Instituto De Historia Cristiana 

Constantino 272-337: Una Visión de Triunfo

Constantino gana el argumento para el cristianismo

SIGUE EN PIE EN ROMA, el puente Milvio, sobre el turbio río Tíber. Aquí tuvo lugar la batalla que sería un hito fundamental para la evolución de la civilización cristiana y europea.

El informe se ha conservado, aunque fue escrito hace casi 1700 años. El escritor fue el primer gran historiador de la iglesia (exceptuando al Dr. Lucas), el obispo Eusebio de Cesarea. Él no tenía ningún tipo de duda de que el informe que nos daba era verídico. Después de todo, El Hombre fue su amigo--le contó a Eusebio personalmente todo lo que había sucedido y le juró que era verdad. Es una historia sorprendente y desconcertante, que relata uno de esos momentos que redirige la corriente de la historia durante los siglos siguientes.


El Hombre, Constantino.

Esto es lo que sucedió. El último gran perseguidor de la iglesia, Diocleciano, reformó la administración del Imperio Romano y nombró a tres cogobernantes para regir junto con él. Después de que Diocleciano se retiró, hubo una lucha por el poder. Uno de los perturbadores fue un general llamado Constantino, hijo de uno de los cogobernantes de Diocleciano.

Era octubre del año 312 D.C. Constantino y sus tropas marcharon hacia Roma para librar una batalla en contra de su oponente, otro más que quería ser emperador, el tiránico Majencio. Era el mayor desafío que el dotado joven general había enfrentado. Las apuestas eran altas: ¿Quién controlaría el imperio más poderoso que jamás había aparecido hasta ese momento sobre la faz de la tierra?

Conforme Constantino se detenía a considerar sus planes de batalla, se dio cuenta que necesitaba un poder mayor que solo la fuerza militar. Majencio estaba confiando en los encantamientos mágicos. Pero, ¿Cómo debió haber orado Constantino? Su padre era monoteísta, creía que existía un solo Dios sobre todos. Constantino había observado que los dioses paganos no protegían a sus adoradores. Así que buscó al Dios de su padre en oración, rogándole que le dijera quién era y que extendiera su mano para ayudarlo. Mientras oraba (poco después del mediodía), Constantino tuvo una visión cautivante. Vio el signo de la cruz grabada en el cielo y las palabras In hoc signo vinces: "En este signo ganarás".

Constantino fue afectado con asombro, junto con todo su ejército (quienes también presenciaron el milagro). Esa noche durante su descanso le fue confirmado: aquel con quien estaba tratando se trataba del Cristo de Dios.

Así fue el informe de Eusebio.

Constantino aceptó la visión. Adoptó el signo. Hizo inscribir la cruz en la armadura de sus soldados. Fue a la batalla. A pesar de que sus fuerzas eran superadas en número, ganó.

Un nuevo período
Después de su trascendental victoria en la batalla del Puente Milvio, es seguro decir que el mundo nunca sería el mismo y la iglesia nunca sería la misma. Es difícil pasar por alto la desconcertante ironía de una iglesia que había sido pacifista, que había sobrevivido bastante como un cuerpo doliente, que nunca había planeado ningún complot político subversivo, y que nunca había tomado las armas, y que pudiera encontrar su derecho a existir a través de una conquista política y militar.

Nuevos privilegios
La iglesia comenzó a saborear el primer dulce sabor del poder secular. Constantino patrocinó a la iglesia con favores que nunca antes había conocido. Se movilizó para hacer del cristianismo la religión oficial del imperio. Esto no ocurrió de repente, por supuesto. Pero se había establecido un dramático nuevo rumbo. El cristianismo había prevalecido. Se convirtió en la fe autorizada del Imperio Romano a finales del siglo IV. Y cuanto más se desvanecía el poder político del imperio, la iglesia más se convirtió en la fuente estabilizadora y unificadora de la sociedad romana, superando al imperio y en cierto modo incluso reemplazándolo.

Nuevos problemas
El "Éxito" trae sus propios problemas. Para la Iglesia, el poder y el prestigio resultaron más precarios que la presión de la persecución. La iglesia se difundió más rápidamente de lo que nunca antes lo había hecho. Se volvió más fácil, incluso una moda, convertirse en cristiano. Se realizaban adecuaciones en el pasado pagano de los nuevos miembros. Y es triste decirlo, la iglesia, que había vivido una opresión tan prolongada, no evitó convertirse en un opresor una vez estando en el poder.

