UNA CIUDAD SITUADA SOBRE UNA COLINA: EL CRISTIANISMO EN EL NUEVO MUNDO

GUION DEL PROGRAMA

Martin Lutero sólo tenía nueve años cuando Cristóbal Colón zarpó hacia la India, y en el proceso, se tropezó con un nuevo hemisferio. El mismo Colón, veía su travesía como una misión religiosa, el lanzamiento de una nueva cruzada que restablecería la unidad y el esplendor de la Cristiandad medieval. Él tenía un papel profético que desempeñar, pensaba, uno profetizado hace tiempo por el profeta Isaías (46:11): "Del oriente llamo al ave de rapiña; de tierra distante, al hombre que cumplirá mi propósito. Lo que he dicho, haré que se cumpla; lo que he planeado, lo realizaré".

Aunque Colón murió pobre, con sus sueños incumplidos, el descubrimiento Europeo del Nuevo Mundo, efectivamente, abrió un nuevo capítulo en la historia del Cristianismo.

Norteamérica era la tierra de nuevos comienzos. Europa representaba para los Norteamericanos no sólo el pasado (que estaban dispuestos a olvidar), sino un pasado corrupto, de cuya contaminación querían escapar. Aquí en Norteamérica, ellos podían construir el Bien público Santo. Aquí se podría llevar a cabo "un experimento avivado", como lo dijo el Bautista pionero John Clarke. Y aquí, en las famosas palabras del Gobernador de la Bahía de Massachusetts, John Winthrop, ellos podían ser "una ciudad situada sobre una colina", anunciando la luz del Evangelio a los últimos confines de la tierra.

William Blake, el poeta, nunca llegó al Nuevo Mundo, pero parecía entender la mística de la promesa norteamericana cuando escribió:

Aunque nací en las riberas engañosas del Támesis,
Aunque sus aguas bañaron mis extremidades de pequeño,
El Ohio me lavará sus manchas,
Nací como esclavo, pero saldré siendo libre.

Un tema constante impregna la historia del Cristianismo en Norteamérica — desde los primeros asentamientos en Jamestown y Plymouth, a través de los avivamientos y los grandes despertares, y a través del trauma de la guerra civil y de la reconstrucción, hasta la explosión del movimiento carismático y de las mega iglesias amistosas de los últimos decenios del siglo XX. Se encuentra la misión de cumplir el propósito de Dios en el Nuevo Mundo de una manera nueva. En este estudio, vamos a examinar este tema a través de tres episodios importantes que fueron decisivos en la conformación del Cristianismo en Norteamérica:

• Bases Puritanas

• La lucha por la Libertad Religiosa

• El Primer Gran Despertar


BASES PURITANAS

La historia Puritana comenzó, no en la Nueva Inglaterra, sino en la Antigua Inglaterra, durante el reinado de la Reina Elizabeth, cuando un número de sus súbditos protestaron contra la marcha lenta de la reforma al interior de la iglesia establecida. Se opusieron a que los ministros vistieran ornamentos, a arrodillarse en la comunión, a la falta de predicación ferviente y al ritualismo del Libro de Oración Común. Todos estos eran vestigios del papismo, dijeron, y debían ser sustituidos por un modelo más bíblico de adoración. Sus enemigos se refirieron a estos celosos reformadores en términos poco halagadores: los "evangelizadores apasionados", "rigoristas" o "Puritanos".

La estrategia Puritana consistía en trabajar por el cambio dentro de la Iglesia de Inglaterra, sin importar lo lento o difícil que pudiera ser. Otros, sin embargo, eran menos pacientes. Eran "Puritanos apresurados", por así decirlo. Ellos querían una Reforma Sin Demora para Cualquiera, como el título de un libro de Robert Brown lo expresó en 1583. Ellos se separarían de la manifiestamente falsa Iglesia de Inglaterra y restaurarían lo que llamaban "el viejo, rostro glorioso del Cristianismo primitivo", al empezar todo de nuevo.

Cuando el rey Jaime I llegó al trono en 1603, apenas pudo tolerar a los puritanos. No podía soportar a los Separatistas. "Voy a hacerlos que se amolden", dijo, "¡o de lo contrario voy a echarlos de la tierra!".

De hecho, muchos de los separatistas fueron empujados al exilio en Holanda. Pero, después de vivir allí unos 12 años, un grupo de estos separatistas decidió trasplantar su comunidad al Nuevo Mundo. En una penosa escena de despedida, su pastor John Robinson les dio un adiós: "...El Señor conoce si alguna vez nos volveremos a ver las caras", dijo. "Pero estoy seguro de que el Señor tiene más luz y verdad aún por surgir de su Santa Palabra".

