La Caída de Constantinopla 1453

Por Dan Graves


Mehmed II, Sultán de los otomanos, estaba decidido a someter bajo el control islámico a Constantinopla. Ésta era la última resistencia del Imperio Bizantino. A causa de sus triples gruesas paredes y de su posición geográfica, sería una ciudad difícil de tomar. Se dedicó a la tarea con gran previsión, erigiendo fortalezas cerca de Constantinopla, y consiguiendo que buques atacaran desde el mar y que ejércitos atacaran desde tierra. Entre sus tropas estaban los Jenízaros, quienes habían capturado cristianos asediándolos mediante una fuerza de combate feroz. Mehmed había hecho que sus ingenieros diseñaran un arma gigante, capaz de arrojar piedras que pesaban un cuarto de tonelada hasta una milla de distancia. 

Con este cañón monstruoso, así como con pequeñas armas, él bombardeó la ciudad de día y de noche. No pasó mucho tiempo antes de que las paredes exteriores fueran reducidas a escombros. Las cosas se pusieron feas para los cristianos de Constantinopla. Ellos fueron reducidos a siete mil defensores cansados, quienes temían que Dios los había abandonado. Los alimentos se estaban agotando. De igual modo, ellos no se rindieron, sino que erigieron barreras improvisadas que mantuvieron en la bahía a los ejércitos de Mehmed. 

Una fuerte cadena bajo el agua impedía a los barcos de Mehmed acercarse a las paredes. Incluso aunque Mehmed había construido una grada de tablones engrasados sobre una colina escarpada y había arrastrado 80 pequeños barcos al canal interior, los defensores contuvieron los ataques. También lograron dejar al gran cañón fuera de servicio. 

Tras sufrir graves pérdidas en su intento de tomar la capital del Imperio Romano Oriental, la tropa turca comenzó a murmurar sobre el gran número de víctimas que los ataques estaban ocasionando sobre ellos. Mehmed convocó un consejo y convenció a sus seguidores de desatar un último asalto. Si fallaba, había prometido que levantaría el asedio. Dirigió toda su artillería pesada contra los puntos más dañados, con los Jenízaros enfrentando el centro gravemente dañado. Alrededor de la 1:30 am el 29 de mayo de 1453, él ordenó el ataque. 

Los cristianos defendieron valientemente su ciudad. Incluso los Jenízaros no podían traspasar las paredes. Una vez más, la armada de Mehmed fue repelida. Sin embargo, unos pocos soldados Otomanos se habían abierto paso a través de una puerta abierta. Aunque fueron rápidamente asesinados, plantaron banderas en la muralla de la ciudad. Los defensores cristianos, mirando hacia atrás mientras amanecía, vieron las banderas de Mehmed y creyeron que la ciudad detrás de ellos había sido tomada. Ellos titubearon. Mehmed se dio cuenta y arrojó a sus Jenízaros en contra de ellos. Las líneas cristianas colapsaron. 

El ejército otomano se abarrotó en la ciudad, asesinando indiscriminadamente. Saquearon las iglesias e incautaron los cálices sacramentales. Algunos cristianos fugitivos aseguraron que las mujeres y los niños fueron violados en los altares. Los turcos derribaron la cruz que se hallaba encima la gran catedral de la ciudad, Santa Sofía, sustituyéndola por una media luna. Los sobrevivientes guardaron luto considerándolo "el último día del mundo". 

Constantino XI Paleólogo, el último emperador bizantino, murió peleando como un soldado común. El folclore popular decía que un día él regresaría para restaurar el imperio y su gran ciudad, y que un sacerdote caminaría a través de las paredes de la Catedral de Santa Sofía, trayendo consigo los elementos para la restauración de la Eucaristía.

 

Última modificación: miércoles, 11 de octubre de 2017, 10:32