¿Constantino era cristiano?
¿ Constantino era verdaderamente cristiano o simplemente un oportunista político que veía el movimiento cristiano como la ola del futuro, un buen aliado para sus ambiciones? ¿Por qué pospuso su bautismo hasta justo antes de su muerte en el año 337? Algunos lo ven como un agente designado por Dios para la iglesia. Ellos nos recuerdan sus grandes contribuciones al cristianismo. Por ejemplo, en el año 325 convocó y presidió el Concilio de Nicea, un consejo importante que confrontaba a la doctrina ortodoxa y a la herejía. Más allá de cualquier duda, tomó grandes riesgos personales en su apoyo hacia cristianismo. Sin embargo, otros lo ven como el catalizador que hundió a la iglesia en una triste desviación de la fe y de las prácticas bíblicas.

El "cristianismo constantiniano" proporcionó beneficios que han bendecido a la iglesia hasta nuestros días. Pero también trajo muchas tentaciones y planteó dudas acerca de la verdadera naturaleza de la iglesia. Algunos de estos problemas aún los seguimos enfrentando.

La Madre de Constantino: ¿La Primera "Arqueóloga Cristiana"?

Elena, la madre del emperador fue una de las mujeres más prominentes del cristianismo primitivo. Ella nació en una familia humilde alrededor del año 255 y se casó con Constancio Cloro. Él la abandonó y se divorció de ella por motivos políticos en el año 292 para casarse con la hijastra del emperador Maximiano. Constantino le dio a Elena el honor debido de "reina madre" y ella pasó a ser conocida como una cristiana devota y asumió la tarea de encontrar y restaurar sitios históricos sagrados para el cristianismo. Llevó a cabo peregrinaciones a Belén y a Jerusalén, y allí patrocinó la construcción de iglesias. A ella se le acreditó el descubrimiento de la verdadera cruz de Jesús, aunque la mayoría de los eruditos dudan de ello.



La Nueva Religión Del Emperador

Por Bruce Shelley

La historia del convertido más famoso—y más polémico—del cristianismo.

La inicial Vida de Constantino describe su tema como "resplandeciente, con todas las virtudes que la piedad otorga." Este panegírico vino de la mano de Eusebio, obispo de Cesarea de Palestina, y quizá el mayor admirador de Constantino. Esta es la imagen clásica que prevaleció en el cristianismo oriental hace más de mil años.

Los historiadores actualmente debaten si "el primer emperador cristiano" fue realmente cristiano. Algunos piensan en él como un buscador de poder sin escrúpulos que sólo trataba de inflar su ego. Cualquier religión que haya profesado, muchos sostienen, era en el mejor de los casos una mezcla de paganismo y cristianismo con fines puramente políticos.

Ciertamente, Constantino sostuvo ideales que ya no compartimos. Él no sabía nada de religión sin política o de política sin religión. Sin embargo, evidentemente creía que era cristiano, y miraba la batalla del Puente Milvio, justo a las afueras de las murallas de Roma, como la hora decisiva de su fe recién hallada.


Comandante y estratega

Los primeros años de Constantino se sitúan principalmente en las sombras de la historia. Sólo sabemos que nació en Illiria, una región de los Balcanes. Su padre, Constancio Cloro, ya era un oficial romano en ese lugar. Elena, hija de un posadero y esposa de Constancio, dio en nacimiento a Constantino alrededor del año 280 A.C. en Naisso, justo al sur del Danubio.

En el año 293 su padre se convirtió en el César de Occidente (ayudante del Augusto [emperador] del oeste, Maximiano) y el joven Constantino sirvió en la corte de Diocleciano, el Augusto del oriente.


El Símbolo Cristiano Mayormente Utilizado

El símbolo que Constantino hizo famoso estaba formado por la superposición de las letras griegas chi (X) y rho (P), una abreviatura para Christos ya en uso. A veces una alfa (a) y una omega (w) eran agregadas, la primera y la última letra del alfabeto griego, representando a Cristo como el primero y el último.

