LA REFORMA: LA DIVISIÓN Y LA RENOVACIÓN ENTRE LA ÉPOCA MEDIEVAL Y LA ÉPOCA MODERNA

GUION DEL PROGRAMA


"Era la mejor de las épocas, era la peor de las épocas, era la época de la sabiduría, era la época de la insensatez, era la época de la creencia, era la época de incredulidad, era la temporada de la luz, era la temporada de la oscuridad, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, teníamos todo ante nosotros, no teníamos nada ante nosotros, todos íbamos a ir directo al cielo, todos íbamos a ir directo a otra dirección." Charles Dickens, Una Historia de Dos Ciudades


Martín Lutero

Estas son las primeras líneas de la famosa novela de Charles Dickens, Historia de dos ciudades, describiendo el espíritu de la época, en vísperas de la Revolución Francesa en el siglo XVIII. Pero también describen el estado de ánimo y acontecimientos en vísperas de la reforma protestante (1517) del siglo XVI. Rara vez, si alguna vez, ha habido una época más similar a la nuestra que el mundo en el que nació Martín Lutero en 1483.

¡Era la mejor de las épocas! Era una época de exploración y descubrimiento. Martín Lutero sólo tenía nueve años cuando Cristóbal Colón partió hacia la India y tropezó con un nuevo hemisferio. De vuelta en Alemania, la imprenta se acababa de inventar, haciendo disponibles la alfabetización y el aprendizaje para la gente común. En el arte y en la arquitectura, la gloria del Renacimiento moldeó su fascinación alrededor de toda Europa. Era la época de Rafael (1483-1520) y Miguel Ángel (1475-1564) y Leonardo Da Vinci (1452-1519). Era la época de Johannes Keplar (1571-1630) y Galileo (1564-1642), cuya invención del telescopio abrió el cielo para el ojo humano.

Pero también fue la peor de las épocas, fue una época de violencia y muerte, una época de gran ansiedad sobre el sentido mismo de la vida misma. Lo que el SIDA y el cáncer son para nosotros, la peste bubónica o "peste negra" fue para el mundo de la reforma, una enfermedad devastadora sin cura. Los campesinos se rebelaban contra sus señores, los reyes contra el emperador, miles de así llamados "brujos" fueron condenados a muerte en un frenesí de persecución.

La "Danza de la Muerte" era un tema prominente en la iglesia, en la pintura y en la arquitectura de la época. La figura del esqueleto de la muerte, a menudo riendo, se muestra encabezando un desfile de nobles, campesinos, artesanos y clérigos hacia una fosa común.

Como William Shakespeare (1564-1616) lo describió,

¡Qué tempestad del mar! ¡Temblor de la tierra! ¡Conmoción en los vientos! Los sustos, los cambios, los horrores, desvían y fracturan, desgarran y desenraizan la unidad y la calma casada de los estados totalmente desde su elemento. Oh, cuando el rango es amoldado, el cual es la escalera de todos los diseños altos, la empresa está enferma.

Y justo en medio de todo eso, se asentaba la Iglesia. La Iglesia de Jesucristo, contra la cual, él había dicho, las puertas del infierno nunca prevalecerían. ("Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella " [Mateo 16:18, NVI].) Pero la iglesia se había corrompido en muchas formas y había sido acosada por la inmoralidad sexual, extendiéndose incluso hacia el papado. Alejandro VI (1492-1503), uno de los papas más notables del Renacimiento, se jactaba de tener numerosos hijos ilegítimos, algunos de los cuales él había ascendido a altos cargos de la iglesia.


Erasmo de Róterdam

Uno de aquellos que protestó contra tales abusos en la iglesia fue un erudito de Holanda llamado Erasmo de Róterdam, hijo ilegítimo de un sacerdote holandés. Erasmo fue un reformador moral. Él veía poco valor en los ritos religiosos externos tales como las peregrinaciones, el rosario o las reliquias.

