El Hermano A Quien Ves por David Feddes

Casi a todos los que conoces tienen alguna característica que no te gusta, algo que te molesta. Si conoces a alguien lo suficiente, es seguro que hará algo que te moleste, y con frecuencia no se trata solo de una actividad sino de un hábito, algo que hace una y otra vez. Cuanto mejor conozcas a alguien, mejor conocerás sus fallas. En algunos casos, también conoces cosas que te gustan que superan las fallas. Pero algunas personas no son muy agradables, y cuanto más las conoces, menos agradables las encuentras.

Mientras tanto, Dios es perfecto. Él nunca hace nada mal. Él no tiene malos hábitos. Dios es supremamente inteligente, perfectamente justo e increíblemente creativo. Dios es la fuente de la belleza, el inventor del placer, la fuente de la alegría. Dios es fuerte pero tierno, aún misericordioso, maestro de galaxias pero amigo de lo pequeño y de lo poco importante. Cuanto mejor conoces a Dios, más rasgos admirables descubres. Dios es el ser más adorable del universo.

Parecería mucho más fácil amar a Dios que amar a las personas que no son muy agradables. Pero la Biblia dice en 1 Juan 4:20: "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?". ¿Eso suena al revés? ¿No es Dios más adorable que las personas irritantes que conocemos? ¿No es posible amar a Dios sino detestar y evitar a ciertas personas?

El chico de mal semblante, de cejas pobladas, de barriga grande y de risa extraña, el tipo que siempre te interrumpe antes de que puedas terminar una oración, el tipo que piensa muy poco y bebe demasiado, el tipo que a menudo está equivocado pero nunca inseguro de sí mismo, el tipo con creencias extrañas y comportamiento repugnante, ¿no sería fácil amar a Dios sin amar a un tipo tan feo, irritante y testarudo?

¿O qué hay de esa mujer presumida con la voz quejumbrosa que chismorrea demasiado, que critica con demasiada frecuencia, que discute con una voz demasiado alta, que se disculpa muy raramente, y que también resulta ser tu esposa? Te estarás preguntando cuánto tiempo te tomará volverte loco. ¿Qué podrías haber estado pensando cuando decidiste casarte con ella? Si alguna vez la amaste, el amor se ha ido. ¿No puedes amar a Dios sin amar a esa pesadilla estridente que tienes por esposa?

¿Qué hay de esa familia con adolescentes odiosos, de la horrible música sonando terriblemente fuerte, de las personas que siempre están discutiendo contigo sobre algo, y que resultan ser tus vecinos de al lado? ¿Qué hay de los congregantes que actúan piadosamente los domingos pero tratan a los empleados como basura--y quiénes resultan ser tus jefes? Tales personas no son fáciles de amar. ¿No puedes amar a Dios sin amar a los malvados vecinos y a los codiciosos miembros de la iglesia?

Aparentemente no. Las Escrituras vinculan el amor por Dios tan estrechamente con el amor por otras personas de manera que uno es imposible sin el otro. Si no amas al hermano a quien ves, no puedes amar al Dios que no ves.

Buscando Subterfugios

¿Eso suena como algo demasiado difícil de aceptar? Es posible que desees buscar lagunas. Si las personas que más te molestan son mujeres, te alegrará que la declaración bíblica hable del hermano a quien ves y no de la hermana. Hermano significa hombre, ¿verdad? ¿Puedes salirte con la tuya detestando a las mujeres irritantes de tu vida? De ninguna manera. La Biblia usa la palabra hermano inclusivamente, lo que significa hombre y mujer, hermano y hermana.

Si te llevas bien con tu familia y con tus parientes, puedes estar contento de que la declaración bíblica hable del hermano a quien ves y no de las personas que no son tus parientes. ¿Puedes salirte con la tuya sin amar a los que no son parte de tu familia? De ninguna manera. La palabra hermano en las Escrituras cubre mucho más que parientes de sangre.

En este punto, otra laguna podría aparecer ante los eruditos y los pastores entrenados en la interpretación bíblica exacta. Los exégetas expertos saben que la Biblia a menudo usa la palabra hermanos para significar compañeros seguidores de Jesús. De hecho, eso es a lo que se refiere 1 Juan 4:20 cuando habla del hermano a quien ves. Este versículo es parte de un llamado a amar a los hermanos Cristianos, a los hermanos y hermanas en Cristo. No está hablando de un amor por todas las personas en general, sino del amor que los Cristianos tienen por otros Cristianos.

