Revista Historia Cristiana, Número 96

UN DIOS, UN CRISTO, UNA SALVACIÓN

Por D. Jeffrey Bingham

Ireneo el "pacificador" fue el mejor guerrero de la iglesia primitiva en contra de la herejía Gnóstica.


[Los gnósticos] se desviaron de la verdad, porque su doctrina se aparta de Él, quien es el Dios verdadero, habiendo ignorado a su Verbo Unigénito, quien siempre está presente con la raza humana, unido y mezclado con su propia creación, según la voluntad del padre, y aquel que se hizo carne, es el mismo Jesucristo nuestro Señor, quien también sufrió por nosotros y resucitó en representación nuestra, y quien de nuevo vendrá en la gloria de su padre, para levantar toda carne, para la manifestación de la salvación, y para aplicar el decreto del juicio justo a todos los que fueron han hecho por él. --Ireneo, Contra los Herejes

En el año 177, Potino, obispo de Lyon (en la Francia moderna) de 90 años de edad, murió después de que los romanos lo golpearan durante dos días. El crimen Potino: insistir que Cristo era el dios de los cristianos. Una terrible persecución había caído sobre los cristianos de Lyon y de la vecina ciudad de Vienne, unas 16 millas al sur de la orilla oriental del río Ródano. Los cristianos eran quemados vivos en el anfiteatro. La joven sirviente Blandina, después de muchos tormentos, finalmente fue herida de muerte por el cuerno de un toro. Cada mártir se sacrificó en imitación a la pasión de Cristo, el Dios encarnado, en la esperanza de la resurrección. Tan fundamental y generalizada fue su fe sobre la resurrección, que los romanos incineraron los cadáveres de los mártires y dispersaron las cenizas en el río para derrotar toda noción de que los cristianos fueran levantados corporalmente de sus tumbas.

El sucesor de Potino fue nombrado Ireneo, que significa "hombre de paz", y el historiador primitivo Eusebio distinguió a Ireneo como un pacificador en consonancia con su nombre. Pero este pastor conciliador y diplomático fue también el oponente del gnosticismo más informado, más prolífico, y teológicamente más profundo de la iglesia del siglo segundo.

Anteriormente los líderes cristianos como Ignacio de Antioquía y Justino Mártir se opusieron a las falsas enseñanzas que se asemejaban al Gnosticismo, pero Ireneo fue único en el estudio cuidadoso de los mitos gnósticos (especialmente aquellos enseñados por Valentino) y en su inmensa e incansable respuesta.


GENEALOGÍA APOSTÓLICA

Ireneo nació en Esmirna en algún momento entre el año 130 y el año 140--Actualmente la ciudad de Esmirna, en Turquía. A medida que uno pasea por las ruinas del antiguo mercado con sus impresionantes columnatas, no es difícil imaginar al joven Ireneo saltar por el Altar de Zeus u observar al obispo Policarpo de Esmirna, en medio de un debate teológico con el futuro presbítero romano, Florino, quien posteriormente abrazaría las ideas gnósticas de Valentino. Durante su juventud, Ireneo aprendió los componentes clave de la fe cristiana bajo la enseñanza de Policarpo, quien había sido enseñado por el apóstol Juan y por otros que habían visto a Cristo.

El martirio nunca estuvo lejos de Ireneo. Policarpo fue asesinado en febrero del año 155/56. Un relato dejado por la Iglesia de Esmirna, El Martirio de Policarpo, proporciona una muestra de la fidelidad de un viejo hombre que se vio a sí mismo como partícipe de los sufrimientos de Cristo y con la esperanza de la resurrección del cuerpo.

Ireneo partió de Esmirna a Lyon (entonces llamada Lugdunum) y se convirtió en presbítero. Él fue un emisario de confianza y paz, y en al menos dos ocasiones representó a la iglesia en controversias doctrinales y litúrgicas. La gran persecución de los cristianos en Lyon ocurrió durante una de sus misiones diplomáticas en Roma y, por lo tanto, cuando regresó, fue nombrado obispo en lugar de Potino.

