Revista Historia Cristiana, Número 94

Encuentros con el Islam

Por Andrew Saperstein

Pocos temas tienen implicaciones más serias para el testimonio cristiano y para la política mundial actual que las relaciones islámico cristianas. Podemos aprender mucho del apologista cristiano árabe Juan de Damasco, del elocuente Patriarca líder de la Iglesia Asiria Timoteo 1, y del incansable misionero protestante Samuel Zwemer.


Las relaciones entre el mundo musulmán y el mundo Occidental dominan las noticias internacionales. Los acontecimientos del 11 de septiembre, la guerra en Irak, la evolución de la situación en Afganistán, el conflicto israelí/palestino, la crisis de las caricaturas danesas, los comentarios del Papa Benedicto XVI sobre el islam, otros innumerables eventos de perfil más bajo--todo se refleja en el hecho de que las relaciones entre los musulmanes y cristianos, y entre los musulmanes y occidentales permanecen entre las cuestiones definitorias de nuestra época. Esta situación obliga a los seguidores serios de Jesús a examinar precisamente aquello a lo que Cristo nos llama con respecto a nuestros vecinos musulmanes--y a nuestros enemigos musulmanes.

Los cristianos de hoy no son los primeros en enfrentar este desafío. Desde la aparición súbita de una vigorosa y creciente comunidad musulmana en la Península Arábiga a principios del siglo séptimo, los cristianos y los musulmanes se han visto obligados a negociar las realidades de las interacciones cara a cara en la vida cotidiana, en las relaciones políticas entre las naciones musulmanas y cristianas, y en los muy comunes conflictos violentos.

Lamentablemente, la violencia les ha dado forma a las opiniones de los musulmanes y de los cristianos sobre cada uno de ellos y ha generado vergüenza e indignación en ambos lados. Marchando bajo la bandera de la cruz, los Cruzados medievales masacraron a miles de musulmanes, justificando su comportamiento en parte como respuesta a la agresión Islámica del Oriente en contra de los cristianos. Durante los siglos XIV y XV, el caudillo mongol Tamerlán y sus tropas dejaron grandes cantidades de cráneos en Asia como símbolo de su espeluznante aventura en la causa de la guerra santa. Más recientemente, las potencias coloniales europeas hurtaron tierras musulmanas y subyugaron a sus pueblos en África, en Asia, en el Medio Oriente y más allá. Y en la actualidad, las quejas de un inminente "choque de civilizaciones" se mezclan con el estrépito de enfrentamientos violentos entre los musulmanes y los cristianos de varios continentes.

Mientras estas dolorosas realidades deben afrontarse, también hay puntos más brillantes en nuestra historia compartida. Entre los muchos últimos cristianos que se involucraron con los musulmanes en formas más constructivas, destacan tres: el apologista cristiano Juan de Damasco, el Patriarca nestoriano Timoteo I, y el misionero protestante para Arabia, Samuel Zwemer. Estos tres hombres habitaron en distintas épocas y en distintos lugares y tuvieron diferentes llamados, pero en diversos grados muestran ciertas características críticas constructivas hacia el compromiso islámico cristiano: un compromiso con la Ortodoxia cristiana, con el involucramiento internacional no violento de los musulmanes, y con el acomodo respetuoso de sus palabras y hechos hacia las experiencias musulmanas.


Juan de Damasco: Defensor de la Ortodoxia

Habiendo nacido en el seno de una prominente familia cristiana árabe en el año 655, Juan de Damasco (Yahya al-Dimashqi en árabe) pasó los primeros años de su carrera como director financiero del califa musulmán Abd al-Malik. Posteriormente, fue ascendido a la posición de consejero principal de Damasco. Juan estaba bien educado, dotado de habilidades retóricas y fluidez en árabe, siríaco y griego. Con su minuciosa crianza multicultural sin duda él se movía con facilidad entre los cristianos de habla siríaca, entre los musulmanes de habla árabe, y entre otros grupos locales.

Juan aparentemente no siempre estuvo a favor de sus empleadores musulmanes o de la amplia comunidad cristiana. Se encontró a sí mismo en el lado equivocado en una cada vez más mordaz división política y teológica cuando desafió los edictos iconoclastas del emperador bizantino León III, defendiendo, en cambio, el papel de las imágenes en el culto cristiano.

León III se vengó saboteando la reputación de Juan entre sus patrones musulmanes: arregló que alguien falsificara una carta con la escritura a mano de Juan, ofreciendo entregar la ciudad de Damasco en manos bizantinas. Juan abandonó el servicio al califa y pasó el resto de su vida en el monasterio de San Sabas, a menos de 20 millas de Jerusalén.