"¡Oh", dijo, "la locura de aquellos que veneran un hueso del Apóstol Pablo consagrado en vidrio y no sienten el resplandor de su espíritu consagrado en sus epístolas!".

La solución de Erasmo fue volver a las fuentes de la antigüedad clásica y bíblica, especialmente al Nuevo Testamento. En 1516, publicó la primera edición crítica del Nuevo Testamento Griego. Fue este mismo volumen el que Martín Lutero utilizaría para desarrollar su propia mucho más penetrante crítica de la iglesia medieval.


1. Justificación Sólo por Fe

La reforma inició el 31 de octubre de 1517, cuando Martín Lutero colocó sus 95 Tesis a la puerta de la iglesia del castillo en Wittenberg. Él estaba protestando por la religiosa "venta indiscriminada" de un fraile dominico llamado Tetzel que habían entrado en su territorio vendiendo indulgencias en nombre del papa. A través de la compra de una indulgencia, uno podía recibir grandes beneficios espirituales incluyendo tiempo de liberación del Purgatorio.

Lutero estaba indignado.

Si el papa tenía tanto control sobre el purgatorio, él dijo, ¿por qué simplemente no abre la puerta y deja salir a todo el mundo? El verdadero tesoro de la iglesia, dijo, no son los méritos acumulados de los santos, sino el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Y cuando Jesús dijo, "Arrepentíos," él no quiso decir (como la Vulgata Latina [la traducción latina de la Biblia] lo había traducido), "Hacer penitencia", sino que (como el Nuevo Testamento Griego de Erasmo lo había mostrado), él había hecho un llamado a un cambio de corazón y de mente. Él se refería a que toda la vida de los creyentes fuera una vida de arrepentimiento.

Lutero protestaba contra la "gracia barata." Él luchó contra la iglesia, no porque ésta exigiera demasiado, sino porque exigía muy poco.

Pero ¿cómo es que Lutero llego a esta compresión?

"No aprendí mi teología de una sola vez", dijo. "Tuve que seguir donde me dejaban mis tentaciones. No es a través de la lectura o de la escritura o de la especulación que uno se convierte en teólogo. Más bien el vivir, el morir y el ser condenado es lo que te convierte en teólogo".

De hecho, Lutero no tenía ninguna intención de convertirse en teólogo cuando comenzó su carrera académica. Su padre quería que fuera abogado. Lutero había tomado esta disciplina en la Universidad de Erfurt. Al regresar a casa durante las vacaciones de primavera, fue atrapado en una terrible tormenta. Y gritó, "¡Santa Anna, ayúdame, voy a ser un monje!" Así en contra de los deseos de su padre y de sus amigos, Lutero se unió a la orden de los Monjes Agustinos.

En el monasterio, él trató de encontrar una respuesta a la pregunta que había estado afectado a su alma de día y de noche: "¿Cómo puedo encontrar a un Dios de gracia? ¿Cómo puedo saber que Dios está conmigo y no en mi contra? ¿Qué puedo hacer para agradar a Dios, para satisfacer a Dios, para constituir alguna afirmación sobre Dios?".

Lutero no sólo era un monje ordinario, sino uno escrupuloso. Las primeras xilografías que tenemos de él muestran su rostro demacrado, sus mejillas protuberantes. "Si alguna vez un monje llegó al cielo por su monacato, fui yo", recordó después Lutero. Él se quedaría sin alimentos y sin agua durante varios días. Durante el invierno, dormiría en el suelo de piedra de su celda monástica sin una manta hasta que temblara hasta los huesos. Pero siempre se preguntaba a sí mismo, "¿Tengo suficiente hambre? ¿Tengo suficiente frío? ¿He sufrido los suficiente? ¿Alguna vez habrá algo "suficiente" que pueda satisfacer a Dios?".

Martín Lutero se confesaría una y otra vez, derramando todos sus pecados, pero aun así, no habría ningún alivio. Él incluso empezó a dudar de la bondad y de la misericordia de Dios.

