El Cristianismo y la Mujer

Por David Feddes


Imagina crecer como una niña, sabiendo que cuando llegas a tener doce o trece años de edad, tu padre podría venderte a un hombre mayor que quiere a una chica joven como esposa. Tú podrías sentirte demasiado joven como para estar casada. Puede que no te guste el hombre que está a punto de convertirse en tu marido. Pero tus deseos no cuentan. La ley le otorga al padre el derecho de hacer contigo lo que él quiera. A él no le interesan tus deseos y te vende al mejor postor.

Y eso es sólo el principio. Una vez que estás casada, te conviertes en la propiedad de tu marido. Él tiene el poder de la vida y de la muerte sobre ti. La ley le da el derecho de golpearte y de castigarte si no lo complaces. En algunas circunstancias, él incluso tiene el derecho de matarte sin pena alguna, en virtud de la ley.

Si tienes hijos, ellos le pertenecen a tu marido, no a ti. Él tiene la autoridad absoluta sobre la vida y la muerte de los hijos que tengan juntos. Si él los golpea severamente o los mata, es su derecho en virtud de la ley. El hombre de la casa tiene la autoridad absoluta; él no responde ante ninguna otra autoridad con respecto a la forma en la que trata a su esposa y a sus hijos.

Si tienes una relación adúltera con un hombre, tu marido tiene derecho a matarte. Mientras tanto, tu marido te puede ser tan infiel como lo desee. Él puede asistir a alguno de los templos locales y disfrutar de orgías con varios hombres y mujeres prostitutas como parte de las ceremonias religiosas. Para ti como esposa, el adulterio podría significar la muerte, pero tu marido puede dormir con prostitutas o desfilar en público con una amante (o con varias amantes).

De hecho, una amante o prostituta tiene más libertad de aparecer en público sin un velo que una mujer casada. Las esposas tienen que permanecer ocultas. Si tu marido recibe invitados para cenar en tu hogar, se espera que permanezcas en otra habitación. No te está permitido compartir los alimentos o tener una conversación con ningún huésped varón. Si alguna vez sales de tu casa y te dejas ver en público sin velo, tu marido tiene derecho a divorciarse de ti al momento.

Si tu esposo se divorcia de ti por cualquier razón, los hijos son suyos. Él tiene muchos esclavos para cuidar de ellos, de modo que pueden arreglárselas sin ti. Bajo la ley, si eres esposa y madre, no tienes derecho a la custodia o tutela de tus hijos. Los niños pertenecen totalmente a tu marido. Al igual que todas las cosas en tu hogar. Estás bajo el control absoluto de tu marido mientras él viva, y, si muere, no puedes heredar sus bienes. Sólo un hombre puede heredar la propiedad.

Este escenario no es sólo imaginario. En realidad, así era la vida para muchas mujeres y niñas del Imperio Romano, y la Grecia clásica era similar en algunos aspectos.

Por supuesto, si nacías como una mujer, puede que nunca llegaras a la adolescencia o a la vida adulta. En esas culturas muchas niñas bebés no vivían más que unas pocas horas. Las niñas tenían tan poca importancia que muchos padres no querían una. Si una niña nacía, era común abandonarla para que se congelara o muriera de hambre o para que fuera devorada por los animales salvajes. ¿Cuántas niñas fueron asesinadas de bebés? Deben haber sido millones. Los hombres vivos superaban a las mujeres en un 30 por ciento.

Algunos romanos valoraban a la mujer—de igual forma que valoraban cualquier otro pedazo productivo de propiedad. Algunos hombres Griegos y Romanos pensaban que una mujer que producía niños fuertes y de alta calidad, era una propiedad valiosa, tan valiosa que debía ser compartida con los amigos. Si un hombre tenía suficientes niños de su propiedad, ¿por qué no prestarle su esposa a un amigo para que él también pudiera tener una buena cosecha de niños? Una buena esposa era como tierra buena. Si se producía suficiente cantidad de cosecha para un hombre, ¿no debía ella ser prestada a otro hombre como si fuera tierra para levantar una primera cosecha de niños para él?

No era una época buena para ser mujer.