Entonces, en medio de "la marea que no permanece para ningún hombre", como lo escribió William Bradford en su diario, zarparon hacia lo desconocido, dejando atrás a sus amigos, familias y todo lo que habían conocido.

"Pero no se fijaron mucho en esas cosas", Bradford escribió, "sino que levantaron su mirada al cielo, su patria amada, pues sabían que eran extranjeros y peregrinos en este mundo".

Contra todas las probabilidades, los Padres Peregrinos sobrevivieron al traicionero viaje oceánico para establecer la primera cabeza de playa del Cristianismo Protestante en Nueva Inglaterra. Allí, en Plymouth, Massachusetts, "en el desierto de las tristes circunstancias" como Cotton Mather describió su situación, su fe sería conmovida pero no destruida. Los Peregrinos establecerían una comunidad Cristiana de valentía y de fe que muchos otros emularían. William Bradford, después de servir durante muchos años como gobernador de Plymouth, recordó la experiencia de los peregrinos: "Como una pequeña vela puede alumbrar a mil, así la luz encendida aquí se ha mostrado a muchos, sí, de algún modo a toda nuestra nación".

Pero a diferencia de los Peregrinos que llegaron a Plymouth, los Puritanos que se asentaron en la colonia de la Bahía de Massachusetts no eran Separatistas.

"No decimos ‘¡Adiós, Babilonia! ¡Adiós, Roma!’ Sino decimos, ‘¡Adiós, querida Inglaterra! ¡Adiós, Iglesia de Dios en Inglaterra, y los amigos Cristianos de allí!’. . .Vamos a practicar la parte positiva de la reforma de la iglesia y a difundir el Evangelio en América", dijeron ellos.

Los Peregrinos han venido a encender una vela.

Los Puritanos se propusieron construir una ciudad en una colina.

Los Puritanos ejercieron una influencia muy desproporcionada en la cultura Americana con respecto a sus integrantes. Y, sin embargo, la palabra "Puritano" se ha convertido en una etiqueta despectiva.

H.L. Mencken expresó la creencia popular de que un Puritano es una persona que tiene "¡el temor obsesivo de que alguien, en algún lugar, pudiera estar pasando un buen momento!" ¡Pero nada podría estar más lejos de la realidad! Los Puritanos eran exuberantes sobre la vida. Eran pintores y poetas. Vestían ropas brillantes y vivían en casas hermosamente decoradas. Leían grandes libros y escuchaban buena música. Bebían ron en las bodas. Y lejos de ser pusilánimes, se regocijaban en la sensualidad de la vida conyugal.

Es irónico que algunos de los movimientos más revolucionarios y progresistas en la historia han tenido sus indicios del pasado. El Puritanismo era un movimiento de "regreso al futuro" que llamó al pueblo de Nueva Inglaterra de regreso a Dios, de regreso a la Biblia, y de regreso a la Reforma.

Como Martín Lutero y Juan Calvino antes de ellos, los Puritanos tenían una teología Agustina. La salvación era la obra de la gracia, lo cual resultaba en el milagro de la conversión – un cambio de giro del pecado para confiar en la promesa del perdón y en la justificación mediante la muerte de Cristo en la cruz. La conversión requiere la preparación del corazón, y muchos Puritanos registraron las luchas de su alma en bitácoras y diarios personales. De esta manera, los Puritanos buscaron traer cada actividad y relación de conformidad con la voluntad de Dios como estaba revelado en Su Palabra, la Biblia. William Ames lo dijo de una manera hermosa cuando definió la teología como "la ciencia de vivir en la presencia de Dios".


LA LUCHA POR LA LIBERTAD RELIGIOSA

Pero los Puritanos no sólo estaban interesados en la renovación espiritual personal. También querían crear una sociedad ordenada y santa, marcada por la unidad de la fe y de la vida pública. Para los Puritanos, la Nueva Inglaterra era, en efecto, el nuevo Israel – El pueblo elegido de Dios en el pacto con su Creador. Toda la vida se constituía de entretejer relaciones de pacto. El gobierno de Cristo estaba destinado a prevalecer en todas ellas: en la familia, en la congregación y en la comunidad. En cada plaza de la ciudad de Nueva Inglaterra había una escuela, una iglesia, y una casa de reuniones, que representaban los tres cargos de Cristo como Profeta, Sacerdote y Rey.

Muchos historiadores han visto los orígenes de la democracia en estas estructuras, así como el tipo de visión social y teología pública que ha sustentado los esfuerzos de reforma en nuestros días, incluyendo la cruzada de los derechos civiles y el movimiento en favor de la vida.