Esto es técnicamente correcto, pero ¿es una laguna no amar a algunas de las personas que conoces? ¿Está bien no amar a quienes no son Cristianos siempre que ames a las personas de la misma fe? De ninguna manera. La Biblia dice: "Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe" (Gálatas 6:10). Los Cristianos tienen una obligación especial de amar a los hermanos en Cristo, pero amar a las personas que no conocen a Cristo no es una laguna.

Ten cuidado de usar una interpretación técnicamente correcta como excusa para no amar a ciertas clases de personas. Si dices, "¿Quién es este hermano a quien debo amar?" Suenas como el erudito bíblico que una vez le preguntó a Jesús: "¿Quién es mi prójimo?" El erudito planteó esta pregunta en una discusión sobre los mandamientos del Señor de amar a Dios sobre todo y de amar a tu prójimo como a ti mismo. Este hombre sabía que había personas a las que no amaba, pero ¿no estaría bien no amarlas mientras no contaran como prójimos?

En respuesta, Jesús contó una historia sobre un hombre que fue golpeado por una banda de ladrones y abandonado al lado del camino. Un predicador pasó apresuradamente sin ayudarlo. Un líder de adoración pasó corriendo sin ayudarlo. Entonces vino un extranjero mestizo, un samaritano. Le dio primeros auxilios a la víctima, lo llevó a una posada para que se recuperara y pagó todos los gastos. Jesús concluyó la historia preguntándole al erudito: "¿Cuál de estos tres crees que era prójimo del hombre que cayó en manos de los ladrones?" El erudito solo pudo responder: "El que tuvo misericordia de él".

Jesús le dio la vuelta a la pregunta. En lugar de preguntar: "¿Quién es mi prójimo?" Y buscar lagunas, Jesús nos enseña a preguntar: "¿Cómo puedo ser un prójimo?" y buscar ayudar a los demás.

Si eres un experto sentado en una cómoda sala de conferencias analizando la pregunta "¿Quién es mi prójimo?", Podrías decidir que algunas personas (como los samaritanos de poca monta) no califican como prójimos. Podrías pensar que tu vecino es la persona más parecida a ti, la persona con la que te es más fácil encajar, tal vez un compañero de clases, un predicador o un líder de adoración.

Pero si te han robado y golpeado, si no tienes dinero y estás perdiendo sangre y podrías morir si nadie te ayuda, esto cambia la pregunta sobre el prójimo. Cuando buscas lagunas, estás ansioso por descalificar a ciertas personas para que no sean tus prójimos, para que no tengas que amarlas. Pero cuando estás desesperado en busca de ayuda, estás esperando que alguien, cualquiera, actúe como un prójimo y como un hermano para ti.

Cuando la Biblia dice: "El que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?", no busques lagunas. Incluso si ellos no se ajustan a la definición exacta de hermanos de este pasaje particular de la Biblia, incluso si los consideras no como hermanos sino como enemigos, Jesús ordena: "Amad a vuestros enemigos". No hay lagunas para no amar. Si no amas a las personas a quienes ves, no puedes amar al Dios invisible.

El Arreglador Invisible

Pero eso nos lleva de vuelta al problema con el que comenzamos. ¿No es más fácil amar a un Dios perfecto que a las personas imperfectas? No necesariamente. Dios merece amor más que nadie, pero no podemos verlo. No podemos tocarlo. No podemos hacer nada para ayudarlo porque no nos necesita. Muchos de nosotros no sabemos cómo es realmente Dios, y podemos engañarnos pensando que lo amamos cuando en realidad solo amamos a nuestra propia versión imaginaria de Dios.

De hecho, algunas de las cosas que hacen que Dios sea más digno de amor son algunas de las cosas que menos nos agradan. Como pecadores, tendemos a detestar a cualquiera que sea más santo que nosotros. Tendemos a detestar a cualquiera más inteligente, más fuerte y más capaz que nosotros. Algunas de las personas que más nos disgustan son a las que más envidiamos. Pero Dios es a quien más envidiamos de todos, incluso si no lo admitimos.

Deseamos que pudiéramos ser Dios. Deseamos que pudiéramos tener el poder de Dios para hacer lo que queramos. Deseamos que pudiéramos tener la autoridad de Dios para decidir qué está bien y qué está mal. Deseamos que pudiéramos tener la libertad de Dios para dirigir el universo de acuerdo con nuestra propia agenda. En el fondo desearíamos poder ser Dios. Nos molesta el hecho de que Dios es Dios y nosotros no. Este resentimiento contra el Dios invisible se hace presente en nuestro resentimiento hacia las personas que Dios pone en nuestras vidas.

