LA HISTORIA DEL CRISTIANISMO: LA IGLESIA PRIMITIVA

Dr. Timothy George

GUION DEL PROGRAMA

La historia del cristianismo se encuentra inextricablemente entretejida en la persona y en la obra de Jesucristo. En uno de los primeros documentos del Nuevo Testamento, San Pablo les escribió las siguientes palabras a los cristianos de Galacia: "Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley" (Gal. 4:4).

En el cumplimiento de los tiempos. Hay dos palabras separadas para tiempo en el Nuevo Testamento. Está chronos, de la cual se derivan las palabras "crónica" y "cronología". Chronos es el tiempo que puede ser medido, contado, dividido en minutos, horas, meses, años, siglos, y así sucesivamente. Chronos es el sonido de la alarma de un reloj despertador por la mañana o de un cronómetro durante una carrera. Es tiempo que tú y yo vivimos y presenciamos, constantemente.

Pero hay otra palabra para tiempo: kairos. Kairos significa el momento oportuno, el momento adecuado, el tiempo que está cargado de sentido y de significado.

La fe cristiana se basa en el hecho de que, el evento de Jesucristo--su vida, su muerte y su resurrección--ha cambiado para siempre el sentido del tiempo y de la historia. Como lo señaló San Juan: "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Juan 1:14). En Jesús, el Chronos se convirtió en kairos. Tan importante fue ese evento para toda la historia del mundo, que posteriormente, hemos dividido el tiempo en A.D. (Anno Domini, en latín "en el año del Señor") y en D.C.

El estudio de la historia cristiana se encuentra arraigado en la presuposición más básica de nuestra fe, es decir, que el Mismo Dios, ha entrado en el fundamento de nuestra existencia humana tanto en la forma de un bebé en un pesebre, como en la forma de un hombre en una cruz. Y por lo tanto, el estudio de la historia cristiana no es un lujo sino una necesidad. Para el cristianismo no es principalmente una filosofía de vida o un código de conducta o incluso un conjunto de rituales. Es la historia de lo que Dios ha dicho y hecho, en el espacio y en el tiempo, en la persona de su hijo en la tierra, y en la obra de su Espíritu, a través de los siglos.

La palabra "iglesia" aparece sólo dos veces en los Evangelios, ambas ocasiones en Mateo. Un texto que ha sido especialmente recordado a través de los siglos. En respuesta a la confesión de Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente", Jesús dijo, "sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella" (Mt. 16:18).

La historia del cristianismo es, en cierta medida, la historia del cumplimiento de esa profecía. El Cristianismo comenzó como una pequeña secta dentro del judaísmo palestino. A finales del primer siglo, ya se había convertido en una fuerza importante dentro del Imperio Romano. Cuando Jesús murió, el gobernador romano, Poncio Pilato, exigió que las palabras, "Este es Jesús, el Rey de los judíos", fueran inscritas en su cruz en tres idiomas: hebreo, griego y latín. Estos tres idiomas representaron los tres mundos a los que los primeros cristianos llevaron su mensaje de un Redentor crucificado y resucitado.


EL MUNDO DE LA RELIGIÓN HEBREA

Jesús fue judío, así como lo fue su mayor intérprete, el Apóstol Pablo. Cuando Pablo le recordó a su joven discípulo Timoteo, cómo, desde su infancia, había conocido las Sagradas Escrituras a través de las cuales él había aprendido el camino de la salvación, él se refería, naturalmente, a las Escrituras Hebreas que los cristianos consideraban la Palabra inspirada de Dios cumplida en Cristo Jesús. Una de las decisiones más importantes de la iglesia primitiva fue la conservación del Antiguo Testamento como la escritura cristiana. Por encima de todo lo demás, esto significaba que el Dios de la creación, el Dios de la alianza, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, no era otro que el Dios y el Padre del Mesías, Jesús.