 El punto de vista Puritano dominó a la Nueva Inglaterra durante un siglo y más. Pero desde el principio hubo disidentes –inconformistas que desafiaron la estrecha alianza entre la iglesia y el bien público. Al igual que los Puritanos, los disidentes tendrían una influencia mucho mayor sobre el Cristianismo Norteamericano de lo que sus escasos números podrían justificar. Su historia es una parte de la lucha continua por la libertad religiosa.

Alguien ha dicho que los Puritanos llegaron a la Nueva Inglaterra para adorar a Dios en su propia manera, ¡no en la de nadie más! Esto fue algo exacto. Un pensamiento radical en el siglo XVII se trataba sobre confesiones religiosas rivales coexistiendo en la misma estructura política. Mientras que los Puritanos se estaban asentando Boston y en Salem, en Europa las guerras religiosas se encolerizaban entre los protestantes y los católicos. Los Puritanos atendían un antiguo ideal medieval e insistían en la conformidad religiosa dentro de su colonia.

Una de las primeras en desafiar este principio fue Anne Hutchinson, partera, enfermera y madre de 15 hijos. Anne era devota al Reverendo John Cotton, un Ministro Puritano que destacaba la iniciativa de Dios y su gracia soberana en la salvación. Esta era la opinión común de todos los Puritanos. Pero Anne enfatizó tanto la gracia de Dios, que no deja espacio para la ley moral en la vida del creyente. Su posición fue nombrada Antinomianismo, que significa "contra la ley", y ésta parecía socavar la base moral de la propia sociedad de la Nueva Inglaterra. Si los Diez Mandamientos se habían vuelto obsoletos, ¿cómo podían existir leyes contra el adulterio, el robo, o incluso el asesinato?

Como "una mujer de ingenio y con un espíritu valiente", Anne comenzó a celebrar reuniones en su casa. Los sermones Puritanos eran criticados, y ella daba enseñanzas que afirmaba eran el resultado directo de la inspiración del Espíritu Santo. ¡Esto fue demasiado para los pastores y los magistrados de la Bahía de Massachusetts! Anne Hutchinson fue excomulgada y expulsada de la colonia en 1637. Siendo conducidos a la Nueva Holanda, ella y cinco de sus hijos murieron en un atraco Indio cinco años después. Esto fue considerado por algunos como su "postre".

Si las ideas teológicas de Anne Hutchinson eran inquietantes para los Puritanos, ¡la doctrina de la libertad del alma de Roger Williams era una afrenta! Roger Williams fue un pensador brillante, graduado de la Universidad de Cambridge, y en algún momento ministro tanto en Plymouth como en Salem. Siendo un estricto Separatista, Williams criticó las congregaciones Puritanas por tener comunión con la Iglesia de Inglaterra. También criticó el sistema entero de las relaciones entre la iglesia y el estado en la Bahía de Massachusetts.

En el Antiguo Testamento, él dijo, Dios tenía un pueblo nacional, los Judíos, pero ahora él sólo tiene un pueblo congregacional. El estado es ordenado por Dios para regular los asuntos materiales de la vida. Pero los magistrados civiles no tienen ninguna autoridad sobre las almas de sus súbditos. Williams, resumió sus ideas en su obra famosa El Inquilino Sangriento de la Persecución. Sólo Dios es el Señor de la conciencia, él sostuvo. El perseguidor es un asesino del alma. La coacción religiosa nunca está justificada.

"Después de haber comprado la verdad querida", gritó, "no debemos venderla barata — no, ni siquiera la parte más pequeña de ella por el mundo entero".

Al igual que Anne Hutchinson, Roger Williams fue hallado culpable de "difundir diversas opiniones nuevas y peligrosas" y fue exiliado de Massachusetts. Dejando atrás a su esposa y a su pequeño hijo, se dirigió hacia el sur "en la temporada del amargo invierno" de 1636. Vagó por el desierto "terriblemente sacudido, sin saber que significaba un pan o una cama." Cuando finalmente llegó a la Bahía de Narragansett, le compró una parcela de tierra a los indios. Allí estableció un nuevo asentamiento, al que llamó "Providencia", ya que la providencia de Dios lo había guiado a través de mucha angustia.