Ireneo escribió una serie de libros durante su función pastoral, incluida La Prueba de la Predicación Apostólica, una breve presentación de la fe cristiana. Pero su mayor obra literaria fueron los cinco volúmenes Contra los Herejes, escritos alrededor del año 180 en respuesta a los gnósticos y también al hereje Marción. Esta obra aún es valorada en nuestros días, no sólo porque es un ejemplo temprano de la interpretación bíblica y de la teología cristiana, sino también porque ofrece un cuidadoso recuento de una amplia variedad de creencias Gnósticas. Ireneo abrió nuevos horizontes al consultar a los maestros gnósticos y al leer su literatura para entender sus enseñanzas. Él ocasionalmente exageraba sus descripciones por el bien del argumento, pero ahora que tenemos acceso a muchas de las escrituras gnósticas de la colección Nag Hammadi, sabemos que sus representaciones del Gnosticismo generalmente eran muy precisas.


LOBOS VESTIDOS DE OVEJA

Con su corazón pacifico, Ireneo se opuso a los Gnósticos no por el afán del poder sino por la preocupación de su salvación. Él quería, dijo, "hacerlos volver a la verdad" y "llevarlos a un conocimiento salvífico sobre único Dios verdadero".

Además, él era un pastor con una responsabilidad de cuidar de su rebaño. Sus oponentes eran miembros seductores de su comunidad, alejados de la fe apostólica con un mensaje que sonaba verdadero, pero que no lo era. Por lo tanto, consideraron a los gnósticos como falsos maestros que habían revestido inteligentemente y artísticamente un sistema singular teológico a través de un disfraz engañoso y seductor. "Error", señaló, "De hecho, nunca se ha publicado en su desnuda deformidad, a fin de que, siendo de esa manera expuesto, pudiera ser detectado de una sola vez. Pero esto se encuentra astutamente adornado con un vestido atractivo, de manera que, por su forma exterior, le pueda parecer al inexperto ... más verdadero que la verdad misma".

Conforme escribía estas palabras, Ireneo tenía en mente la advertencia de Jesús en Mateo 7:15 acerca de los falsos profetas, que vienen vestidos de ovejas, pero que interiormente son lobos rapaces. Los Gnósticos frecuentemente sonaban y actuaban igual que los cristianos ortodoxos. Leían la Biblia, usaban la Biblia, y citaban la Biblia. Pero la forma en la que entendían la Biblia, la forma de darle un significado, difería radicalmente de las perspectivas de Ireneo, Potino, Policarpo, y Juan.

Ireneo creía que existía una línea de tradición ininterrumpida desde los apóstoles, hacia aquellos a quienes enseñaron y, finalmente, hacia él y hacia otros líderes cristianos. Los Gnósticos interpretaban las Escrituras de acuerdo a su propia tradición. "Sin embargo, al hacerlo," advirtió Ireneo, "ellos no toman en cuenta el orden y la conexión de las Escrituras y ... desmiembran y destruyen la verdad." Así que mientras su teología bíblica en un principio pudiera parecer la joya preciosa de la ortodoxia, era en realidad una imitación de cristal. Puestas correctamente, dijo Ireneo, las partes de las Escrituras eran como un mosaico en el que las joyas o azulejos forman el retrato de un rey. Pero los gnósticos reordenaron los azulejos en forma de un perro o de un zorro.

Como pastor, entonces, Ireneo escribió Contra las Herejías, a fin de describir las herejías que amenazaban a su congregación y para presentar la interpretación apostólica de las Escrituras. Él reveló el engaño disimulado por lo que éste era y presentó la tradición apostólica como un recordatorio de la salvación a los fieles.


Dios Se Hizo Carne

Los Gnósticos, que amenazaron la comunidad de Ireneo tendían a dividir las cosas hacia dos realidades--una buena, y otra mala. En respuesta a tal dualismo, Ireneo presentó la unidad de la fe apostólica.

Por ejemplo, los oponentes de Ireneo dividieron a "Cristo" de "Jesús." Cristo, dijeron, era un ser espiritual divino del reino celestial (el Pleroma, o "plenitud") quien realmente no fue encarnado, así que realmente no pudo haber sufrido. Él no fue verdaderamente humano, sino que sólo parecía ser humano o habitó temporalmente en un humano llamado "Jesús".

Sin embargo, Ireneo estaba demasiado familiarizado con la amenaza constante del martirio como para permitir que tal dualismo engañara a su rebaño. La verdadera cruenta pasión y muerte de Cristo eran elementos los fundamentales de la fe cristiana. El martirio la imitaba, y los cristianos la confesaban en el bautismo y durante el culto. Ireneo respondió con una fuerte afirmación bíblica acerca de que Jesucristo era una persona, divina y humana a la vez, y que él realmente fue crucificado.

