Secretos del Éxito del Islam. 

Por Elesha Coffman

Se propagó más rápido que cualquier otra religión en la historia. Aquí están algunas de las razones.


CUANDO MAHOMA MURIÓ en el año 632, el islam podía jactarse sólo del control semi estable de una parte de la península arábiga. Las conquistas territoriales del profeta habían sido pérdidas paganas principalmente. Una expansión mayor necesitaría conquistar las tierras cristianas—una tarea que resultaría demasiado fácil, gracias a años de guerras imperiales y doctrinales.

Al oeste del islam, se encontraba Egipto y el resto de la África del Norte cristiana. Una vez consolidado bajo el Imperio Romano, en el siglo VI, el territorio se dividió entre los bereberes de lengua latina al oeste y los bizantinos de habla griega al oriente, con unos pocos adoradores de Baal al sur.

Las divisiones teológicas de África se arraigaron aún más profundamente. Los bizantinos apoyaron la definición de dos facetas en la naturaleza de Cristo, afirmada por el Concilio de Calcedonia en el año 451, pero los cristianos monofisitas ("una naturaleza") de Egipto, junto con las Iglesias de armenia y de siria, la rechazaron vehementemente. El cristianismo africano también estuvo plagado de polémicas entre los católicos, los donatistas (quienes insistían que todos los demás cristianos eran apostatas), los nestorianos (quienes se mostraban en desacuerdo tanto con los monofisitas y la cristología de calcedonia) y los radicales ascetas del desierto.

Al norte y al este del islam, se extendía el enorme, aunque desvanecido, Imperio Persa Sasánida. Los zoroástricos persas habían perseguido a los cristianos severamente en el siglo cuarto, juzgando a los nuevos amigos del viejo enemigo de Persia, Roma, de ser una amenaza. Después de un edicto de tolerancia en el año 409, sin embargo, los persas optaron por controlar la iglesia en lugar de destruirla.

Al entrometerse en el gobierno eclesiástico, Persia había enviado a la iglesia local hacia un serio declive a finales del siglo séptimo. El conflicto entre los nestorianos, el grupo cristiano mayoritario, y sus enemigos del alma, los monofisitas, aceleró el declive.

Al noroeste se encontraba el contraído Imperio Bizantino, los restos de la gloria romana. Para la época de Mahoma, las batallas con Persia habían obligado a los Bizantinos a retirarse de provincias como las de Egipto y Siria, y proteger su capital, Constantinopla. Los egipcios y los sirios estaban contentos de verlos retirarse, llevándose con ellos sus impuestos elevados y la persecución a las iglesias "herejes".


Salve a los Nuevos Jefes

Con el Medio Oriente en tal desorden, los sucesores de Mahoma fueron capaces de efectuar avances rápidos. Los musulmanes resultaron ser tanto guerreros temibles como políticos sagaces, a veces, matando o desarraigando a sus enemigos, a veces aplastándolos a través de la opresión económica y religiosa.

El primer califa islámico (suplente), Abu Bakr, fue asesinado antes de que pudiera hacer un gran impacto militar más allá de Arabia central, pero su sucesor, Umar, derrotó a un ejército bizantino en Siria y acosó al último shah persa hasta su muerte. Damasco, Jerusalén y la capital persa, Ctesifonte, cayeron como fichas de dominó.

Umar solidificó el control de la península arábiga y asumió por lo menos la autoridad nominal sobre las vastas propiedades de Persia. También construyó la primera mezquita en Jerusalén. Pero su asombroso éxito originó desafíos.

Los cristianos superaban significativamente en número a los musulmanes en la mayoría de los nuevos territorios del islam. Además, los cristianos contaban con conocimientos médicos y diplomáticos, de los cuales carecían los musulmanes. Matar a todos los cristianos no tenía ningún sentido político, y en cualquier caso, el Corán abogaba por un mejor trato para las "Gentes del Libro". la solución de Umar, como se describe en su famoso pacto (ver la página 16), reconoció a los cristianos y a los judíos como dhimmi, o personas protegidas.