"Hombre," dijo su confesor, "lo estás haciendo demasiado difícil. Todo lo que tienes que hacer es amar a Dios".

"¿Amar a Dios?!" replicó Lutero. "¡Lo odio!".

Lutero encontró dirección a través de esta noche oscura del alma, recurriendo a las Escrituras. Día y noche se derramaría sobre el texto de la Biblia. En la lectura a través del Salterio, llegó a este versículo del salmo 22: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Sal. 22:1 KJV). Lutero se dio cuenta de que, por supuesto, estas fueron las mismas palabras que Jesús les había citado en la cruz (Mat. 27:46). Abandonado. Jesús abandonado.

"Esa es exactamente la forma en la que me siento", pensó Lutero. "¡Y yo que creía que era el único! ¿Cómo puede ser que Jesús, el hijo de Dios sin pecado, se haya sentido distanciado de su padre, de nuestro lado, clamando en la oscuridad la misma pregunta que me he preguntado una y mil veces, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué?'".

Lutero luego llegó a Romanos 1, donde el Apóstol Pablo cita al profeta del Antiguo Testamento Habacuc: "En el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin, tal como está escrito: El justo vivirá por la fe (Romanos 1:17, NVI). Lutero siempre había entendido que ese verso se refería a la justicia por la cual Dios castiga a los culpables. Pensaba en Cristo, como Miguel Ángel lo había pintado en la Capilla Cistina, el juez sentado sobre el arco iris, condenando a hombres y mujeres, a ovejas y cabras, a Su derecha y a Su izquierda. Ese era el Dios que Lutero no podía amar, sino que odiaba y contra quien murmuraba en su corazón.

Pero a medida que Lutero estudiaba esa expresión, "la justicia de Dios, " él se dio cuenta que ésta se refería a la justicia por la cual Dios, por medio de Jesucristo, considera aceptable al pecador ante sus ojos. La justificación por la fe, "allein", como Lutero dijo en Alemán, "solamente", prescindiendo de las buenas obras y de los méritos propios ganados.

Cuando me di cuenta de esto, dijo Lutero, me sentí como si las puertas del paraíso se hubiesen abierto y yo hubiese entrado. Era como si yo hubiera ido desde la medianoche más oscura hacia el brillo del sol del mediodía. Me sentí como si hubiera nacido de nuevo.

Toda la Reforma surgió a partir de la comprensión fundamental de Lutero acerca del carácter de la gracia de Dios. Lutero había llegado a esta comprensión a través de su estudio en la Biblia.


2. La Suficiencia de las Escrituras

"Todo el mundo", dijo, "debería ser capaz de tomar la palabra de Dios en sus manos y leerla con sus ojos. El granjero en el arado, la que ordeña en su balde, así como los clérigos entendidos y los eruditos en la universidad".

Quizás la mayor contribución individual de Lutero a la reforma fue su traducción de la Biblia a su lengua nativa Alemana. En 1519, Lutero fue atraído a un debate público con el teólogo católico Juan Eck, la autoridad relativa de las Escrituras y de la tradición. Lutero tenía gran respeto por los escritos de los primeros Padres de la iglesia y por las decisiones tomadas a principios de los concilios de la iglesia. Pero todo estos, a su juicio, debía estar subordinado a la autoridad de la Palabra de Dios plasmada en las Sagradas Escrituras.

"La Biblia es la Palabra de Dios revestida en palabras humanas, al igual que Cristo, el Verbo eterno de Dios, se encarna en la vestidura de su humanidad. Cristo yace en el pesebre de las Escrituras", dice Lutero, "envuelto en pañales".

Así, junto con la doctrina de la justificación sólo por fe, ponemos un segundo principio de la Reforma: la suficiencia de la revelación de Dios sólo en las Sagradas Escrituras.