Esto era lo que les brindaba consuelo a aquellos que sufrieron el martirio: "[Cristo] conocía, por lo tanto, a aquellos que sufrirían persecución, y a aquellos que serían azotados y asesinados a causa de él; y él no habla de cualquier otra cruz, sino del sufrimiento al que él debía someterse primero, y al que se someterían posteriormente sus discípulos".

En la raíz del mito gnóstico Valentiniano conocido por Ireneo había una división entre dos Dioses: el Padre supremo y trascendente revelado por Cristo, y el arrogante Demiurgo, creador del mundo físico, quien fue identificado con el Dios de los judíos del Antiguo Testamento. Por lo tanto, los gnósticos dividieron la realidad en dos reinos opuestos--el mundo celestial de seres espirituales (denominados "eones") y el mundo material de árboles, piedras, tierra, carne y sangre.

En contraste con esto, Ireneo declaró: "Pero hay un solo Dios ... Él es el Padre, Él es Dios, el Fundador, el Hacedor, el Creador, ... Él es aquel que la ley proclama, aquel que los profetas predican, aquel que Cristo revela, aquel que los Apóstoles nos dan a conocer, y aquel en quien la Iglesia cree." Estas palabras revelan otro asunto importante para Ireneo: la armonía entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, entre los profetas y apóstoles. El creador del que habla Moisés es el Padre revelado en Cristo. Su plan de redención ha sido el mismo a lo largo de la historia.

Los Gnósticos Valentinianos también enseñan que, debido a que el mundo material fue creado por un impostor, una deidad ignorante, éste no tenía ningún valor y debía perecer. El cuerpo humano, como parte del mundo material, nunca podría ser inmortal. Esta es la razón por la que Cristo no podía haber sido verdaderamente humano y el motivo por el cual los gnósticos creían que no habrá resurrección corporal o redención del orden creado. La salvación era puramente espiritual.

Pero según Ireneo, la persona "espiritual" se compone de la "unión de la carne [material] y del espíritu [humano], recibiendo el Espíritu de Dios." Dios creó el mundo físico y es por eso que el mundo tiene valor y será redimido y renovado algún día. Dios creó el cuerpo humano, y el cuerpo será levantado nuevamente incorruptible e inmortal.

Contra los Valentinianos, Ireneo recalcó el ministerio redentor sobrenatural del Espíritu Santo, que renueva tanto el cuerpo como el espíritu. Este ministerio del Espíritu Santo fortaleció a los mártires para dar testimonio hasta la muerte por la esperanza de la resurrección. Esta promesa se basa en la realidad de la encarnación de Cristo: "Porque si la carne no estuviera en condiciones de ser salva, la Palabra de Dios de ninguna manera se habría hecho carne".


La Fe que Salva

Los Gnósticos tenían una comprensión elitista de la salvación; la humanidad se dividía en dos categorías, los "espirituales" que pertenecían al padre y los "materiales" que pertenecían al Demiurgo. Como "espirituales", los Gnósticos creían que estaban destinados a la salvación debido a la chispa divina dentro de ellos (a diferencia del resto de la humanidad, que se encuentra dormida y no tiene esperanza).

No era así para Ireneo. Todos los seres humanos han caído--muertos en sus pecados-- y tienen necesidad de la redención. La salvación no es una cuestión de destino, sino de fe. El Hijo eterno de Dios, que se hizo hombre, reconcilió a Dios con la humanidad. Aquellos que creen en él, tienen la vida del Espíritu Santo en ellos- y sólo ellos pueden ser llamados "espirituales": "Como muchos que temen a Dios y que confían en el advenimiento de su Hijo, y quienes a través de la fe establecen el Espíritu de Dios en sus corazones—tales hombres apropiadamente serán llamados 'puros' y 'espirituales' y 'aquellos que viven para Dios', porque poseen el Espíritu del Padre, que purifica al hombre y lo levanta a la vida de Dios".

De esta manera vemos en Ireneo las grandes doctrinas ortodoxas de la unidad: un Dios que es Padre y Creador de todas las cosas inmateriales y materiales, y que orquesta una historia armoniosa de revelación y redención; un salvador, que es tanto espíritu divino como carne humana, tanto Cristo como Jesús; una naturaleza humana, la cual es tanto espiritual como carnal; una salvación tanto en el reino espiritual como en el reino material, la cual es por fe.