De esa manera, Roger Williams se convirtió en el fundador de Rhode Island, la primera colonia establecida en el principio de la libertad religiosa. Los puritanos de Boston llamaron a "Rhode Island la letrina de la Nueva Inglaterra" porque permitía todo tipo de creencias religiosas y no contaba con requisitos religiosos para obtener la ciudadanía. Sin embargo, prevaleció el punto de vista Puritano. Muchos otros, sin embargo, sufrirían grandemente a causa de su fe antes de que la libertad religiosa se convirtiera en la norma del Nuevo Mundo. Por ejemplo:

• En 1651, el predicador bautista Abdías Holmes fue azotado públicamente para enseñar que el bautismo debía ser administrado por inmersión solamente a los creyentes.

• En 1654, Henry Dunster, el primer presidente de Harvard, fue presionado de oficio por objetar sobre el bautismo infantil.

• En 1660, uno de los amigos de Anne Hutchinson, Mary Dyer, quien se había convertido en una Cuáquera, fue desterrada tres veces. Ella finalmente fue enviada a la horca en Boston Common cuando no prometió nunca volver a dar testimonio de su fe. "¿Por qué no te quedas en Rhode Island?" le preguntaron sus acusadores. "No," respondió ella, "toda la tierra y su plenitud son del Señor".

Después de la Revolución Norteamericana, la libertad religiosa estuvo protegida por la Primera Enmienda a la Constitución. Pero la existencia de esclavitud planteó un dilema terrible para un pueblo que creía que sólo Dios era Señor de la con-ciencia. ¿Podía existir libertad religiosa sin una igualdad humana básica, especialmente cuando la propia Constitución consideraba a los esclavos como sólo tres cuartas partes de un ser humano?  

Del otro lado del sangriento conflicto (el cual respondió a esa pregunta desgarrando a una nación), Abraham Lincoln se remontó al ideal Puritano original sobre el plan soberado de Dios obrando entre los hombres y las naciones: "Los propósitos del Todopoderoso son perfectos y deben prevalecer, aunque los extraviados mortales puedan fallar en percibirlas con precisión de antemano – los juicios del Señor son verdaderos y justos todos juntos".

Los Cristianos de todas las épocas se han enfrentado a la difícil tarea de transmitir su fe intacta a las nuevas generaciones. Los Puritanos no fueron la excepción. A principios del siglo XVIII, el punto de vista original Puritano sobre Norteamérica como "una ciudad sobre una colina" se había opacado con el tiempo.
¿Pudo el Puritanismo sobrevivir a su propio éxito? Mientras su tarea en el desierto prosperaba cada vez más, el deseo de sus corazones por Dios parecía disminuir. Cotton Mather observó, "La piedad ha engendrado a la prosperidad, y la hija ha devorado a la madre".

Apareció una nueva forma de sermón literario llamado "jeremiada" a medida que los predicadores Puritanos lamentaban la pérdida del fervor y del celo en sus congregaciones. En la víspera del primer gran despertar, el reverendo Samuel Wigglesworth exclamó: "Contamos con una buena forma exterior de religión, pero esto no es más que los restos de lo que una vez pudimos mostrar, la sombra del pasado y la gloria desaparecida ".

En este contexto, una serie de renacimientos religiosos barrieron con las colonias Norteamericanas entre 1739 y 1745. Este "gran y general despertar", como fue llamado, tenía la intención de dejar una huella imborrable en el carácter del Cristianismo Norteamericano.


EL PRIMER GRAN DESPERTAR

El teólogo del Gran Despertar fue Jonathan Edwards, a quien Perry Miller una vez describió acertadamente como "el teólogo más grande que alguna vez haya adornado la escena Norteamericana." El precoz hijo de un ministro Congregacionalista, Edwards nació el mismo año que John Wesley, 1703. Diez años más tarde, fue llamado para suceder a su famoso abuelo, Solomon Stoddard, como pastor de la Iglesia de Northampton, Massachusetts.

Edwards era un Calvinista evangélico. Nadie antes o a partir de entonces ha escrito tan profundamente, o con tan grande claridad sobre los temas de la elección, la predestinación y la justificación por la fe. La moderna edición crítica de sus escritos llena unos 20 volúmenes robustos. ¡Pero él no era un académico viciado! Tenía un gran amor y una devoción casi mística, por Jesucristo.

Edwards habló de una experiencia que tuvo en 1737, cuando viajaba hacia el bosque a causa de su salud. Repentinamente se vio abrumado por el sentido de la gloria del Hijo de Dios.

"La persona de Cristo", dijo, "se presentó de manera inefablemente excelente en un mar de lágrimas. Llorando en voz alta, sentí que mi alma era vaciada y aniquilada; deseé yacer en el polvo y estar lleno solo de Cristo; amarlo con un amor puro y santo; confiar en Él, servirlo y seguirlo con una pureza divina y celestial".

Edwards era un completo extraño para esa separación del "corazón" y "cabeza", que tan a menudo ha plagado la religión evangélica.