El Punto de Inflexión

Luego vinieron algunas personas que tenían una visión diferente sobre las mujeres y sobre el matrimonio. Ellos no mataban a las niñas; las impulsaban. Ellos no aprobaban que los hombres tuvieran amantes y prostitutas; insistían en que un hombre y una mujer fueran fieles el uno al otro para toda la vida. No les daban a los hombres el derecho a matar a sus esposas; instruían a los hombres a sacrificarse por sus esposas. No les autorizaban a los hombres hacerles lo que quisieran a las mujeres y a los niños; les decían a los maridos que amaran a sus esposas y que no fueran ásperos con ellas, y les decían a los padres que no amargaran o exasperaran a los niños, sino que los alentaran. No les impedían a las mujeres mostrar sus rostros en público. No les retenían la enseñanza a las niñas. Pensaban que lo más importante en la vida no sólo debía ser enseñado a los niños varones y a los hombres, sino también a las niñas y a las mujeres. Estas personas fueron llamadas cristianas.

Un crítico acérrimo del cristianismo, un intelectual llamado Celso, ridiculizaba el cristianismo porque atraía muchas mujeres. En opinión de Celso y de muchos como él, cualquier religión que apelara a las mujeres debía ser mala. Pero la Iglesia de Cristo continuó afirmando a las mujeres, y esta honra hacia la mujer resultó ser de bendición, no sólo para las mujeres sino también para los hombres. Los hombres descubrieron que una relación amorosa y fiel con una mujer era mucho mejor que el enfoque pagano promiscuo. Los hombres encontraban más alegría en una esposa piadosa inteligente que en un tapete cuyos talentos habían sido reprimidos y cuya personalidad se había visto truncada. De hecho, muchas mujeres cristianas demostraban tal talento, carácter y valentía que un pagano era movido a exclamar a regañadientes con admiración, "¡Qué mujeres tienen estos cristianos!".

Un experto de la antigua Roma, dice que "la conversión del mundo romano al cristianismo [trajo] un gran cambio en la condición de la mujer." Durante mil años el derecho romano respaldaba la patria potestad, la autoridad absoluta de un hombre sobre su esposa e hijos, incluyendo el poder sobre la vida y sobre la muerte. Pero poco después de la aceptación del cristianismo en el Imperio Romano, esta norma milenaria fue derogada. Los hombres ya no tenían el derecho de herir o de matar a sus esposas y a sus hijos. Las mujeres obtuvieron el derecho de tener propiedades y de tener la custodia de los hijos.

A medida que el cristianismo ganaba terreno, se volvía menos y menos común que los padres dieran en casamiento a las niñas con hombres mayores. En lugar de casar a niñas de 12 años de edad, la mayoría de las mujeres cristianas se casaban más grandes. En lugar de estar obligadas a casarse con quien su padre las vendiera, las mujeres jóvenes de familias cristianas tenían muchas más posibilidades de elegir con quien iban a casarse. Los padres todavía podían estar involucrados en la elección de diversas maneras, pero las jóvenes cristianas tenían menos probabilidades de ser obligadas a casarse con hombres en contra de su voluntad. Como un investigador dice, "en todas partes los avances de la libre elección de un cónyuge, acompañaron el progreso de la difusión del cristianismo".

A la luz de todo esto, otro estudioso declara francamente, "El nacimiento de Jesús fue el punto de inflexión en la historia de las mujeres." Esto no es simplemente una cuestión de historia antigua. Incluso en el mundo de hoy, existen culturas con poca influencia cristiana en la que los padres obtienen dinero por la venta de niñas a hombres mayores que buscan esposas menores de edad. Las niñas no tienen derecho a decirle que no a un hombre si ha sido elegido por su padre. Algunas culturas todavía les ordenan a las mujeres llevar velo en público y se niegan a educar a las niñas. El trato de los Talibanes hacia la mujer en Afganistán, le ha caído extraño a algunos observadores externos, pero esto ha sido demasiado común en muchas culturas de muchas partes del mundo. Para muchas mujeres, ahora la situación es diferente, en gran parte gracias al poderoso efecto de Jesús y de su mensaje de la Biblia.

Una mujer perteneciente a una religión no cristiana una vez le profirió a un cristiano, "¡Seguramente la Biblia fue escrita por una mujer cristiana!" cuando se le preguntó por qué dijo eso, la mujer respondió, "Porque la Biblia dice tantas cosas amables hacia las mujeres. Nuestros maestros nunca se refieren a nosotras, excepto para reprocharnos." Bien, la Biblia no fue escrita por una mujer, pero el autor de la Biblia era y es el Señor que creó a la mujer, al igual que al hombre, a su imagen, quien pagó con su propia sangre para comprar a la mujer para sí mismo, y que ama a las mujeres con un enorme amor inconmensurable. La Biblia es una buena nueva para las mujeres, pues ésta revela a Jesús y su amor. Hoy en día algunas feministas radicales afirman que la fe cristiana oprime a las mujeres, pero la verdad es que Jesús y sus discípulos elevaron a las mujeres y la vida familiar más que cualquier otra influencia en la historia.