El MUNDO DE LA CULTURA GRIEGA

Desde los tiempos de Alejandro Magno, 300 años antes de Cristo, el mundo mediterráneo había estado agrupado en una unidad intelectual y cultural común a la que llamamos helenismo. Una nueva forma de la lengua griega, el koine, o lengua común, entró en uso general. Los escritores del Nuevo Testamento utilizaron el koine griego para difundir el mensaje de Jesús a través de todo el Imperio Romano. El cristianismo también tuvo que enfrentarse con la tradición filosófica griega, el patrimonio intelectual de Estoicismo y Epicureísmo de Platón y Aristóteles. Tertuliano, un gran padre de la Iglesia de Cartago, hizo la famosa pregunta: "¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén?"¿Acaso no había dicho el mismo San Pablo que la predicación de la cruz era una tontería para los griegos, al igual que había sido un obstáculo para los judíos? (1 Cor. 1:18). Pero si el cristianismo debía ser escuchado en el mercado de las ideas, entonces ciertas palabras e ideas griegas tenían que ser "bautizadas" con un significado cristiano. Algunos apologistas, como Justino Mártir en el siglo segundo y Orígenes en el tercero, llegaron a afirmar que la filosofía griega, con sus conceptos de orden, justicia y belleza, de hecho, habían preparado el camino para Cristo entre los griegos al igual que Moisés y los profetas lo habían hecho entre los judíos. Sin embargo, ¿Hasta que punto puede ir alguien en esa dirección sin perder la esencia misma del Evangelio? Esta tensión marcaría la historia del pensamiento cristiano a través de Agustín y mucho más allá.


EL MUNDO DEL ORDEN ROMANO

Durante más de 200 años, el mundo había vivido un período de paz y estabilidad relativo, conocido como la Pax Romana. Durante este periodo nació la Iglesia Cristiana. La historia de Jesús fue llevada a lo largo de los caminos principales y de las bien desarrolladas rutas marítimas del Imperio Romano hacia todo el mundo conocido. El Apóstol Pablo era ciudadano del Imperio Romano, y apoyaba el acatamiento a la autoridad civil. Pero también sabía que la lealtad política más importante para el cristiano era hacia aquella comunidad celestial, "la Jerusalén de arriba", como él la llamó (Gál. 4:26). Desde el principio, el cristianismo fue un movimiento misionero con una visión mundial y un mensaje universal. Era inevitable que el cristianismo llegara a ser visto como una amenaza para el sistema mundial imperante, en cuya cabeza estaba un hombre que se creía un Dios: el César. Si los cristianos hubieran estado dispuestos a adorar a Jesús y al César, a hacer sus oraciones a Cristo y también a poner una pizca de incienso en el altar de la deidad imperial, entonces el conflicto podía haberse evitado, ya que el pluralismo religioso estaba muy en boga en el Imperio Romano. Pero cuando el emperador Domiciano se atribuyó a si mismo el título de Dominus et Deus ("Señor y Dios"), los cristianos no lo aceptaron. "Jesús es el Señor", dijeron, "no el César". De esta manera la sangre de los mártires se convirtió en la simiente de la iglesia.

Algunos cristianos, como Ignacio de Antioquía, se enfrentaron al martirio con gran ímpetu. A un grupo de creyentes, les escribió:

Espero obtener a través de sus oraciones, el privilegio de luchar con las bestias en Roma. Permítanme ser devorado por las bestias, para que pueda ser encontrado como el pan puro de Cristo. Inciten a las bestias salvajes que se conviertan en mi tumba, y que no dejen ningún rastro de mi cuerpo. Entonces, seré verdaderamente un discípulo de Jesucristo, incluso cuando el mundo no pueda ver mi cuerpo.

La ecuanimidad, e incluso la alegría, con la que los mártires enfrentaban la persecución y la muerte, fue un gran testimonio de la energía de la fe cristiana. De hecho, la arena se convirtió en uno de los lugares más fructíferos para la evangelización durante la iglesia primitiva. Muchos que habían presenciado la muerte de los mártires con tanta constancia, se convertían en seguidores de Jesús. Con el tiempo, las historias de las muertes de los mártires, como la del obispo Policarpo de Esmirna, y la de la dama noble Cartaginesa, Perpetua, y su sirvienta, Felícita, eran leídas en voz alta para infundir determinación y esperanza entre los jóvenes cristianos.