El Gran Despertar llegó a Northampton en 1734 mientras Edwards se encontraba predicando una serie de sermones doctrinales sobre las cartas de San Pablo. Más tarde Edwards documentó el despertar en su Fiel Narrativa de la Sorprendente Obra de Dios: "Una gran preocupación seria sobre las grandes cosas de la religión y del mundo eterno se hizo universal en todas partes de la ciudad, y entre las personas de todos los niveles y de todas las edades. Cada día el ruido entre los huesos secos aumentaba más y más".

En el transcurso de un año, más de 300 personas fueron convertidas. El renacimiento pronto se extendió a otras ciudades del valle de Connecticut, a lo largo de la Nueva Inglaterra y de las otras colonias.

Jonathan Edwards fue el "teólogo" de el Gran Despertar. Pero su predicador y promotor más eficaz fue George Whitefield, un amigo de John Wesley. Whitefield fue quien llevó la llama del avivamiento desde Inglaterra hasta el Nuevo Mundo, predicando en cada rincón de la costa este, desde Georgia hasta Maine. Si Edwards era medido y sobrio, Whitefield era exuberante e impredecible. En Filadelfia, Whitefield predicó con gran pasión a una multitud de más de 20,000 personas. El escéptico Benjamin Franklin lo escuchó y quedó profundamente impresionado por su sinceridad y elocuencia.

Por supuesto, no todos se encontraban igualmente impresionados. Charles Chauncey, de Boston, desestimó a Whitefield considerándolo "un entusiasta delirante", cuya predicación emocional hacía mucho más daño que bien. Un día los dos antagonistas se reunieron en la calle en Boston.

"Lamento verlo regresar", le dijo Chauncey a Whitefield, a lo que Whitefield respondió, "¡También el diablo!".

Cuando murió Whitefield en 1770, un sirviente y poeta afroamericano, Phyllis Wheatley, escribió un famoso eulogio sobre el Gran Despertador:

Él deja la tierra por la altura inmensurable del cielo,
Y mundos desconocidos lo reciben desde nuestra vista.
Ahí Whitefield pasa volando con un curso rápido hacia su camino,
Y navega hacia Sion, a través de los vastos mares de día.

Los efectos del Primer Gran Despertar fueron desastrosos. La importancia de una fe personal y vivencial, "religión del corazón" (como se le nombró), se convirtió en una característica definitoria de la tradición evangélica. La necesidad de conocer verdaderamente a Dios, no de sólo saber sobre él, sería enfatizado por los despertadores y por los predicadores como Charles Finney, D.L.Moody, y, en el siglo XX, Billy Sunday (quien dijo una vez, "Ir a la iglesia no convierte a un hombre en Cristiano más de lo que ir a un establo convierte a un hombre en caballo").

El Avivamiento se convirtió en una característica importante en el panorama religioso Norteamericano.

Jonathan Edwards sin duda frunciría el ceño sobre algunas técnicas evangelistas posteriores, ya que mostraban poco aprecio a lo que él llamó "la sorprendente obra de Dios." La educación también se benefició del Gran Despertar. Nuevos colegios y escuelas iniciaron: Princeton por los Presbiterianos de Nueva Jersey, Brown por los Bautistas de Rhode Island. Otra consecuencia fue el aumento y el crecimiento de las denominaciones: los Bautistas, los Presbiterianos, y, más tarde, los Metodistas. En el juego de los números, los Bautistas se convirtieron en los mayores ganadores. En 1740, había 96 iglesias Bautistas en las colonias Norteamericanas. En 1780, había 457.

El Primer Gran Despertar dio origen a un nuevo tipo de evangelismo interconfesional a medida que los Cristianos unían esfuerzos a través de las líneas denominacionales para apoyar sociedades Bíblicas, movimientos misioneros, y obras benevolentes de todo tipo. George Whitefield hablando desde el balcón del palacio de justicia de Filadelfia en 1740, hizo sonar el llamado por la unidad de los Cristianos:

"Padre Abraham, ¿a quienes tienes en el cielo? ¿A algunos Episcopalianos?".
"¡No!".
"¡A algunos Presbiterianos?".
"¡No!".
"¿A algunos Independientes y Metodistas?".
"¡No, no, no!".
"¿A quién tienes allá?".
"No sabemos esos nombres aquí. Todos los que están aquí son Cristianos. . . ."
"Oh, ¿esto es así? Entonces Dios nos ayude a olvidar los nombres de los grupos y a convertirnos en Cristianos en obras y en verdad".

 

Última modificación: martes, 31 de octubre de 2017, 11:01