Estas fueron las doctrinas que recibió Ireneo de quienes le transmitieron la enseñanza apostólica. Esta fue la ortodoxia que protegió a su rebaño en contra de los lobos de la herejía y que les dio a Policarpo y a los mártires de Lyon y de Vienne la fe para soportar hasta el final.


D. Jeffrey Bingham es director y profesor de teología en el Seminario Teológico de Dallas

 

Revista Historia Cristiana, Número 80

La Partera de la Biblia Cristiana

Por Fr. John Behr

Ireneo identificó los libros del Nuevo Testamento y, posteriormente, le mostró a la iglesia cómo concordaban con los del Antiguos Testamento.


IRENEO FUE UN VINCULO VIVO hacia los apóstoles. Aunque llegó a ser obispo de Lyon, en Francia, él era originario del Este. Probablemente nació en Asia Menor (Turquía moderna) alrededor del año 130-140 D.C. De joven había visto y escuchado a Policarpo de Esmirna, quien, al igual que Ireneo, había recibido las cosas referentes al Señor de "los testigos oculares de la Palabra de Vida" (el nombre de Juan, el discípulo, a menudo es mencionado como uno de ellos).

Ireneo utilizó estos informes de Jesús, dados "según las Escrituras" e impartidos inicialmente por los Apóstoles, para defender la verdad del cristianismo en contra de una variedad desconcertante de principios anti cristianos y de grupos heréticos. De la manera en la que lo hizo, le brindó a la iglesia una visión clara del marco escritural de su fe.

En el corazón de esta visión se encontraba la enseñanza de Ireneo sobre el uso correcto del Nuevo y del Antiguo Testamento. Antes de Ireneo, no existía el Nuevo Testamento. Él es el primer escritor cristiano en usar, como escrituras, casi todos los libros que se encuentran en nuestro actual Nuevo Testamento. Y él insistió en que estos libros podían ser utilizados correctamente sólo por aquellas personas que aceptaran cuatro autoridades:

1. La "regla [canon] de la verdad"; es decir, la creencia en un dios, un hijo, y un santo Spiritthe como base de los credos posteriores.

2. Todo el cuerpo canónico de las Escrituras, Antiguas y Nuevas.

3. La tradición apostólica; es decir, la señal enseñada, de una vez por todas, por los apóstoles y conservada de forma intacta en la iglesia hasta el presente, refiriéndose a la contemplación de Cristo de acuerdo las Escrituras.

4. Los obispos cuyas vidas como sucesores directos de los apóstoles, le proporcionaron a la iglesia un testimonio visible acerca de que la verdadera enseñanza de Cristo estaba siendo conservada y predicada.

Por toda su importancia crucial, sabemos muy poco sobre la vida de Ireneo. En su viaje hacia el oeste, probablemente visitó Roma, donde pudo haberse encontrado con profesores como el apologista Justino Mártir.

Él probablemente también dirigió la iglesia en Vienne (cerca de Lyon) durante una violenta persecución en el año 177 y, a después, asumió la responsabilidad por la comunidad de Lyon, cuando su obispo Potino, fue encarcelado en espera del martirio.

Ireneo es recordado como un mártir, aunque esa afirmación se remonta a mucho tiempo después de su muerte, que no puede ser fechada con precisión. Sólo dos de sus escritos han sobrevivido. El primero es la colección de cinco libros titulada La Refutación y el Derrocamiento del Falsamente así Llamado Conocimiento, también conocido como Contra las Herejías. La otra, La Demostración de la Predicación Apostólica, fue descubierta sólo a principios del siglo XX.


Uniendo Correctamente la Palabra

La Demostración de la Predicación Apostólica ofrece la mejor comprensión sobre la visión de Ireneo. Aquí se vincula la predicación de los Apóstoles--los escritores del Nuevo Testamento—con su origen en la ley, los salmos y los profetas.

Primero él describe la fe transmitida por los ancianos, quienes habían conocido a los apóstoles, representada en los tres artículos del "canon de la fe" el único Dios y Padre; el único Señor, Jesucristo crucificado y resucitado; y el único Espíritu Santo.