La última cosa en el mundo que Lutero quería hacer era empezar una nueva iglesia. Al final de su vida se vio a sí mismo como un siervo fiel de la única iglesia, santa, católica y apostólica.

Pero en 1521, Lutero fue llevado ante el emperador Carlos V en la Dieta de Worms y el emisario del Papa le pidió que se retractara de lo que había escrito.

"A menos que sea convencido por la razón y la conciencia", dijo, "no puedo y no voy a retractarme. Aquí estoy, no puedo hacer otra cosa, así que ayúdame Dios. Amén".

A partir de ese momento, hubo pocas esperanzas de que la división en la iglesia pudiera corregirse. El movimiento de Lutero no pudo ser detenido. Pronto el clamor por la reforma iba a ser escuchado en toda Europa.


Huldrych (Ulrich) Zwinglio

En Suiza, un movimiento paralelo para la reforma y sin embargo distintivo fue dirigido por un poderoso predicador llamado Huldrych Zwinglio. Zwinglio había sido profundamente influenciado por Erasmo, así como Lutero. ¡Él se aprendió de memoria todas las cartas de Pablo en el Griego original! El 1 de enero de 1519, Zwinglio fue llamado a ser el pastor de la famosa iglesia Grossmünster en Zurich. Entró en el púlpito, abrió su Biblia en el capítulo uno del Evangelio de Mateo, y comenzó una serie de sermones expositivos del Nuevo Testamento. Cuatro años más tarde, el 29 de enero de 1523, unos 600 ciudadanos se agolparon en el ayuntamiento de Zurich para escuchar una disputa pública entre Zwinglio y Juan Fabri, un representante del obispo local. Zwinglio traía su Nuevo Testamento Griego y su Antiguo Testamento Hebreo, los cuales citaba una y otra vez durante el debate. Al final de la jornada, el Ayuntamiento acordó que Zwinglio podía seguir predicando la Palabra de Dios y guiar a la iglesia a abandonar las prácticas tradicionales que no tenían ningún fundamento en las Escrituras.

En 1529, Zwinglio y Lutero estuvieron cara a cara por única vez en sus vidas. Se reunieron en la ciudad de Marburg, Alemania, para discutir sus opiniones divergentes de la Cena del Señor. Lutero, debido a su rechazo de la doctrina medieval de la transubstanciación, aún creía que Cristo se encontraba corporalmente presente en el sacramento del altar "en, con y bajo" los elementos del pan y del vino.

Zwinglio, por otro lado, veía la Cena del Señor como una celebración conmemorativa. Las mismas preocupaciones que habían llevado a Zwinglio a oponerse a las imágenes y a desechar el órgano de la iglesia de Zurich también lo impulsaron a oponerse a Lutero sobre este punto.

La salvación era solamente por Cristo, solamente a través de la fe, y no a través de la fe y del pan, dijo Zwingli. El cuerpo de Cristo está en el cielo, a la diestra de Dios, no en los diversos altares de la Cristiandad cuando los cristianos se reúnen para celebrar la Cena del Señor.

En la cumbre del debate, Lutero tomó un pedazo de tiza y escribió sobre la mesa delante de él la palabra latina est. Este es mi cuerpo, la cual Jesús había dicho. Lutero creía que creer cualquier otra cosa era negar la encarnación.

Los dos grandes líderes nunca se reconciliaron. Como consecuencia, la Reforma Protestante se desarrolló en dos campamentos competidores con diferentes confesiones: la tradición Luterana y la tradición Reformada.

Actualmente, quien visita Zurich, Suiza, se le muestra una estatua de Zwinglio, cerca del río Limmat. Zwinglio se encuentra de pie con la Biblia en una mano y con la espada en la otra. En 1531, Zwinglio fue asesinado en la batalla de Kappel esgrimiendo esa espada. Pero el movimiento que él había iniciado pronto se extendió a otras ciudades suizas, incluidas Basilea, Berna y Ginebra. En Ginebra, la tradición Reformada recibió un nuevo impulso bajo la dirección de Juan Calvino, un francés brillante capacitado en derecho en la Universidad de París.