Amigo de las Mujeres

Jesús, el Hijo de Dios nació entre el pueblo judío. Dios trató con los judíos de una manera especial y les reveló la existencia de grandes verdades, incluyendo el hecho de que Dios los creó varón y hembra a su imagen. Los judíos habían recibido la ley de Dios, una ley que prohibía el adulterio, que defendía los derechos de las viudas y de los niños, y que elogiaba a una esposa de carácter noble como parte de un don inestimable de Dios. Aun así, para el tiempo en que nació Jesús, algunos dirigentes religiosos judíos tenían una opinión mucho menor sobre las mujeres que sobre los hombres.

Una enseñanza rabínica decía, "Deja que las palabras de la ley se quemen en lugar de comprometerte con una mujer ... Si un hombre le enseña a su hija la Ley, es como si él le enseñara su libertinaje." Pero Jesús le enseñó la ley de Dios a la mujer. Una vez, Jesús fue invitado al hogar de un hombre llamado Lázaro y de sus hermanas, María y Marta. Martha estaba ocupada haciendo "deberes de mujeres" como una azafata, pero María se sentó a los pies de Jesús y lo escuchó enseñar la verdad de Dios. Martha se opuso y le pidió a Jesús que le ordenara a María que regresara a la cocina para ayudar. Pero Jesús dijo que la elección de María era mejor. Era bueno para una mujer ser amiga de Jesús y ser educada en la verdad de Dios (Lucas 10:38-42).

Otro dicho de los rabinos afirmaba, "quien habla con una mujer [en público] trae mal para sí mismo" (Aboth 1:5). "Uno no debe saludar a una mujer" (Berajot 43b). Pero Jesús rechazó tal pensamiento. Jesús se sentó en un pozo público y le pidió a una mujer un poco de agua. Ella se sorprendió de que Jesús hablara con ella, pero él continuó. Él habló con ella acerca de la adoración verdadera, de su propio pecado y de la salvación y la vida nueva en él. La Biblia dice que los discípulos de Jesús "se maravillaron de que hablaba con una mujer" (Juan 4:27). Pero se acostumbraron a esas cosas después de un tiempo. Jesús hizo una práctica común predicar a las multitudes, lo cual incluía tanto a las mujeres como a los hombres, hizo que las mujeres participaran en las conversaciones personales y en la enseñanza, y les mostró su amor.

Jesús trató a cada mujer que conoció con amor, no con lujuria. Se preocupaba de quiénes eran ellas como personas, no de cómo lucían sus cuerpos. Él les enseñó a sus discípulos que el adulterio está mal, que la lujuria es una forma de adulterio, y un hombre que repudia a una mujer por capricho y se casa con otra persona es culpable de adulterio.

Jesús trató a las mujeres con respeto. En el Antiguo Testamento, Dios enseñó que el hombre y la mujer fueron creados a imagen de Dios, y Jesús restauró la dignidad de las mujeres como portadoras de la imagen de Dios. Mientras que la mayoría de los demás maestros no instruían a las mujeres, Jesús les enseñaba gustosamente y las involucraba en los debates. Incluso estaba dispuesto a hacerlas socias en su trabajo. Un gran número de mujeres, agradecidas por su amistad y ayuda, le proporcionaron apoyo financiero y otro tipo de asistencia a Jesús y a sus discípulos (Lucas 8:1-3).

Estas mujeres eran atraídas hacia Jesús, y no sólo porque les gustaba su actitud general hacia la mujer. Siguieron a Jesús porque él las ayudó personalmente y les dio un nuevo futuro. Jesús no sólo fue el punto de inflexión para las mujeres en la historia del mundo. También fue el punto de inflexión para muchas de las mujeres en sus luchas personales. Algunas fueron sanadas de enfermedades terribles. Algunas fueron rescatadas de demonios. Algunas fueron llevadas de la prostitución y de la degradación hacia un nuevo estilo de vida santo y saludable. Estas mujeres se dieron cuenta que Jesús prefería darles un nuevo futuro que condenarlas por su pasado.