Enseguida él relata, a través de los grandes discursos apostólicos de los hechos, la narración bíblica de la obra de la salvación de Dios que culmina en Cristo. Por último, demuestra que lo que los apóstoles proclamaron como cumplido en Cristo, determinado como está en las Escrituras, ciertamente estaba profetizado en las Escrituras.

Ireneo subraya la manera en la que los mismos apóstoles usaron las Escrituras: siguiendo la proclamación de Pablo de que Cristo murió y resucitó según las Escrituras (1 Cor. 15:3-5), los cuatro evangelios canónicos centran sus hechos sobre Jesús en la Pasión, y siempre cuentan la historia con referencias a las Escrituras Hebreas. Ni Marción ni escrituras Gnósticas como el Evangelio de Tomás utilizan la escritura de esta manera para anunciar a Cristo.

Ireneo critica a los herejes a razón de que ellos han "ignorado el orden y la conexión de las Escrituras", ellos han, él acusa, reordenado a los miembros del cuerpo de la verdad, tanto como lo hacen aquellos que toman el mosaico de un rey y reorganizan las piedras para formar la imagen de un perro o de un zorro, afirmando que esa es la imagen original. Quienes conocen el "canon de la verdad", impartido en el bautismo, serán capaces de restaurar los pasajes a su debido orden, a fin de revelar la imagen del Rey.

El "canon de la verdad" funciona de manera muy similar al "patrón de las sanas palabras" en el que Pablo exhorta a Timoteo a mantenerse firme (2 Tim. 1:13). Al sujetarse a este canon, los cristianos pueden proclamar en un contexto cambiante continuo el mismo evangelio que fue preservado por la “tradición" en la Iglesia.

De esta manera, Cristo es, para Ireneo, el tema de toda las Escrituras. Los apóstoles lo proclamaron con referencia a las Escrituras. Los profetas vieron al "el Hijo de Dios como hombre conversando con los hombres; ellos profetizaron lo que iba a suceder declarando que aquel que habita en los cielos había descendido al 'polvo de la muerte'" (Sal. 21,16; Septuaginta). Cristo aún no estaba presente, pero su pasión salvífica ya era el tema de las palabras y visiones de los profetas".


Jesús lo Escribió Todo

Jesucristo no solo es el tema de las Escrituras desde el principio hasta el final, sino que también es su autor absoluto: Ireneo retoma la afirmación de Jesús que dice "porque de mí escribió él [Moisés]." (Juan 5,46) para dar a entender que: "los escritos de Moisés son sus palabras", y luego se extiende para incluir "las palabras de los otros profetas." Por lo tanto, Ireneo insta a Marción, "lee con serio cuidado el evangelio que nos ha sido dado por los apóstoles, y lee con seria atención a los profetas, y descubrirás que toda la conducta, toda la doctrina y todos los sufrimientos de nuestro Señor, fueron anunciados a través de ellos".

"Si alguien lee las Escrituras de esta manera", Ireneo afirma, "va a encontrar en ellas la palabra sobre Cristo y una prefiguración del nuevo llamando." Al hacer uso de la imagen de Cristo como un tesoro escondido en un campo (Mat. 13:44), al cual los discípulos son enviados para cosechar lo que otros han sembrado (Juan 4:35-8), Ireneo sugiere que Cristo mismo es el tesoro, escondido en las Escrituras, en los tipos y parábolas, en las palabras y acciones de los patriarcas y profetas, que prefiguran lo que iba a suceder en, y a través de Cristo en su advenimiento humano, como lo cita el Evangelio. A través de sus escritos, los patriarcas y los profetas han preparado al mundo para el advenimiento de Cristo, por lo que el campo está listo para la siega.

Antes de su consumación en el advenimiento de Cristo, estos tipos y profecías no podían entenderse. Pero ahora la cruz arroja luz sobre estos escritos, revelando lo que en realidad significan y cómo, de este modo, son la Palabra de Dios. Para aquellos que leen las escrituras sin conocer la "explicación" (literalmente "exégesis") de aquellas cosas que pertenecen a Cristo, las Escrituras sólo permanecen como fábulas. Sin embargo, aquellos que leen las Escrituras con entendimiento serán iluminados y brillarán como las estrellas del cielo.


John Behr es profesor asociado de patrología en el Seminario Teológico Ortodoxo de San Vladimir, Crestwood, Nueva York.

 

Last modified: Wednesday, September 27, 2017, 8:14 AM