Es fácil pensar que el amor hacia Dios radica en sentir buenas vibras hacia él, en decir algunas palabras piadosas y quizás en cantar una canción religiosa de vez en cuando. Pero una de las principales formas de mostrar un amor verdadero por el Dios invisible es amar a las personas a quienes vemos. Podrías decir: "Amo a Dios. Creo que es maravilloso. Pero deberías ver a los horribles miembros de la familia y a las personas con las que tengo que lidiar. Puedo amar a Dios sin amar a algunos de esos tontos".

Aquí hay una pregunta noble: ¿quién te puso en esa familia en particular? ¿Quién te trajo a ese barrio con esas personas irritantes calle abajo? ¿Quién te consiguió un trabajo con personas que te enfurecen? ¿Quién espera que ames a personas a las que nunca hubieras querido conocer? Fue Dios.

Dios es quien arregla tu vida. Si odias el arreglo, odias al Arreglista. Si odias a las personas que él ha puesto en tu camino, odias al Señor por ponerlas en tu camino. Según la Biblia, Dios arregla tu vida y tus relaciones. Establece el tiempo de tu vida y decide tu ubicación exacta, con la intención de que puedas desearlo y encontrarlo (Hechos 17:26-27). Dios moldea todas las cosas--incluso cada detalle de tu vida y cada relación--de acuerdo con su propósito y su plan (Efesios 1:11). Entonces, si odias la forma en que se desarrolla tu vida, y si odias a las personas en tu vida, lo que realmente odias es a Dios. No te mientas a ti mismo. Si no amas a quienes ves, no puedes amar al Arreglista invisible que hizo que esas personas sean parte de tu vida.

Icono del Dios Amoroso

Otra razón por la que no puedes amar a Dios sin amar a las personas a tu alrededor es que cada persona sirve como un ícono de Dios para los demás. La Biblia dice que Dios creó al hombre a su propia imagen y semejanza. Otra palabra para imagen es icono. La Escritura dice que es ridículo alabar a Dios con la boca y luego usar esa misma boca para maldecir a los humanos que están hechos a su imagen, quienes son sus íconos (Santiago 3:9-10). Como Dios es invisible, una forma de mostrar amor por él es amar a sus íconos.

Algunas religiones se especializan en estatuas, en representaciones, en imágenes y en íconos. Pero Dios nunca permitió que su pueblo hiciera ídolos o imágenes talladas para representar a Dios o para ser objetos de devoción. Una razón para esto es que el Dios invisible e infinito se niega a ser limitado, tergiversado o controlado por el uso de imágenes. Otra razón es que Dios ya ha hecho íconos hacia los cuales podemos mostrar nuestro amor y devoción por Dios. Nuestros compañeros humanos son los íconos de Dios para nosotros, y debemos servirle al Señor sirviéndoles. Dios no quiere que nosotros besemos imágenes de Jesús o nos inclinemos ante las estatuas que hemos hecho. Dios no quiere que amemos ni sirvamos a ningún ícono que hayamos hecho. Él quiere que amemos y sirvamos al ícono que él hace, la imagen de Dios en otras personas. Esas personas no son en realidad Dios, por supuesto, más de lo que yo soy Dios, pero debo ver a cada una como un ícono de Dios y tratarlas como quisiera tratar al Señor si estuviera en esa situación particular. Proverbios 19:17 dice: "A Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar ".

Jesús dice lo que les dirá en el fin del mundo a aquellos que son salvos que le dieron comida, ropa, refugio, amistad y hospitalidad. Ellos preguntarán: "Señor, ¿cuándo te vimos necesitado?" Jesús dirá: "En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis " (Mateo 25:40). Jesús entonces les dirá a los condenados que lo descuidaron y se negaron a ayudarlo cuando lo necesitó. Ellos dirán: "Señor, ¿cuándo te vimos y no te ayudamos?" Jesús dirá: "En cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis " (Mateo 25:45). La forma en que tratamos a otras personas es algo que Jesús toma personalmente. Tu relación con el Señor se refleja en tu trato con los demás, porque cada ser humano es ícono de Dios, creado a su imagen.

Si encuentras a algunas personas difíciles de amar, probablemente es porque su personalidad choca con la tuya y sus objetivos se interponen en tu camino. Pero si no puedes amar a alguien a quien ves debido a las diferencias entre ustedes, ¿cómo puedes amar al Dios invisible, quien es mucho más diferente? Eres mucho más como tus compañeros pecadores de lo que eres como Dios. Una parte de tu campo de entrenamiento para amar a Dios, quien es absolutamente diferente a ti, es aprender a amar a las personas que son tan solo un poco diferentes a ti.