Cuando Diocleciano se retiró en el año 305, en una reestructuración del poder, el padre de Constantino se convirtió en Augusto de Occidente, y cuando murió un año después, Constantino le sucedió. El joven gobernante decidió dejar que el Oriente resolviera sus propios conflictos mientras él dirigía su atención a consolidar el poder de su propio imperio, obteniendo una valiosa experiencia en el campo como comandante y estratega.

Pero cuando Galerio, Augusto del Oriente, murió en la primavera del año 311, la defensa de las regiones periféricas se hizo periférica. El hijo de Maximiano, Majencio, ansioso acerca del poder de Constantino, se encontraba en la capital alegando ser el legítimo emperador de Occidente.


Visión de Campo

Con 40,000 soldados detrás de él, Constantino cabalgó hacia el sur para enfrentarse a un enemigo cuyo número era cuatro veces el suyo.

Bajo una sensación fatal de seguridad, Majencio esperó en Roma, con sus tropas italianas y la élite de Guardias Pretorianos, seguros de que nadie podría invadir la ciudad. Pero el ejército de Constantino ya se hallaba abrumando a sus enemigos en Italia a medida que marchaba hacia la capital. Cuando el formidable ejército en Turín cayó, incluso las multitudes romanas se volvieron en contra de Majencio. Durante las carreras de cuadrigas del 26 de octubre, conmemorando el aniversario de su llegada dos días más tarde, los espectadores abiertamente escarnecieron a su líder.

El irritante Majencio se volvió a los oráculos paganos, encontrando una profecía acerca de que el "enemigo de los romanos" perecería el 28 de octubre, día de la adhesión de Majencio. Pero Constantino aún se encontraba a millas de distancia. Fortalecido por la profecía, Majencio abandonó la ciudad para reunirse con su enemigo. Él estableció su posición en un lugar llamado Rocas Rojas, a nueve millas hacia el norte de Roma. De un lado había enormes cerros. Del otro fluía el río Tíber. Era una fuerte posición defensiva, pero hacía difícil el repliegue.

Entretanto, Constantino y su ejército vieron una visión en el cielo durante la tarde: una cruz brillante con las palabras Hoc vince: "Por este signo vencerás", como dice la historia, el mismo Cristo le dijo a Constantino en un sueño que tomara la cruz como su estandarte en la batalla.

Aunque las versiones varían, Constantino aparentemente creyó que se trataba de una profecía parte de Dios. Cuando despertó temprano a la mañana siguiente, el joven comandante obedeció el mensaje y ordenó a sus soldados marcar sus escudos con el ahora famoso Chi-Rho.

Majencio y sus tropas lucharon bien, pero fueron aplastados por el ejército de Constantino, que fue fortalecido por este signo del cielo. Las tropas de Majencio huyeron desordenadamente hacia el ondulante Tíber. El emperador intentó escapar por el puente de madera construido para cruzar la corriente, pero la multitud de su propio ejército que huía, estrujándose por el estrecho pasaje, lo hizo a caer al río, donde se ahogó debido al peso de su armadura.

Constantino no tenía ningún deseo de imponer su nueva fe como una religión de estado. "La lucha por la inmortalidad", dijo, "debe ser libre". Constantino entró en Roma como el gobernante indiscutible de Occidente, el primer emperador romano con una cruz en su diadema.


Creyente dudoso

Una vez siendo supremo en el Oeste, Constantino se reunió con Licinio, el gobernante de las provincias de los Balcanes, y emitió el famoso edicto de Milán, que le dio a los cristianos la libertad de culto y dirigió a los gobernadores a restituir todos los bienes confiscados durante la persecución de Diocleciano.

Eusebio, en su Historia de la Iglesia registró el júbilo cristiano: "toda la raza humana fue liberada de la opresión de los tiranos. Nosotros especialmente, quienes habíamos fijado nuestras esperanzas en el Cristo de Dios, sentimos un gozo indescriptible".

La fe de Constantino todavía era imprecisa, pero muy pocos cuestionaban su autenticidad. En el año 314 Constantino les envió un mensaje a los obispos reunidos en el Concilio de Arles. Él escribió acerca de cómo Dios no permite que la gente "deambule en las sombras", sino que les revela la salvación: "Yo he experimentado esto en otros y en mí mismo, pues yo no anduve en el camino de la justicia. … Pero el Dios Todopoderoso, quien se sienta en el tribunal del cielo, me concedió lo que no merecía".

