martin Hengel de la Universidad de Tubinga, uno de los principales estudiosos del Nuevo Testamento, proporcionó algunas perspectivas nuevas en el proceso de recolección de los Evangelios.

Observa un libro moderno colocado en el estante de una biblioteca--puedes obtener el nombre del autor del lomo. En los tiempos del Nuevo Testamento, no había lomos, debido a que los libros existentes era rollos. No importaba cómo se almacenarán estos rollos, simplemente podrías observar un mango en el "extremo superior". A fin de identificar el contenido, se adherían al mango pequeños pergaminos o tiras de cuero (llamados sittiboi).

Dado que el espacio era escaso, si existía un solo libro sobre un tema determinado, sólo se mostraba el título. Para los Evangelios, mientras que sólo hubiera uno, el sittibos habría descrito, Euangelion, que significa "Buenas Nuevas", o "Las Buenas Nuevas de Jesucristo." Pero en el mismo momento que se hallara en existencia un segundo Evangelio, se volvía necesaria la diferenciación; tanto el primero como el segundo evangelios hubiesen llevado el nombre de los autores--"según Macos", "según Mateo", y así sucesivamente.

Por lo tanto, mucho antes del final del primer siglo, existió –por necesidad--un enfoque sistemático para la identificación de los autores y la catalogación de sus obras.

A principios del siglo segundo, el número de los Evangelios y los nombres de sus autores por consiguiente estaban bien establecidos. Nuestra primera fuente literaria es Papías, escribiendo alrededor del año 110 D.C. Ninguno de los más tarde llamados evangelios existían aún—ni siquiera el Evangelio de Tomás, ni el de Nicodemo, ni el de Santiago, ni de nadie. Papías reconoce y acepta los primeros evangelios, y nos da cierta información anecdótica sobre sus autores.

Por ejemplo, a Marcos le llama "rastrojo con dedos"--¿qué significa eso? ¿Qué quiere indicar cuando nos dice que Marcos fue el hermeneutes de Pedro? ¿Intérprete? ¿Traductor? ¿Editor? Esa palabra podía significar las tres cosas.

O ¿qué significa cuando Papías escribe que Mateo compiló la logia (refranes) de Jesús en dialecto hebraidi (en dialecto Hebreo/Arameo)? ¿Con el estilo Hebreo/Arameo pero en el idioma griego? ¿Pudo haber tenido conocimiento acerca de las notas taquigráficas de Levi Mateo que hablaban sobre la vida pública de Jesús (esto es, logia)?

Las breves citas de las obras de Papías dejan muchas preguntas sin respuesta. La esencia de las mismas, sin embargo, permanece: Papías de Hierápolis sabía acerca de una colección de Evangelios, tan pronto como había iniciado el siglo segundo --y esto implicaba la existencia de dicha colección en una etapa anterior. En otras palabras, él parece corroborar lo que ya sabemos acerca de las cartas de Pablo desde el restablecimiento de la fecha del códice del papiro p46.

Unos 70 años más tarde, alrededor del año 180, Ireneo ofrece otro elemento que ha estimulado el debate académico. Él por primera vez ordena los cuatro Evangelios que tenemos actualmente: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Además, nos dice que el evangelio de san Marcos fue escrito después del "éxodo" de Pedro y Pablo.

Esta palabra ha sido utilizada como una herramienta para la datación del Evangelio; porque si el éxodo significa "muerte", como la mayoría de los críticos han asumido, entonces el año 67 D.C., fecha probable de los martirios de Pablo y Pedro, sería la fecha más temprana posible para el evangelio de Marcos.

Éxodo, sin embargo, también puede significar "salida"- como en el título del segundo libro del Antiguo Testamento. ¿Ireneo insinúa una salida de Pedro y Pablo de Roma un poco antes de su regreso y su martirio?