Un ícono es una conexión física con algo espiritual. Las actitudes espirituales se reflejan en acciones físicas. Otra persona es un ícono de Dios, y sus actos materiales de amor son íconos o señales visibles de su amor por Dios. La Biblia dice,

En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad (1 Juan 3:16-18).

Si amas al Señor y te diriges al cielo, esto se refleja en la ayuda física para el hermano a quien ves. Si rechazas a Dios y te diriges al infierno, esto se refleja en tu descuido a las necesidades físicas del ícono de Dios, el hermano a quien ves.

La Marca del Amor de Dios

No puedes amar al Dios invisible pero merecedor sin amar a tu hermano a quien has visto, pero a menudo indigno. Puede parecer más fácil amar a los merecedores que a quienes no lo merecen, pero esta es la realidad: si amas a Dios en absoluto, es solo porque él te amó primero. Él te amó cuando no lo merecías. Jesús entregó su vida como sacrificio para pagar por tus pecados. Jesús no murió por ti porque lo merecieras, sino porque lo necesitabas. Y si eres salvo y el Espíritu de Cristo vive en ti, amas a los demás y te entregas a ti mismo para ayudarlos, no porque lo merezcan sino porque lo necesitan. Si has sido amado con el amor de Dios y has sido salvado por él, esa misma clase de amor fluirá a través de ti hacia los demás. En 1 Juan 4, la Biblia dice,

Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo... Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano." (1 Juan 4:19-21).

Si no amas a los demás, no amas a Dios. Ni siquiera lo conoces. Si no defiendes a los débiles y ayudas a los necesitados, ni siquiera conoces al Todopoderoso. La Biblia dice acerca de un gobernante piadoso: "¿No hizo juicio y justicia, y entonces le fue bien? El juzgó la causa del afligido y del menesteroso, y entonces estuvo bien. ¿No es esto conocerme a mí? " Declara el Señor (Jeremías 22: 15-16). Si crees que conocer a Dios es una cuestión de sentimientos o experiencias místicas, piénsalo de nuevo. Dios dice que hacer lo correcto y ayudar a los necesitados es conocerlo a él.

Cuando conoces a Dios, sabes que él ayuda a los indefensos porque te ayudó cuando estabas indefenso. Cuando conoces a Dios, sabes que él perdona a los que no lo merecen porque te perdonó cuando no lo merecías. Cuando conoces a Dios, sabes que él ama a sus enemigos porque te amó y derramó su sangre por ti cuando aún eras su enemigo. Cuando conoces a Dios y experimentas su amor, mostrarás ese amor hacia los demás.

Bajando por una Chimenea.

Para mostrar amor por Dios, comienza amando a los más cercanos a ti. Nuestra primera presentación ante otras personas, y la primera prueba de amor para Dios, es la vida familiar. Una forma de medir cuánto honras a Dios es cuánto honras a tus padres. Si no amas y honras a tus padres puedes ver que no puedes amar al Padre celestial a quien no puedes ver. ¿Qué tan bien te llevas con tus hermanas y hermanos? ¿Qué tanto peleas y discutes con ellos? ¿De verdad te preocupas por tu familia ampliada? La familia es la primera prueba de amor por Dios y por la humanidad.

Algunas personas dicen ser grandes amantes de la humanidad. Tienen amigos con ideas afines que comparten sus intereses y cuya compañía les agrada. Tienen ideales para la sociedad y les agradan aquellos que comparten sus ideales. Pero muchos de estos idealistas y amantes de la humanidad no pueden soportar a sus propios familiares, y eso me hace dudar de si son tan grandes amantes de la humanidad después de todo. No amas a la humanidad si solo amas a algunos de tus seres humanos favoritos elegidos a mano, pero no amas a aquellos que son parte de tu vida sin tu elección.

El escritor británico G. K. Chesterton escribió, "La mejor manera en la que un hombre podría poner a prueba su disposición para enfrentar la variedad común de la humanidad sería descender a cualquier casa al azar y embarcarse lo mejor posible con las personas que están dentro. Y eso es esencialmente lo que cada uno de nosotros hicimos el día en el que nacemos". Salir del canal de parto de tu madre fue como bajar por una chimenea hacia una casa que no elegiste y aterrizar entre personas que no conocías. Ellas son las primeras personas a quienes debes aprender a amar. Cualquiera que no ama a su familia, a quien ha visto, no puede amar a la humanidad en general, a quien no ha visto y a quien realmente no conoce. Y ciertamente no puede amar a Dios. La falta de amor y cuidado por los parientes y la familia inmediata hace que una persona sea peor que alguien que no cree en Dios en absoluto (1 Timoteo 5: 8).