Durante una década, sin embargo, él dudó. Por ejemplo, en el Arco de Constantino, que celebra su victoria en el Puente Milvio, se ilustran los sacrificios paganos que usualmente se representaban en los monumentos romanos. Entonces, una vez más, todavía no había símbolos cristianos, y la Victoria y el Dios del Sol, eran alabados.

Él no tenía ningún deseo de imponer su nueva fe como la religión del estado. "La lucha por la inmortalidad", dijo, "debe ser libre." Él parecía comenzar donde su padre se había quedado: más o menos monoteísta frente a los ídolos, y más o menos amistoso hacia los cristianos. Sólo a través de los años hizo crecer sus convicciones cristianas.

Diez años después del edicto de Milán, Licinio se había abierto camino hacia la supremacía en el Oriente y, dadas las ambiciones de los dos emperadores, el conflicto parecía inevitable. En el año 323 tomaron las armas para resolver sus diferencias. Constantino luchó como el campeón cristiano contra un enemigo que había puesto su confianza en Júpiter.

Constantino triunfó y se convirtió en el único gobernante del mundo romano.


Experto en relaciones públicas

La victoria sobre Licinio le permitió a Constantino trasladar permanentemente la sede del gobierno al Oriente, hacia la antigua ciudad griega de Bizancio (la actual Estambul). Amplió y enriqueció la ciudad a través de enormes gastos y construyó iglesias magníficas en todo el Oriente. La nueva capital fue consagrada como la Nueva Roma, pero en todo el mundo pronto llamaron a la ciudad Constantinopla.

Los cristianos eran más numerosos y expresivos en el Oriente que cuando se encontraban en Roma, por lo que, durante los últimos 14 años de su reinado, "el cabeza dura" pudo proclamar abiertamente ser cristiano. Él procedió a crear las condiciones que llamamos "estado-iglesia" y les dejó ese legado a los cristianos por mil años.

En el año 325 la controversia arriana amenazó con dividir al imperio recién unido en dos campamentos. Para resolver la cuestión, Constantino convocó a un consejo de obispos en Nicea, una ciudad cercana a la capital. Él mismo dirigió la reunión.

"Vosotros sois obispos cuya jurisdicción está dentro de la iglesia", les dijo. "Pero también yo soy un obispo, ordenado por Dios para supervisar aquellos fuera de la iglesia".

Constantino era magnífico presidiendo el Consejo: organizando una ceremonia elaborada, entradas y procesiones espectaculares, y servicios espléndidos. También era un talentoso mediador, usando ahora sus habilidades en relaciones públicas para gestionar los asuntos de la iglesia.

Lamentablemente él no podía comprender argumentos abstractos o temas muy sutiles y a menudo se encontraba en situaciones de gran desventaja en estos consejos. Esto explica, en parte, sus explosiones de temperamento y su indecisión política y porque podía ser apasionado en sus convicciones, pero hacer caso omiso de las implicaciones morales.


Rico con adulaciones

A medida que Constantino envejecía, su vida privada parecía degenerarse. Él se volvió próspero, se deleitaba en la adulación y en la elaboración de títulos. Su sobrino Julián dijo que se había vuelto ridículo en su apariencia: extrañas vestiduras rígidas Orientales, joyas en sus brazos, una tiara encaramada, encima de una loca peluca tintada sobre su cabeza.

Él esperó hasta acercarse a la muerte para ser bautizado como cristiano. Su decisión no era inusual en una época en la que muchos cristianos creían que uno no podía ser perdonado después del bautismo. Debido a que los pecados de los hombres mundanos, especialmente aquellos con responsabilidades públicas, eran consideradas incompatibles con la virtud cristiana, algunos líderes eclesiásticos retrasaban el bautismo de esos hombres hasta justo antes de la muerte.

Él les proporcionó a sus hijos una educación cristiana ortodoxa y la relación con su madre fue generalmente feliz, pero continuó actuando como un emperador romano típico. Ordenó la ejecución de su hijo mayor, de su segunda esposa y del esposo de su hermana favorita. Parece que nadie es capaz de explicar sus razones.