Juan Calvino

Sabemos muy poco acerca de la conversión de Calvino a la fe protestante, la cual debió haber ocurrido en algún momento en los años 1530. Él sólo se refirió a ella en una ocasión y, a además, de una manera muy críptica: "A través de una repentina conversión," él dijo, "Dios sometió mi corazón a la enseñanza".

En 1536, Calvino se encontraba en la ciudad de Basilea, refugiado de la persecución religiosa de Francia. Aquí publicó un pequeño libro, Los Institutos de la Religión Cristiana. Fue una introducción sistemática brillante a la teología Protestante. Calvino dijo que esperaba que esta fuera "una llave que abriera un camino para todos los hijos de Dios hacia una comprensión buena y correcta de las Sagradas Escrituras".

Durante el curso de su vida, Calvino revisó y amplió Los Institutos varias veces, hasta la edición definitiva en 1559. Los rasgos básicos de Los Institutos siguen el orden del "Credo de los Apóstoles". Éste se divide en cuatro libros, cada uno de los cuales se ocupa de un grupo de ideas teológicas clave.


Los Institutos

• EL LIBRO UNO se trata sobre el conocimiento de Dios, sobre Su revelación general en la creación, y sobre Su revelación especial en la Biblia junto con la preocupación que Él muestra por Su pueblo a través de Su cuidado providencial.

• EL LIBRO DOS se centra en la persona y en la obra de Jesucristo, en Su muerte expiatoria en la cruz, la cual es el remedio de Dios para el pecado y la culpa de la humanidad perdida.

• EL LIBRO TRES explora la obra del Espíritu Santo en la salvación, la vida de oración, el misterio de la predestinación y la esperanza Cristiana en la resurrección.

• EL LIBRO CUATRO se trata sobre la iglesia. En un sentido, Calvino explica, la iglesia es invisible. Es la compañía de todos los redimidos de Dios en todas las épocas del tiempo. Nunca podemos estar absolutamente seguros de quien es parte de esta iglesia invisible porque los elegidos de Dios solo son conocidos con certeza por él mismo. Pero en esta vida, también estamos preocupados por la Iglesia visible, por el plan para ella, el cual se encuentra en el Nuevo Testamento. Calvino tenía ideas muy claras sobre la organización de la Iglesia visible, sobre sus oficiales, sus sacramentos y sus responsabilidades en el mundo. Calvino veía a la iglesia como una presencia dinámica en el mundo, responsable no sólo de las actividades religiosas, sino de dar forma y dirección a cada aspecto de la cultura y de la vida. "El Mundo", dijo Calvino, "es el teatro de la gloria de Dios".

Calvino procuró ampliar el señorío de Cristo en todos los ámbitos de la vida. En el siglo XIX, Abraham Kuyper, el gran primer ministro calvinista de Holanda, expresó "No hay un centímetro cuadrado de toda la creación sobre la que Jesucristo no clame, ‘¡Esto es mío! ¡Esto me pertenece!’".

A diferencia del luteranismo, que permaneció en gran medida contenida dentro de Alemania y de los países escandinavos, el calvinismo fue un movimiento internacional de gran importancia política y social. Desde Hungría y Polonia en el este, hasta los Países Bajos, Escocia y, eventualmente, Nueva Inglaterra en el oeste, el calvinismo trató de dar cuerpo y forma a un nuevo mundo. Mientras los Anabaptistas rechazaban el mundo considerándolo el dominio de las tinieblas y del mal, y mientras Lutero aceptaba al mundo como un mal necesario con el que los cristianos debían coexistir, Calvino trató de vencer al mundo, de transformar y reformar al mundo sobre la base de la Palabra de Dios y sobre Su propósito providencial en la creación y en la redención.