Amar al mundo

El amor por la humanidad comienza en casa, pero no se detiene allí. Si conoces a Jesús, el amor va más allá de la familia biológica para incluir a la familia de Dios. Sientes un afecto especial por tus hermanos Cristianos y una obligación especial de ayudar a los seguidores de Jesús necesitados. Incluso entonces, no has llegado al límite del amor.

Tú eres directamente más responsable de algunas personas que de otras, pero nunca eres libre de descartar a alguien o de despedir a una clase completa de personas más allá de los límites de tu amor. La Biblia dice que Dios amó al mundo, y nuestro amor, al igual que el de Dios, debe ser mundial y no debe estar limitado a nuestro propio grupo o nación. Como individuos, debemos mostrar amor, e incluso como sociedades y naciones, debemos construir políticas para ayudar a los demás, y no simplemente aprovecharnos de ellos.

¿Qué pasaría si un funcionario de gobierno de alto rango declarara que su objetivo principal era mantener a su nación rica a expensas de las naciones pobres? ¿Qué pasaría si un país se autoproclamara una tierra de oportunidades, de libertad y de derechos humanos, pero dijera que esas cosas son irrelevantes para tratar con otras naciones? Decir tales cosas abiertamente sería una mala política para un gobierno. Pero en un memorándum confidencial de 1948 que luego fue desclasificado, George Kennan, el jefe de personal de Planificación de Políticas del Departamento de Estado de los EE. UU. en su momento, declaró:

Tenemos aproximadamente el 50% de la riqueza mundial, pero solo el 6.3% de su población ... En esta situación, no podemos dejar de ser objeto de envidia y resentimiento. Nuestra verdadera tarea en el próximo período es diseñar un patrón de relaciones que nos permita mantener esta posición de disparidad sin un perjuicio positivo para nuestra seguridad nacional. Para hacerlo, tendremos que prescindir de todo sentimentalismo y de soñar despiertos; y nuestra atención tendrá que concentrarse por todos lados en nuestros objetivos nacionales inmediatos. No necesitamos engañarnos a nosotros mismos acerca de que hoy podemos permitirnos el lujo del altruismo y la benevolencia mundial ...   Deberíamos dejar de ponernos en la posición de ser el guardián de nuestros hermanos y abstenernos de ofrecer consejos morales e ideológicos. Deberíamos dejar de hablar de objetivos vagos e irreales como los derechos humanos, el incremento de los niveles de vida y la democratización. No está lejos el día en el que vamos a tener que lidiar con los conceptos de poder directo. Mientras menos nos veamos obstaculizados por lemas idealistas, mejor. (Estudio de Planificación de Políticas 23, 24 de febrero de 1948).

Alguien que quisiera expresar ese enfoque político con un simple lema diría: "Se trata de la economía, estúpido". Si alguien hubiera acusado a los Estados Unidos de tratar de permanecer rico manteniendo pobres a los demás o desechando los ideales que dicen defender, los Estadounidenses hubieran podido objetar que la acusación fue injusta y que el acusador era un radical antiamericano. Pero esa no era una acusación disidente, era un documento de política. Estoy seguro de que no todos los líderes del gobierno se sentían de esta manera, pero no era solo una persona de bajo nivel la que pidió usar el poder para mantener una gran ventaja de riqueza. George Kennan tal vez fue el principal pensador de la política exterior Estadounidense durante el último medio siglo.

Tal enfoque implica el amor al dinero y la confianza en el poder, no el amor a las personas o la confianza en Dios. Una nación que solo se preocupa por sí misma y se aprovecha de los demás debe arrepentirse o perecer. Un individuo que solo se preocupa por sí mismo y se aprovecha de los demás debe arrepentirse o perecer.

En nuestros hogares, en nuestros vecindarios e iglesias, en nuestra propia nación y en las relaciones con otras naciones, Dios nos llama a amarlo amando al hermano a quien vemos. Ya sea haciendo actos personales de amor por un individuo o buscando justicia pública en los asuntos de las naciones, nuestra relación con Dios se vuelve visible en la forma en que nos relacionamos con los demás. Ama a Dios amando al hermano a quien ves.

Este mensaje fue preparado originalmente por David Feddes para los Ministerios de Regreso a Dios. Usado con permiso.

 

Modifié le: mercredi 20 décembre 2017, 08:17