Si bien muchas de sus acciones no pueden ser defendidas, hizo abandonar a los antiguos dioses romanos y convirtió la cruz en un emblema de victoria en el mundo.


Bruce Shelley es catedrático sobre la historia de la iglesia en el Seminario de Denver y es autor de La Historia de la Iglesia en Lenguaje Sencillo (Word).



El Emperador Contraataca

Por John O. Gooch

Cómo la única religión ilegal se convirtió en la ley del imperio.

 

"Dejen que la superstición cese; dejen que la locura de sacrificios sea abolida. Cualquiera que, después de la publicación de la presente ley, continúe con los sacrificios, será sancionado de acuerdo a sus deserciones".

Este decreto del Emperador Constancio en el año 341 marcó el fin del paganismo y el comienzo de la era cristiana. El cristianismo había dejado de ser una minoría perseguida; había iniciado su camino para convertirse en la religión oficial del imperio.


Nuevos perseguidores

La historia comienza en el año 313, cuando el emperador Constantino les otorgó a los cristianos la plena libertad de culto y la igualdad con otras religiones. Los bienes confiscados a los cristianos fueron devueltos, y los cristianos nuevamente fueron reconocidos como ciudadanos del imperio con pleno derecho. Una serie de leyes favorables hacia la iglesia dejó claro que Constantino estaba a favor del cristianismo y en contra del paganismo.

Con esto, el paganismo se derrumbó. Aparentemente se había practicado sólo como un deber cívico.

Para la época del reinado de Constancio (337-61), los cristianos se habían convertido en una mayoría en algunas zonas, y a veces perseguían a los paganos que alguna vez los habían perseguido a ellos. El gobierno rara vez alentaba ese comportamiento, pero tampoco intentaba detenerlo.

En Alejandría, Egipto, el filósofo Demetrio Chytas fue condenado por sacrificar a los dioses. Argumentó que sólo estaba llevando a cabo una práctica vitalicia, una que había comenzado cuando tales sacrificios eran legales, que incluso había sido ordenada. Sin embargo, Demetrio fue torturado y sometido a arresto domiciliario. En algunas áreas, llevar amuletos contra enfermedades y acudir con astrólogos que leyeran los horóscopos eran considerados delitos y podrían repercutir en la tortura y en la muerte.

En su libro Sobre el Error de las Religiones Profanas, un famoso astrologo convertido, Fírmico Materno, instó a los gobernantes a erradicar totalmente el paganismo. "Lejos de los tesoros del templo", escribió. "Dejen que el fuego de sus mentas o las llamas de sus obras de fundición quemen a sus dioses. Transfieran todos los dones a su servicio y control".

No todos los cristianos estaban de acuerdo. Algunos le dijeron al emperador que estaba hiriendo, mas no ayudando a la fe al usar el poder del Estado para hacer avanzar la causa de la iglesia. Atanasio de Alejandría (quien fue enviado al exilio por el gobierno en cuatro ocasiones) señaló hacia el ejemplo de Jesús, quien sólo les pidió a las personas que lo siguieran: "Cómo puede existir algo parecido a la persuasión cuando el temor al emperador gobierna?"


Ordenando la fe

Aunque los emperadores siguieron agregando leyes para beneficiar a los cristianos y penalizar a los paganos, el paganismo continuó. Por ejemplo, Constancio no destruyó los templos paganos de Roma. No fue hasta el año 380, durante el reinado de Teodosio, que el cristianismo se hizo obligatorio.

"Es nuestra voluntad", él decretó "que todos los pueblos que gobernamos deban practicar aquella religión que el Apóstol Pedro le transmitió a los romanos".

Alrededor del año 380, los cristianos constituían la mayoría de la población del imperio. De hecho, durante la primera década de su gobierno de 16 años, Teodosio no exigió que se cerraran los templos prefiriendo, al igual que Constantino, conservarlos como curiosidades históricas.

Pero en el año 391, las protestas públicas en contra de los templos, especialmente del Oriente, eran demasiado grandes. Los templos fueron cerrados, y cada práctica pagana que Teodosio pudo imaginar fue prohibida.

La "conversión" del imperio estaba completa. 

 

Última modificación: miércoles, 27 de septiembre de 2017, 08:17