Tan sólo hace un par de años, un erudito americano, E. Earle Ellis, aportó una parte importante a la respuesta. Analizó cada trabajo de Ireneo, y descubrió que Ireneo nunca utiliza éxodo cuando quiere decir "muerte." Para "muerte", él siempre emplea la inequívoca palabra griega thanatos. Por lo tanto, el Evangelio de Marcos probablemente no fue escrito después de las muertes de Pedro y Pablo, sino después de su salida de Roma--poco tiempo antes.


Otros Nuevos Testamentos

Al igual que hoy, los primeros cristianos tenían sus textos favoritos y, ocasionalmente, las cartas o incluso ninguno de los Evangelios se utilizaban en ciertas regiones. La Segunda Carta de Pedro, por ejemplo, era leída casi exclusivamente en su "área de destino", al norte de Asia Menor. Clemente de Roma, escribiendo acerca de esto en el año 96 D.C. (quizás varias décadas antes) es el primer autor conocido que ha citado dicha carta. Otras comunidades del Imperio Romano, ni siquiera había oído hablar de ella, y no digamos haberla leído en un principio. Cuando la carta finalmente llegó a ellos, algunos expresaron sus dudas acerca de su autoría apostólica. (Sin embargo, Orígenes, teólogo y filólogo del siglo tercero, declaró que Pedro había proclamado el evangelio de Cristo en "las trompetas gemelas de sus dos cartas").

O toma el evangelio de Marcos--muy probablemente, éste pudo haber sido el primer Evangelio completo nunca antes terminado. Pero las extensas historias y discursos del Evangelio de Mateo, pronto se hicieron más populares y, es por eso que conocemos más fragmentos de los manuscritos de Mateo que de Marcos.

No es sorprendente, entonces, que algunas personas empezaran a recolectar y organizar escritos cristianos de una manera peculiar. Un hombre llamado Marción llegó a Roma aproximadamente en el año 140 D.C. y desarrolló una idea pseudo cristiana de Dios y de Cristo. Lo que le llevó a excluir aquellos primeros escritos apostólicos que ponían de relieve la resurrección física de Cristo y las raíces judías del cristianismo. Al final, todo lo que él aceptó fue una versión rigurosamente condensada de Lucas (sin las escenas de la Natividad y los aspectos detallados de la resurrección) y diez de las cartas de Pablo. Muy pronto, él y sus seguidores fueron acusados de herejes y su movimiento finalmente se extinguió.


Reduciendo la Lista

Marción, a pesar de estar equivocado, forzó a la iglesia a considerar de manera más formal que libros deberían componer el Nuevo Testamento.

En este proceso, la Iglesia nunca cedió a la tentación de "armonizar" los documentos. Los cuatro Evangelios--con sus diferentes matices, narrativas y discursos--no fueron vistos como una multitud desconcertante sino como complementarios, como la plenitud de informes dados por Dios por medio de seres humanos con individualidades. Nunca fueron vistos como Marción los vio, tan contradictorios y, por lo tanto, con la necesidad de modificarlos.

Por citar otro ejemplo: los primeros cristianos fueron lo suficientemente perspicaces como para darse cuenta de que la carta de Judas había adoptado grandes porciones de 2 pedro (o viceversa). Pero también fueron lo suficientemente inteligentes como para darse cuenta de que esto ofrecía una idea de la manera en la que las cartas fueron utilizadas y aplicadas durante las primeras generaciones.

Tampoco fue Martín Lutero el primero en notar que Pablo, con su énfasis en la fe, parecía ver cosas de una forma diferente a Santiago, quien subrayó la importancia de las obras. Los primeros cristianos prefirieron ver estos temas como complementarios. "Unidad en la diversidad"--esto puede ser una descripción del criterio aplicado a la colección que creció en nuestro nuevo testamento.

¿Pero dónde terminar? ¿Qué tan amplia debía ser finalmente esa colección diversa? ¿Qué libros y cartas que debían utilizarse en los servicios? En particular, ¿Qué pasa con aquellos escritos como el Didaché del segundo siglo, o la Carta de Bernabé, el Pastor de Hermas, o las dos cartas a los Corintios, una vez atribuidas a Clemente de Roma?