Un hito en el destino del cristianismo tuvo lugar a comienzos del siglo IV, con la conversión del emperador Constantino. Bajo los dos emperadores anteriores, Decio y Diocleciano, los cristianos habían sido salvajemente reprimidos, sus iglesias habían sido destruidas, sus Biblias habían sido quemadas, y muchos creyentes habían sido condenados a muerte debido a su negativa de sacrificar a los dioses paganos. Pero en lugar de apagar el cristianismo, estas persecuciones fueron un estímulo para su crecimiento y expansión. El cristianismo había penetrado todos los niveles de la sociedad romana, incluida la nobleza y el ejército, cuyos algunos de sus miembros enfrentaron la muerte antes que negar a su Señor.

Al haber sido un soldado con ambiciones políticas, Constantino era sensible a las cuestiones religiosas dentro del Imperio. Él había vinculado su destino personal con el dios sol, Sol Invictus, una deidad que reclamaba el señorío universal de todas las partes del imperio. No obstante, mientras se preparaba para una batalla en el puente Milvio cerca de Roma, el 28 de octubre del año 312, Constantino tuvo un sueño en el que le fue dicho que colocara el signo de Cristo, el "Crismón", en los escudos de sus soldados. Según otra versión de esta historia, también vio las siguientes palabras escritas en el cielo: in hoc signo vinces, "En este signo, vencerás". Constantino ganó la batalla del puente Milvio. Llegó a convertirse en Emperador, y cambió su lealtad con el dios sol a favor del Hijo de Dios.

La conversión de Constantino ha sido debatida interminablemente por los historiadores. ¿Fue resultado de la intervención divina o simplemente un acto de oportunismo político? De cualquier forma en que la interpretemos, tuvo enormes consecuencias para la historia de la iglesia. En el año 313 el edicto de Milán reconoció al cristianismo como religio licita ("una religión legal"), con la finalidad de ser tolerada junto con otras religiones dentro del imperio. Con el tiempo, sin embargo, su adaptación dio paso a la asimilación, a medida que el cristianismo se convirtió en la religión oficial establecida en el imperio. En el año 321, el domingo fue declarado como un día santo oficial. El 25 de diciembre, el día del festival del Sol Invictus, se convirtió en el día para celebrar el nacimiento de Jesucristo. La cristianización del Imperio Romano trajo muchas ventajas para la iglesia cristiana, pero había un aspecto negativo. Eventualmente, el cristianismo se volvería no sólo tolerado sino obligado. El emperador Teodosio II sólo permitía cristianos en su ejército. Los incrédulos, e incluso los disidentes cristianos, como los donatistas del norte de África, eran eliminados por la fuerza de las armas. En menos de dos generaciones, la iglesia cristiana había pasado de ser una minoría ilegal a convertirse en la religión dominante. Los cristianos, que una vez fueron perseguidos, se convirtieron en los perseguidores.

El siglo cuarto fue un hito en muchas otras maneras. Quiero referirme brevemente a tres de ellas:

·       Un Nuevo Sentido de la Historia

·       Una Nueva Forma de Espiritualidad

·       El Desarrollo Clásico de la Teología Cristiana

 

UN NUEVO SENTIDO DE LA HISTORIA

Las primeras generaciones de creyentes cristianos esperaban con ansia el fin de los tiempos y el regreso de Jesucristo en poder y gloria. En el segundo y tercer siglos, por ejemplo, un grupo de cristianos carismáticos, conocidos como Montanistas, presentaron profecías acerca del lugar y la fecha del regreso de Cristo. Ellos instaban a los cristianos a retirarse del mundo y a llevar un estilo de vida ascética, en previsión del desenlace apocalíptico de la historia. A medida que pasaba el tiempo, este fervor apocalíptico comenzó a menguar. Aunque los cristianos aún profesan la creencia en la segunda venida de Cristo, en lugar de mirar al futuro, ahora han comenzado a mirar hacia el pasado.