El trato de Jesús hacia las mujeres difiere del de los rabinos de su tiempo en muchas maneras. Muchos rabinos se negaban a enseñarles a las mujeres y también se negaban a permitir que las mujeres declararan como testigos en el tribunal. No creían que la palabra de la mujer valiera. Pero cuando Jesús murió y resucitó de los muertos, las primeras personas con las que habló fueron mujeres. Él hizo de las mujeres los primeros testigos de su resurrección, y estas mujeres les llevaron las buenas nuevas a los demás discípulos de Jesús, incluso antes de que Jesús se apareciera a los discípulos.

¿Por qué la difusión del cristianismo fue el punto de inflexión para la mujer en el Imperio Romano y en otras partes del mundo? No fue porque los cristianos fueran naturalmente tan buenas personas. De hecho, algunos cristianos y líderes de la iglesia a veces estaban demasiado influenciados por las opiniones del mundo que les rodeaba en contra de las mujeres. Con demasiada frecuencia, no podían seguir a Cristo en ese asunto. Pero el Señor siguió animando a su pueblo, cambiándolos a ellos y transformando a las culturas a través de ellos. Jesús dejó en claro que las mujeres habían sido creadas a la imagen de Dios, que las mujeres habían sido compradas por su sangre y habían sido llenas de su Espíritu Santo, que las mujeres serían bautizadas y compartirían la Cena del Señor junto con los hombres, que las mujeres eran partícipes valiosas en la misión de Dios.

Cristo fue una bendición para las mujeres, y las mujeres fueron poderosas para la propagación de la fe. En los primeros años del cristianismo, muchas iglesias se reunieron en hogares y se beneficiaron de la hospitalidad de mujeres piadosas. Las mujeres cristianas llevaron a otros a Cristo a través de sus palabras y de su ejemplo. No sirvieron como predicadoras de la doctrina oficial en reuniones de culto, pero podían hablar y profetizar en el culto si lo hacían con el decoro apropiado. Ayudaron a hacer crecer la Iglesia mediante el evangelismo personal, y también contribuyeron al rápido crecimiento del cristianismo por rechazar el aborto y el infanticidio, y por criar grandes familias de niños piadosos y bien educados. Los padres cristianos no abandonaban a las niñas, lo que añadió aún a más mujeres y familias prósperas, permitiendo que el cristianismo creciera más rápido que la matanza de bebés del paganismo.

En resumen, Jesús era la mejor noticia que las mujeres jamás habían escuchado, fue el mejor amigo que las mujeres podían tener, y las mujeres cristianas respondieron haciendo mucho para hacer a la iglesia más fuerte y más grande.


Defensor de Viudas

El cristianismo ha sido una ayuda tremenda no sólo para las niñas, esposas y madres, sino también para las viudas. Jesús mismo ayudó a las viudas y reprendió a los líderes religiosos que maltrataban a las viudas (Marcos 12:40). Santiago, el Hermano de Jesús dice en la Biblia, "La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar… a las viudas en sus tribulaciones " (Santiago 1:27).

Por el contrario, las viudas a menudo han sido abandonadas o explotadas en entornos no cristianos. De hecho, algunas religiones y culturas han asesinado deliberadamente a las viudas. Entre los pueblos hindúes a lo largo de los siglos, si un hombre moría, era bastante común quemar a su viuda en la misma fogata dónde yacía el cuerpo sin vida de su marido (una práctica conocida como satí). Cuando se volvió ilegal la inmolación de las viudas en la India, gracias en gran parte a los esfuerzos de los cristianos, algunos se quejaron de que "los fundamentos de la sociedad hindú serían conmovidos si las viudas no eran quemadas vivas." Un dicho hindú declaraba, "Si su marido es feliz, ella debe ser feliz; si él está triste, ella debe estar triste; y si él está muerto, ella también debe morir." matar a las viudas no sólo ocurría en la India, sino que también se practicaba entre algunos indios americanos, entre los maoríes de Nueva Zelanda, y en culturas pre cristianas de China, África, Escandinavia y Finlandia. Las tribus de esquimales no quemaban a las viudas; se deshacían de los ancianos con hielo en lugar de fuego. Ellos dejaban a los ancianos a la deriva sobre témpanos de hielo que flotaban en el mar, en los que se congelarían, morirían de hambre, o se ahogarían.

El trato cristiano hacia las viudas era totalmente diferente. En 88 ocasiones, la Biblia habla de las viudas, generalmente en relación con el amor y el cuidado de Dios por ellas, y sobre su ira contra quienes les hacen daño. La Biblia dice, "Defensor de viudas es Dios en su santa morada" (Salmo 68:5). Policarpo, un líder cristiano un siglo después de Jesús, predicó, "No permitan que las viudas sean ignoradas. Se tú, después del Señor, su protector y amigo".