En la superficie, los términos parecían bastante justos, sobre todo para el siglo séptimo. A cambio de pagar impuestos adicionales, los "dhimmi" calificaban en casi todos los derechos y protecciones bajo la ley islámica. Lo que es más importante, a diferencia de los árabes paganos, los cristianos y los judíos no estaban obligados a convertirse al islam.

Los cristianos creían que estaban recibiendo un buen trato. Los altos impuestos no eran nuevos, y las autoridades musulmanas no tomaban parte en las amargas guerras doctrinales que dividían a los cristianos. El patriarca nestoriano le escribió a un compañero clérigo, "Ellos no han atacado la religión cristiana, sino que han elogiado nuestra fe, han honrado a nuestros sacerdotes y les han conferido beneficios a las iglesias y monasterios".


Opresión Cauta

Por desgracia, los cristianos del siglo séptimo no pudieron ver la profunda amenaza del pacto de Umar. Los apologistas modernos de la tolerancia islámica suelen cometer el mismo error. Un estatus protegido realmente significaba un estatus de segunda o de tercera categoría, con limitaciones garantizadas para minar a todas las religiones, excepto al islam.

Por supuesto, tanto las potencias cristianas orientales (Bizantinos) como las occidentales (Romanos) pusieron una prioridad alta en hacer valer lo que ellos consideraban la verdadera religión, y ninguna estaba por encima de la coacción física o civil para lograr esto antes del siglo séptimo o siglos después.

De hecho, los musulmanes aparentemente adaptaron partes de su política sobre otras religiones de los códigos cristianos existentes. Con menor frecuencia se informó que los musulmanes también buscaban el sistema de nación de gueto persa como guía.

En diversas ocasiones, especialmente bajo califas comparativamente seculares, los regímenes islámicos no mostraron mayor tolerancia religiosa que los regímenes cristianos, especialmente hacia los judíos. Pero ni el Corán ni la ley islámica, que se encuentran mucho más estrechamente vinculadas a la Biblia, ni ningún sistema de gobierno en el pasado o en el presente, sancionaron jamás la igualdad fundamental que predica la tolerancia moderna.

Uno de los versos más populares en el Corán afirma, "no hay compulsión en la religión" (2:258). Sin embargo, el Corán también ordena:

"Luchen contra aquellos que no creen en Alá ni en los últimos días, ni prohíben lo que Alá y Su Apóstol han prohibido, ni siguen la religión de la verdad, de quienes han recibido el libro, hasta que paguen el impuesto en reconocimiento de superioridad y estén en un estado de sumisión" (9:29).

Por lo tanto, el pacto de Umar no es un tratado de paz, sino una descripción de los términos de su victoria. Por instrucciones del profeta, prohíbe lo que Alá prohíbe (el vino) e impone un pronunciado impuesto—la falta del pago del impuesto permanente (jizya) anulaba el contrato. También codifica la superioridad musulmana humillando a quien se aferre a otra religión.

Incluso algunas disposiciones parecían socavar las preferencias de las comunidades no musulmanas. Por ejemplo, los dhimmi estaban exentos del servicio militar, de las ricas bonificaciones en la paga y del saqueo que recibían soldados. Esto colocaba a los dhimmi debajo de los mawali, árabes recién convertidos al islam que eran excluidos de ciertos privilegios, pero que podían servir en el ejército.

A pesar de los incentivos evidentes para los convertidos, la mayoría de los cristianos y judíos bajo el dominio musulmán temprano mantuvieron su fe. Pero la resistencia finalmente se extinguió en todos, menos en unos cuantos bolsillos. La incapacidad para construir nuevos lugares de culto o de reparar los antiguos, la prohibición de la evangelización, y el hecho de que los hombres musulmanes pudieran casarse con mujeres judías y cristianas (y criar a sus hijos como musulmanes) mientras los dhimmi sólo podían casarse con su propia raza, logró exactamente lo que se suponía que debía lograr. El islam ganó la región.

 

Modifié le: mercredi 11 octobre 2017, 10:21