No es casualidad que la primera historia verdadera sobre la iglesia cristiana fuera escrita en el siglo IV por Eusebio, obispo de Palestina. Eusebio también escribió la biografía oficial de Constantino, en la que se refería a él como el "decimotercer apóstol", la cabeza visible del Nuevo Israel. Los cristianos comenzaron a erigir casas de culto a gran escala. La arquitectura de la iglesia nació cuando los cristianos pasaron de adorar en las cuevas y catacumbas a hacerlo en hermosas basílicas y casas de culto majestuosas. La madre de Constantino, Helena, era una gran defensora de este desarrollo. Ella supervisó la construcción de iglesias sobre los presuntos lugares en los que Cristo había nacido y en dónde había ocurrido Su muerte en Jerusalén. Para el año 333, leemos acerca de los peregrinos de Burdeos que visitaban la Tierra Santa como un acto de devoción religiosa. ¡"Las visitas guiadas a la Tierra Santa" se convirtieron en un negocio próspero y han permanecido así hasta el día de hoy!


UNA NUEVA FORMA DE ESPIRITUALIDAD

Como ya hemos visto, el culto del martirio tuvo un efecto poderoso sobre la devoción cristiana en la iglesia primitiva. Con el cese de la persecución, sin embargo, la posibilidad del martirio (como mayor logro de la vida cristiana) fue eliminada. En este preciso momento surgió una nueva y distintiva forma de espiritualidad cristiana y se estableció como una alternativa a la creciente mentalidad laxa del cristianismo oficial. El "martirio blanco" del monaquismo dejaría una marca imborrable en la historia del cristianismo.

El padre del monaquismo fue San Antonio, quien a la edad de 18 años entró a una iglesia en el mismo momento en que se leían las palabras de Jesús: "Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que posees, dáselo los pobres, y ven conmigo "(Lucas 18:22). Inmediatamente, salió, literalmente obedeciendo las palabras que había oído. Se recluyó en el desierto de Egipto, donde vivió en tumbas, haciendo combate cuerpo a cuerpo con el diablo y sus demonios de tinieblas. Eventualmente, otros miles siguieron a Antonio a su retiro monástico.

Los monjes fueron los sucesores de los mártires, una nueva forma de la militia Christi, guerreros de primera línea en la lucha contra el mundo, la carne y el diablo. En Siria se desarrolló una singular forma de vida monástica alrededor de los Estilitas, el más famoso de los cuales fue Simeón Estilita, quien murió en el año 459. Construyó un pilar de piedra de unos 70 pies de altura donde vivió una vida ascética de oración por más de 30 años. Su comida diaria era suministrada por un grupo de discípulos leales, que acampaban al pie de su edificio de piedra.

Una forma más rutinaria del monaquismo fue desarrollada por Pacomio y Basilio el Grande. Este fue el movimiento "cenobítico", de las palabras griegas, koinos bios ("vida común"). Ellos hicieron hincapié en la vida en comunidad, la vida juntos, con una forma de oración definida, una rutina de trabajo manual y obediencia al abad o líder de la comunidad. La "Regla de Basilio" se convirtió en el manual estándar del movimiento cenobítico en el Oriente a medida que el monaquismo se integró a la vida más amplia de la iglesia. Esto ejerció una poderosa influencia sobre la devoción cristiana. No es casualidad que San Agustín, el más grande de todos los padres de la Iglesia, fuese movido progresivamente por la vida monástica al leer la biografía de San Antonio.


EL DESARROLLO CLÁSICO DE LA TEOLOGÍA CRISTIANA

Junto con una nueva historia y una nueva forma de comunión cristiana y espiritualidad, los siglos IV y V también fueron testigos de la formación de la ortodoxia cristiana clásica en cuanto a las doctrinas de la Santísima Trinidad y la Cristología. Desde el principio, la teología cristiana había sido reocupada con el asunto de Jesús durante su ministerio terrenal: "¿Quién decís que soy yo? (Mateo 16:15). La comunidad cristiana respondió con Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente".

Los primeros debates sobre la naturaleza de Dios y la persona de Cristo a menudo eran provocados por grupos heréticos dentro de la Iglesia, como los gnósticos, quienes intentaban separar al Dios de la creación del Dios de la redención. ¿Cómo podría el Dios eterno haberse convertido en carne humana?, se preguntaban. O ¿Cómo podría el Hijo de Dios haber poseído un cuerpo material de carne y sangre? En el mejor de los casos, sostenían que Jesús sólo parecía ser un verdadero ser humano. Cuando hubo caminado a lo largo de las orillas de Galilea, sus pies habían aparecido solamente para dejar una huella en la arena. En contra de esas opiniones, la iglesia estableció una regla de la fe, los principios básicos de la fe cristiana, las preguntas de todo nuevo cristiano al momento de bautizarse. Aquello que hoy conocemos como el credo de los Apóstoles se desarrolló a partir de este tipo de confesión bautismal de la fe.

