Isaías 53:12

Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores. 

Mateo 5:23-25

Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.

2 Corintios 5:21

Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Efesios 5:8-10

Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor.

Colosenses 2:13, 14

Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz.

Reflexión

Jesús, por medio de su encarnación, crucifixión y resurrección, se identifica verdadera y completamente con el perpetrador y con la víctima. En la cruz, Jesús asume nuestra responsabilidad como perpetrador y nuestro trauma como víctima. En la cruz, Jesús salva tanto al perpetrador como a la víctima.

Con esto en mente, en esta lección nos enfocaremos en la justicia y en el amor por aquellos que han hecho mal. ¿De qué manera la justicia y el amor de Dios "se encuentran y concuerdan" para los perpetradores de malas acciones, delitos y daños? ¿Cómo es que Jesús carga con nuestra responsabilidad como pecadores y nos salva? ¿Cómo podemos nosotros, como aquellos que hemos herido a otros, participar en los esfuerzos redentores de Jesús?

En la cruz, Jesús llevó el juicio que nosotros merecíamos. El Nuevo Testamento se refiere a lo que Jesús hizo a nuestro favor en formas ricas y diversas: una ofrenda por el pecado como el Cordero de Dios; nuestro sustituto en el castigo; el Hijo de Dios perfectamente obediente; el libertador que nos rescata del reino de la oscuridad; el conquistador y captor del pecado y de la muerte; el sirviente que se vacía a sí mismo; el amante de nuestras almas; y más. Todo apunta hacia la misteriosa pero profunda verdad de que Jesús, totalmente en armonía con la naturaleza y con los propósitos de Dios, tomó sobre sí mismo nuestro pecado y sus consecuencias para poder revertirlos por completo y finalmente.

Esto significa que hay un reconocimiento pleno del pecado y de sus consecuencias. Ningún malhechor, ni perpetrador de pecado y de crimen puede evadir o minimizar lo que ha hecho.

Tenemos muchos instrumentos mediante los cuales buscamos evitar la responsabilidad tanto dentro de nosotros mismos como ante los demás. Culpamos a nuestras circunstancias. Culpamos a otras personas. Nos enfocamos solo en nuestras propias necesidades y deseos. Endurecemos nuestros corazones ante los sentimientos de los demás. De esta y otras formas, negamos la realidad de nuestra fechoría o tratamos de justificarla. Nos excusamos de la culpa.

La cruz de Jesús no nos permite descansar en estos instrumentos. La cruz condena quiénes somos y qué hacemos cuando nos rebelamos contra Dios y contra su buen orden para los demás y para nosotros mismos. Al mismo tiempo, la cruz nos rescata de la desesperación y de la desesperanza. Ningún malhechor está más allá del perdón y del amor de Dios.

¿Cómo podemos nosotros, como aquellos que cometemos errores y por lo tanto perjudicamos a otros y a nosotros mismos, vivir tanto en la justicia como en el amor de la cruz? Lo hacemos mediante la confesión, el arrepentimiento, la enmienda y la transformación.

Un malhechor participa en la justicia salvadora de Dios en Jesús al reconocer sus actos mediante la confesión. Al renunciar al comportamiento similar de arrepentimiento en el futuro y al tomar medidas para que sea menos probable que se repita la fechoría. Luego, la persona participa en actos específicos y concretos para asumir la responsabilidad y para hacer las paces con respecto a la víctima (por ejemplo, a través de la restitución o de medios similares).

La transformación requiere que el malhechor participe en la transacción salvífica de Jesús al "morir y resucitar" espiritualmente. Esto ocurre al aceptar o al recibir el amor sacrificial de Dios en Jesús. El viejo yo pasa; el nuevo yo comienza a emerger. La transformación se muestra cuando el malhechor adquiere empatía con la víctima de la ofensa. Cuando el malhechor busca reparar el daño a la víctima. Cuando el malhechor determina vivir de formas nuevas.

Sin embargo, un individuo no puede hacer estas cosas solo. En la próxima lección, exploraremos las formas en las que una comunidad puede ayudar por medio de vivir la justicia y el amor hacia aquellos que lastiman y hacia aquellos que causan daños.

Usado con permiso - www.restorativejustice.org - un Ministerio de Confraternidad Carcelaria Internacional

 

Última modificación: miércoles, 26 de octubre de 2022, 09:45