En San Sabas, Juan dedicó su tiempo a escribir en contra de la herejía. Dado su conocimiento del islam, no es de extrañar que dirigiera su atención a defender la fe cristiana en contra de la doctrina musulmana, que consideraba una especie de herejía cristiana. Su obra polémica para los cristianos, "Contra la Herejía Ismaelita" fue, de acuerdo al género, intencionalmente despectiva en tono --una especie de "anti Credo" que explicaba, "Esto es lo que no creemos, y he aquí por qué ... "

La familiaridad de Juan con el islam es evidente a lo largo de la obra, cita numerosos detalles de la fe y de la práctica musulmana, y cita diez diferentes versos coránicos. Pero su tono no es conciliador, y hace declaraciones tales como "Mahoma escribió muchos libros ridículos" y "Mahoma dijo: 'Ah, por cierto, Dios me ha mandado a tomar a tu esposa'--claramente, no era un enfoque que promoviera el diálogo constructivo con los musulmanes.

Pero Juan fue producto de su época, y refleja un noble, si no siempre matizado, compromiso con la ortodoxia cristiana. Sus palabras representan el primer período del compromiso cristiano con la comunidad musulmana al escribir. Tanto de buenas maneras como de malas maneras, marcó el tono para futuras interacciones entre islámicos y cristianos.


El Patriarca Timoteo I: Rebatidor Respetuoso

Al igual que Juan de Damasco, El Patriarca Timoteo I creció como un cristiano bajo el dominio musulmán. Habiendo nacido 50 años después de Juan y a 500 km de Damasco, alcanzó la mayoría de edad en el marco de la segunda gran dinastía musulmana, los Abasidas de Bagdad. Timoteo sucedió a su tío como obispo de la Iglesia Asiria, a veces denominada la Iglesia nestoriana. En esta función, supervisó a las iglesias y a los misioneros que se encontraban a una distancia tan lejana como China. (El resto del Cristiandad en ese momento consideraba heréticos a los cristianos asirios, aunque esto pudo haber tenido más que ver con la política que con la teología).

Como un líder cristiano de habla siríaca, educado en los clásicos griegos y viviendo entre árabes musulmanes, Timoteo estaba situado idealmente para ser un puente entre las culturas y las ideas de los clásicos del oeste, la Iglesia Asiria, y la comunidad musulmana. Él desarrolló la capacidad intelectual y la habilidad diplomática que luego lo distinguirían como el más matizado de los primeros líderes cristianos en sus interacciones con los musulmanes.

En el año 781, Timoteo participó en un debate celebrado con el tercer califa abasí, al-Mahdi. Dado el tono respetuoso de ambos hombres, quizá sea más apropiado llamar al intercambio un diálogo. Las palabras de Timoteo son un modelo de cómo mantener la ortodoxia cristiana y, al mismo tiempo, adaptar el mensaje a las perspectivas y experiencias musulmanas.

Timoteo escribió más tarde sobre su intercambio: "Después de que le había rendido a él mis acostumbrados respetos como Rey de Reyes [el título apropiado para dirigirse al califa en ese momento] él comenzó a dirigirse hacia mí y a conversar conmigo, no en un tono áspero y arrogante, debido a que el rigor y la soberbia están alejados de su alma, sino de una manera dulce y benévola." El califa preguntó acerca de la Trinidad: "Si él es uno, Él no es tres; y si Él es tres, Él no es uno; ¿de qué se trata esta contradicción?".

Hablándole al rey como "Su Majestad exaltada", y abordándolo con afecto y respeto, Timoteo respondió: "El sol es también uno, Oh nuestro Rey victorioso, en su esfera, en su luz y en su calor, y el mismo Sol es también tres, un sol en tres poderes. De la misma manera que el alma tiene el poder de la razón y de la inteligencia, y la misma alma es una en una cosa y tres en otra cosa. De la misma manera también un trozo de tres denarios de oro, se llama uno y tres, uno en su oro, es decir, en su naturaleza, y tres en sus personas, es decir, en el número de denarios. El hecho de que los objetos anteriores sean uno, no contradicen ni anulan el otro hecho--que también son tres, y el hecho de que son tres no contradice y anula el hecho de que ellos también son uno".