El estereotipo popular de Calvino como un "tirano de sangre fría gobernando Ginebra con puño de hierro" no se ajusta a los hechos de la historia. Calvino fue, como Lutero había declarado que todos los cristianos debían ser, al mismo tiempo un pecador y un santo. Ni Lutero ni Calvino estaban interesados en promover un culto de personalidad. Lutero se molestó cuando algunos de sus seguidores se empezaron a nombrar "Luteranos".

"Quién soy yo", preguntó él, "¿una pobre y apestosa bolsa de gusanos que soy como para que los siervos de Cristo deban ser llamados con mi malvado nombre?".

Calvino murió el 27 de mayo de 1564, y a petición propia, fue sepultado en una tumba anónima. La meta de su vida era ser un siervo fiel de la Palabra de Dios. Sin duda, él habría estado de acuerdo con uno de sus descendientes espirituales, Juan Robinson, (1576-1625) el pastor de los padres peregrinos: "he seguido a Calvino no más de lo que él ha seguido a Cristo. Porque el Señor posee aún más verdad y luz que brota de su Santa Palabra".


Una Poderosa Fortaleza

Lutero, Zwinglio y Calvino eran hombres de gran valentía y convicción, cuyo legado vive en nuestra propia fe en la actualidad. Cada vez que cantamos, "Una poderosa fortaleza es nuestro Dios"; cada vez que abrimos nuestra biblia para leer un pasaje determinado; cada vez que escuchamos la predicación de la Palabra de Dios o que nos congregamos como una comunidad de creyentes en una reunión de la Iglesia, estamos presenciando la permanente validez de la Reforma. La antorcha iluminada por estos reformadores fue llevada hacia adelante por otros, a veces de maneras que nadie podría haber predicho.

¿Quién hubiera pensado en 1525, cuando el Papa Clemente VII concedió el título de "Defensor de la Fe" al Rey Enrique VIII, por haber escrito un tratado obsceno contra Lutero, que en otra generación, Inglaterra se convertiría, por real decreto, en una comunidad protestante, con el culto de la Iglesia para siempre enriquecido por la obra litúrgica del Arzobispo Tomás Cranmer, El Libro de la Oración Común?

¿Quién podría haber predicho en 1520, cuando Lutero publicó su tratado, La Libertad de un Cristiano, que algunos de sus antiguos seguidores, los Radicales y los Anabaptistas, interpretarían la libertad de una forma muy diferente, llevándolos a abandonar el bautismo infantil y a organizar Iglesias congregacionales sólo para creyentes?

¿Quién podría haber previsto en 1536, las consecuencias revolucionarias de la reforma de Calvino? Zwinglio una vez comparó la Palabra de Dios con el Río Rin: "Uno quizás pueda contenerlo por un tiempo", dijo, "pero es imposible detenerlo".

Volteado a mirar la reforma, podemos dar gracias a Dios por los grandes logros de esa época:

• La recuperación del evangelio,

• La traducción y distribución de la Biblia entre la gente común,

• Las grandes doctrinas de la justificación sólo por la fe,

• El sacerdocio de todos los creyentes,

• El señorío de Cristo sobre todos los aspectos de la vida.

La reforma no es un suceso que ocurriera de una vez por todas en el siglo XVI, ya que la Iglesia siempre afronta nuevamente la decisión por la fe o por la incredulidad, por la obediencia o por el estancamiento. Y de esta forma los reformadores nos han dejado el legado sobre el concepto de ecclesia semper refermanda, la Iglesia siempre reformándose y siempre necesitada de una mayor reforma. Y así, a pesar de sus debilidades, de sus puntos ciegos y de sus pecados, seguimos construyendo sobre las buenas bases establecidas por estos reformadores. Como el filósofo nacido en Suiza, Ernst Bloch (1880-1959), ha escrito: "a pesar de su sufrimiento, de su temor y temblor, en todas estas almas brilla la chispa del más allá, y ésta enciende el reino que se detiene".

 

Última modificación: martes, 24 de octubre de 2017, 22:17