"¿Crees en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra?".

(A lo que los nuevos cristianos debían responder), "Pisteuo, Yo creo".

"¿Crees en Jesucristo, quien fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la Virgen María, y padeció bajo el poder de Poncio Pilato?".

"Pisteuo".

"Y ¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la resurrección del cuerpo y en la vida eterna?"

"Pisteuo".

Sin embargo, aún no estaba resuelta la cuestión fundamental de cómo Jesús de Nazaret estaba relacionado con el Dios Eterno a quien él llamó Padre. En su forma más básica, la doctrina de la Trinidad es el esfuerzo de la iglesia cristiana por reconciliar la afirmación del Antiguo Testamento: "Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es" (Deuteronomio 6:4), con la confesión del Nuevo Testamento, "Jesucristo es el Señor" (Filipenses 2:5-11). No se trataba simplemente de un problema de semántica o de un juego de palabras filosófico. Esto se dirigía hacia la raíz misma de la piedad cristiana, en el hecho de que Jesús era un objeto de oración y adoración. Como Celso, el filósofo y antagonista cristiano, dijo: "Estos cristianos, de hecho, adoran en un grado extravagante a este hombre, que apareció hace poco, y piensan que no son inconsistentes con el monoteísmo, dónde también adoran al siervo de Dios".

El asunto llegó a un jefe, a comienzos del siglo cuarto, durante un feroz conflicto entre Arrio y Atanasio, el obispo de Alejandría. Arrio destacó la singularidad y trascendencia de Dios. La esencia de Dios es indivisible, él declaró, y por tanto, no se puede compartir con nadie, ni siquiera con su hijo. Por lo tanto, el Logos, el hijo debe ser una criatura. Debe haber tenido un principio o, como Arrio dijo, "Allí estaba cuando él no estaba." (En el siglo XX, Dorothy Sayers había resumido la teología arriana en un memorable pareado: "Si quieres la doctrina del Logos, puedo servírtela fría o caliente; Dios lo engendró, y antes de que él fuera engendrado, no lo era.")

En contra de esa idea de Cristo como criatura, Atanasio proclamó que el Logos era homoousios ("De la misma naturaleza que el padre"). Una simple criatura, Atanasio dijo, sin importar cuan exaltada sea, nunca podría expiar nuestros pecados. Sólo Dios puede librarnos del pecado y de la muerte. En el año 325, la iglesia estableció esta visión de Cristo en el Concilio de Nicea:

Creemos en un solo Señor Jesucristo, el único Hijo de Dios, eternamente engendrado del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Verdadero Dios de Verdadero Dios, engendrado, no creado, de un solo ser con el Padre. Por medio de Él todas las cosas fueron hechas. Para nosotros, hombres, y para nuestra salvación, Él descendió del cielo.

El Concilio de Nicea no detuvo la controversia sobre la Trinidad, que seguía siendo debatida junto con la divinidad y la humanidad de Cristo. El Concilio de Constantinopla en el año 381, el concilio de Éfeso, en el año 431 y el Concilio de Calcedonia en el 451, contribuyeron a la solución de la ortodoxia ecuménica: la doctrina de que Dios es uno en esencia o en ser, tres en persona; Jesucristo es una persona en dos naturalezas. Cerca del final de la época patrística, san Agustín escribió un gran tratado, De Trinitate, (sobre la Trinidad), en el que resumió toda la tradición ortodoxa del pensamiento acerca de Dios, enfatizando la unidad y la igualdad del Padre, Hijo y Espíritu Santo, así como la dinámica de la relación personal con el divino de la Divinidad. En este ámbito, como en muchas otras cosas, la teología de San Agustín dejaría una huella imborrable en el pensamiento cristiano para el próximo milenio.