El diálogo, en forma de una sesión de preguntas y respuestas entre el califa y Timoteo, se extendido a lo largo de dos días y abarcó una amplia gama de prácticas y preocupaciones teológicas. La conversación siempre fue cordial, como se ve en sus palabras de clausura: "Y nuestro Rey victorioso dijo: 'Tenemos la esperanza en Dios de que seamos los poseedores de esta perla (la perla de la verdadera fe), y de que la sostengamos en nuestras manos.' --Y yo le respondí: 'Amén, oh rey. ¡Pero Dios nos conceda que también nosotros podamos compartirla con ustedes, y regocijarnos en el luminoso y radiante brillo de la perla! Dios ha colocado la perla de su fe ante todos nosotros como los rayos luminosos del sol, y cada uno que lo desee puede disfrutar de la luz del sol'".

Más de 1200 años después de su famoso diálogo con el califa al-Mahdi, el Patriarca Timoteo I aún es considerado como un ejemplo brillante de un hombre profundamente comprometido, no sólo con la ortodoxia cristiana, sino también en reflejar la misericordia de su Señor en la manera en la que se relacionó con los musulmanes entre los que vivió.


Samuel Zwemer: Apóstol para el Islam

En 1867, casi 1100 años después del diálogo de Timoteo con el califa al-Mahdi, Samuel Zwemer Marinus nació en la pequeña comunidad holandesa de Vriesland, Michigan. Sintiendo un llamado hacia la misión cristiana durante sus estudios en Hope College, Samuel fue cautivado por el ímpetu del Voluntariado Estudiantil. Continuó su educación teológica en un seminario reformado y pasó a recibir formación práctica médica bajo la enseñanza de un terapeuta en Nueva York. Después de decidir con un compañero de clases "obtener algo concreto en curso", Samuel partió para Arabia en junio de 1890. El lema de su nueva misión árabe fue la oración de Abraham por su hijo en Génesis 17:18: "Ojalá Ismael viva delante de ti".

Entonces poco sabía acerca de que esta oración absorbería el resto de su vida--casi 62 años. Zwemer vio la obra de su vida, no como una lucha "contra los ismaelitas" (un término que se utiliza a menudo en el pasado para referirse a la comunidad musulmana), sino como una lucha a favor de ellos. Al igual que el Patriarca Timoteo I, Zwemer vio su llamado de involucrar a los musulmanes, no como una iniciativa de enfrentamiento, sino como una iniciativa cuyo objetivo era asegurar las bendiciones de Dios sobre los musulmanes dondequiera que se encontraran.

El enfoque de Zwemer se centró en el idioma, en la literatura y en el estudio. Enseñó desde el principio de que "el aprendizaje del árabe es una labor de siete días a la semana", Zwemer se dedicó a la tarea, y posteriormente fue llamado a dar conferencias y predicar no sólo en su inglés y holandés nativos, sino también en la lengua de los musulmanes con quienes fue llamado. Fundó la prestigiosa revista El Mundo Musulmán (que aún se publica en la actualidad), escribió y distribuyó numerosos libros y artículos destinados a unir las brechas del entendimiento entre cristianos y musulmanes, y trabajó incansablemente con el fin de movilizar a una generación de cristianos para relacionarse pacíficamente con los musulmanes.

Viviendo y viajando a lo largo de toda la Península Arábiga y por todo el mundo musulmán durante décadas, a menudo en las peores circunstancias, Zwemer modeló las cualidades de perseverancia y sacrificio personal (enterró a tres de sus hijos en Arabia) que condujeron al eminente historiador Kenneth Scott Latourette a afirmar, "nadie a lo largo de todos los siglos en la misión cristiana hacia los musulmanes ha merecido mejor que el Dr. Zwemer la designación de Apóstol para el islam".

Aunque Samuel Zwemer estuvo distanciado de Juan de Damasco y de Timoteo I por más de un milenio, compartió con ellos un profundo compromiso con la ortodoxia y con el vínculo intencional y pacífico hacia los musulmanes. Los tres hombres poseían los conocimientos culturales y lingüísticos, así como la voluntad de entablar un diálogo inteligente con los musulmanes. En el caso de Juan y Timoteo, estos musulmanes fueron sus vecinos inmediatos; en el caso de Zwemer, vivían al otro lado del mundo. Timoteo y Zwemer adecuaron su firme mensaje ortodoxo para los musulmanes en formas relevantes y respetuosas, y su ejemplo nos llama a hacer lo mismo al relacionarnos con los musulmanes de la actualidad en nuestras propias y lejanas tierras.


Andrew Saperstein es director asociado del programa de Reconciliación en el Centro de la Fe y la Cultura de la Escuela de Divinidad de Yale.

 

Last modified: Wednesday, October 11, 2017, 10:33 AM