Eusebio de Cesarea, escribiendo a inicios del siglo IV, realizó una encuesta sobre el estado de las cosas. Él confirmó principalmente el contenido de una lista fragmentaria del año 200 D.C., una lista denominada "Canon Muratoriana". Eusebio dice que algunos textos todavía están en debate en algunas iglesias--las cartas de Santiago y Judas, la segunda carta de Pedro, la segunda y tercera cartas de Juan y el Apocalipsis. Aunque él no comparte esas dudas, insiste que el Pastor de Hermas, el Apocalipsis de Pedro, los Hechos de Pablo, la Epístola de Bernabé y la Didaché son "apócrifas", es decir, no tienen un verdadero origen apostólico.

Unas pocas décadas después de Eusebio, el Codex Vaticanus, un volumen griego tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, contenía todo el Nuevo Testamento como lo conocemos hoy; pero sólo un poco más tarde, el Codex Sinaiticus aún incluyó la Carta de Bernabé y el Pastor de Hermas. Aún más tarde, hacia el final del siglo IV, el Codex Alexandrinus excluyó el Pastor de Hermas y la Carta de Bernabé, pero consideró las dos cartas de Clemente en su lugar.

En otras palabras, incluso los códices oficiales más importantes, caros de fabricar y, por tanto, producidos con un mínimo de autoridad regional, continuaron mostrando cierto grado de libertad más allá de los 27 escritos Básicos Acordados. Fue una persona la que finalmente ayudó a aclarar las cosas.


Consenso Inconmovible

En el año 367, Atanasio, Obispo de Alejandría, aprovechó la ocasión de su anual Carta Pastoral de Pascua (una carta dirigida a todas las iglesias y monasterios bajo su jurisdicción) para explicar de que debería consistir el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. En términos del Nuevo Testamento, enumeró los mismos 27 textos que tenemos hoy, y escribió, "Estos son las 'manantiales de salvación', de modo que quien tenga sed puede saciarse con los mensajes contenidos en ellos. Sólo en ellos se encuentra la enseñanza de la religión verdadera, proclamada como las 'buenas nuevas'. No permitan que nadie añada o quite algo de ellos".

Atanasio posteriormente dice que el Pastor de Hermas y la enseñanza de los Apóstoles (Didaché) "realmente no está incluidas en el canon." Él dice, sin embargo, que éstas son lecturas útiles para los nuevos conversos.

La lista de Atanasio no resolvió el problema en todas partes. En el oeste, permanecieron las posibilidades de variaciones y, como hemos visto, algún códice como el de Alexandrino podía, décadas después de la Carta Pastoral de Pascua, felizmente incluir dos cartas que el obispo ni siquiera menciona. Pero a principios de los años 400, el consenso de la tradición se encontraba más o menos establecida.

En una carta del año 414, Jerónimo parece aceptar los libros del Nuevo Testamento listados por Atanasio--una lista que corresponde al Nuevo Testamento de hoy. Pero Jerónimo pensaba que la Epístola de Bernabé también debía ser incluida, ya que el autor fue compañero de Pablo y un apóstol. Pero, y esto es importante, aunque estaba de acuerdo en diferir, Jerónimo aceptó lo que había llegado a ser el consenso. En otras palabras, Jerónimo confirma que, a comienzos del siglo V, el canon del Nuevo Testamento había logrado una especie de estatus solemne e inconmovible; no podía ser alterado, incluso aunque cualquiera tuviese opiniones distintas.

Desde los tiempos de Jerónimo, el canon del Nuevo Testamento ha sido aprobado por la historia, la tradición y el culto. A pesar de los intentos de algunos eruditos por excluir o añadir algunos libros, estos 27 libros han permanecido como un núcleo innegociable del cristianismo a nivel mundial. 

El Dr. Carsten Peter Thiede es director del Institut für Wissenschaftstheoretische Grundlagenforschung en Paderborn, Alemania. Él es también un miembro de la junta consultiva de la Historia Cristiana.

 


Última modificación: jueves, 21 de septiembre de 2017, 10:54