En lugar de decir que una viuda debe morir si el marido muere, la Biblia anima a las viudas jóvenes a casarse y hacer una nueva vida. En lugar de dejar que las viudas perezcan en la pobreza, las Escrituras les encargan a los parientes cristianos cuidar de ellas. Si la viuda no tenía parientes que la ayudaran, las ofrendas de la iglesia debían apartarse para ayudarla. Incluso entonces, las viudas cristianas no son vistas simplemente como víctimas que necesitan ayuda, sino como obreras valiosas.

En 1 Timoteo 5, la Biblia describe un plan para ofrecer protección a las viudas de la Iglesia y dice que cada una de estas viudas debe tener un papel importante en la obra de la iglesia y ser conocidas por "ayudar a quien se encuentra en dificultad y dedicarse a toda clase de buenas obras." conforme la iglesia ayuda a la viuda, la viuda ayuda a la iglesia. Este es el hermoso equilibrio del camino cristiano: ayudar a una persona en necesidad y, al mismo tiempo darle a esa persona la responsabilidad de ser de bendición para otros. Esto hace de la viuda una persona con dignidad, no sólo un objeto de lástima.

Es maravilloso para una mujer tener marido e hijos. Pero incluso si su marido está muerto y sus hijos ya no necesitan de ella, una mujer todavía es preciosa. El valor de una mujer no se basa únicamente en su relación con el marido y los hijos, sino en su relación con el Señor. La Biblia no deja ninguna duda acerca de la belleza y la dignidad de ser esposa y madre, pero tampoco deja duda alguna acerca de la belleza y la dignidad de servir a Cristo como viuda o como una mujer soltera.


Vida Abundante

Jesús dijo una vez: "yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia " (Juan 10:10). Él no estaba hablando solamente sobre los hombres y los niños. También estaba hablando de las mujeres y las niñas.

Desconfía de quien pretende ofrecerles a las mujeres una vida mejor lejos de Jesús. La historia confirma que la vida abundante de la que habló Jesús proviene de él. Si quieres la vida abundante, no creas que alguna religión o cultura te la dará. Tú necesitas a Jesucristo y la dirección cultural de su Palabra, la Biblia. No asumas que todas las religiones y culturas son igualmente buenas con las mujeres. Algunas religiones y culturas les han permitido a los hombres vender a sus hijas al mejor postor. Algunas les han permitido a los hombres golpear a sus esposas y matar a sus hijos. Algunos han autorizado el asesinato de las viudas. Algunos han autorizado la mutilación genital de las niñas. Algunos han enseñado un doble estándar en el que se espera que los esposos sean aventureros sexuales y en el que se espera que las esposas sean puras. Pero Cristo ofrece una mejor alternativa. Cristo es el punto de inflexión. La fe en Cristo aleja a las personas y a las culturas de tales actitudes y comportamientos nocivos. La fe en Cristo nos conduce hacia la vida abundante.

Jesús es una buena nueva para las mujeres. Jesús les vino a dar vida en abundancia a las mujeres. Él no hizo eso al provocar que las mujeres fueran menos femeninas y más masculinas, o poniendo a las mujeres en contra de hombres, como algunos activistas no cristianos lo intentan hacer. Jesús lo hizo amando a la mujer, honorando su naturaleza femenina, y utilizando sus talentos. Jesús lo hizo a través de perdonar los pecados de la mujer, sanar sus heridas, llenarlos con su Espíritu Santo, darle rienda suelta a su potencial y concederles la vida eterna. Jesús lo hizo al instruir a los esposos a ser fieles y amar a sus esposas y al renovar el patrón de Dios para la vida familiar. Jesús lo hizo al darle el mismo valor a cada miembro de su iglesia, sean hombres o mujeres, casados o solteros.

Y lo que Jesús ha hecho en el pasado, lo sigue haciendo. Todavía hoy, Cristo sigue siendo una buena nueva para las mujeres. Aún hoy, él les da la vida eterna a aquellos que creen en él. Aún hoy, Jesús hace que la vida sea mejor para las mujeres, para sus familias y para culturas enteras. Cree en él, bendice su nombre, y "no olvides ninguno de sus beneficios" (Salmo 103:2).

 

Остання зміна: четвер 5 жовтня 2017 15:17 PM