TRADICIONES DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA

El propio Agustín había llegado a la fe cristiana a través de una tortuosa búsqueda intelectual y espiritual. Él nació en el año 354 en Tasgate, en lo que hoy es el moderno país del Norte de África, Argelia. Su padre, Patricio, no era cristiano, pero su madre, Mónica, era una creyente devota que tenía una influencia predominante en la vida y en el desarrollo de Agustín.

Durante siete años, Agustín siguió el camino de los Manquianos, una religión dualista radical, con raíces en la antigua Persia. Entonces se convirtió en escéptico, dudando si la verdad y el significado genuino podrían ser del todo descubiertos. Por fin se volvió hacia el neoplatonismo, que le ofreció un modelo de trascendencia, dirigiéndolo más allá del mundo visible de la corriente y el flujo, de lo temporal a lo eterno. Los sermones de Ambrosio, obispo de Milán, lo acercaron a la fe cristiana. Pero aun así se resistía, hasta que un día, sentado solo en el jardín, oyó a un grupo de niños que cantaban una canción: Tolle lege, tolle lege, "Toma y lee, toma y lee". Él inmediatamente tomó una copia de las Escrituras y la abrió en un texto de Romanos 13 (Romanos 13:11-14). Este suceso fue un punto de inflexión en su búsqueda de Dios. Fue bautizado por Ambrosio el domingo de Pascua del año 387. Más tarde describió su peregrinación espiritual en una obra que se ha convertido en un paradigma clásico para la autobiografía cristiana: Las Confesiones. Él comienza este libro, que realmente es una oración, declarando a Dios: "Tú nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón se halla sin descanso hasta que encuentra su descanso en Ti".

 

Adolf Von Harnack describió a Agustín como "el primer hombre moderno". Pero también podríamos llamarlo el primer hombre medieval, porque su vida y su teología ejercerían una profunda influencia en los mil años de la historia cristiana entre su muerte en el año 430, y el nacimiento de Martín Lutero, otro monje agustino, en el año 1483. Agustín no sólo fue un gran teólogo, sino que también fue un obispo activo y un pastor de almas. Sus voluminosos escritos abordan todo tipo de problemas que enfrentaban los cristianos ordinarios de su época: la naturaleza de los sacramentos, la disciplina y la penitencia, el culto y la oración, cómo venerar a los mártires y a los santos, y cómo estudiar, enseñar y predicar la Biblia. En sus debates con el monje británico Pelagius, Agustín presentó una teología sobre la gracia y la salvación de Dios, que enfatizó la impotencia de los seres humanos apartados de la gracia, y subrayó el amor soberano de Dios y la elección. La iglesia más tarde honraría a San Agustín como el preeminente doctor Gratiae, "El Maestro de la Gracia".

Con la muerte de san Agustín en el año 430, el mundo de la antigüedad clásica se acercó a su fin, dando paso a un milenio de turbulencia y a un reajuste de la cristiandad occidental. En su vida como un efusivo investigador religioso, obispo, ascético espiritual y teólogo, San Agustín resumió los principales temas de los comienzos de la era cristiana. Su visión de Dios y su descripción de la vida cristiana, constituirían la base para numerosas corrientes de espiritualidad medieval.

Cuando nació, la sangre de los mártires seguía cálida y húmeda en la memoria cristiana. Cuando murió, la iglesia organizada se había hecho suficientemente fuerte en el mundo como para asumir el lugar del caído Imperio Romano en la formación de una nueva civilización. Mil años después, los protestantes y los católicos reclamaron a San Agustín como el precursor de sus propios esfuerzos para promover la causa de Cristo. Para los cristianos de hoy, tanto católicos como protestantes, San Agustín es ante todo el maestro experto de la conciencia introspectiva. Sus primeras palabras en Las Confesiones aún nos hablan hoy:

Tú nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón se halla sin descanso hasta que encuentra su descanso en Ti. Aquellos que no quieran temer, que sientan su ser más íntimo. No toquen simplemente la superficie; vayan a lo más profundo de su ser, lleguen hasta el último rincón de su corazón.

Последнее изменение: среда, 27 сентября 2017, 08:16