Revista Historia Cristiana, Número 53

El "Camarón" que Detuvo la Esclavitud

Por Christopher D. Hancock

El mayor mal del Imperio Británico cesó en gran parte debido a la fe y a la persistencia de William Wilberforce.


HOY UNO DE SUS RETRATOS ENTEROS SE ENCUENTRA EN UNA CANTINA. Otro
en la misma ciudad, Cambridge, se encuentra en un hotel. Otro más, en su antigua universidad, San Juan. En cada uno, él observa el mundo con curiosidad a través de unos ojos pequeños y brillantes sobre una nariz larga y vuelta hacia arriba. Se decía que era "el hombre más ingenioso de Inglaterra y el más religioso" (Madame de Stael), y alguien que poseía "la mayor elocuencia natural de todos los hombres que jamás he conocido" (William Pitt). Cuando él hablaba, otro bromeó: "El camarón se convertía en una ballena" (James Boswell). El historiador GM Trevelyan llamó a este "camarón" el agente humano elemental para "uno de los acontecimientos que dieron un giro a la historia del mundo".

Es difícil imaginar que este hombre, de sonrisa amable y de cuerpo pequeño y retorcido, pudiera mover el mundo en una nueva dirección. Sin embargo, William Wilberforce lo hizo.

Nacido el 24 de agosto de 1759, el tercer hijo de Robert y Elizabeth Wilberforce creció rodeado de riqueza. Los Wilberforce se habían establecido en Hull, Inglaterra, a comienzos del siglo XVIII e hicieron su fortuna en el floreciente comercio Báltico. Cuando William tenía 9 años, su padre murió. El niño fue enviado a quedarse con su tío y su tía sin hijos, que eran "grandes amigos del Sr. [George] Whitefield". Ellos expusieron a sus jóvenes a cargo a la predicación evangélica de John Newton, el ex comerciante de esclavos. Años después, Wilberforce habló de "reverenciarlo como un padre cuando era niño". La influencia inmediata de Newton, sin embargo, fue fugaz.

Temiendo que su hijo pudiera estar infectado por el "veneno" del Metodismo, su madre lo trajo de vuelta a Hull y lo inscribió en la vieja escuela de su abuelo en Pockington, cerca de York. Su educación como caballero continuó entre la "aristocracia" comercial. Aprendió a jugar a las cartas, a cantar y desarrolló su don de conversaciones rápidas.

Más tarde él escribió, "Yo era naturalmente un muchacho lleno de vida y fogoso. Ellos [sus amigos] me motivaron, me hicieron hablar mucho y me volvieron muy vano". La muerte de su abuelo en noviembre de 1774 lo dejó aún más rico y más susceptible a las tentaciones de la abundancia.

En octubre de 1776, Wilberforce ingresó en la Universidad de San Juan, Cambridge. Sus tres años allí fueron agradables pero improductivos. Tenía "un control ilimitado del dinero" y poca presión académica por parte de su tutor.

"Se tomaron tantas molestias para volverme inactivo como jamás se han tomado para hacer que cualquiera se volviera estudioso", se quejó posteriormente. Sus aspiraciones intelectuales no podían competir con su pasión por socializar. Su vecino, Thomas Gisborne, recordó más tarde: "Cuando él [Wilberforce] volvía tarde en la noche a sus habitaciones, me llamaba para que me uniera a él. ... Era tan persuasivo y entretenido que a menudo me pasaba la mitad de la noche con él, en detrimento de mi asistencia a las clases del día siguiente".

Wilberforce se graduó el mismo año que el trabajador William Pitt (futuro primer ministro). Su amistad creció a lo largo de 1779. Juntos observaban el Parlamento desde la galería y soñaban con carreras políticas.

En el verano de 1780, el ambicioso Wilberforce se presentó a las elecciones como Miembro del Parlamento (MP) de Hull. Tenía solo 21 años y uno de sus oponentes tenía partidarios poderosos. Sus posibilidades de ganar eran escasas.

En la campaña, Wilberforce confió en su encanto, energía, tacto y poderes de persuasión, y al final, aseguró tantos votos como sus oponentes combinados. Él iba a seguir siendo diputado, para varios distritos electorales, por otros 45 años.

"Los primeros años que estuve en el Parlamento", escribió más tarde, "no hice nada, nada que sea para ningún propósito". Mi propia distinción era mi objeto favorito." Él frecuentaba los clubes exclusivos de St. James y adquirió una reputación como el cantante e ingenioso que era profesionalmente "descuidado e inexacto en el método". Su mente fértil revoloteaba de un tema a otro. Sus primeros discursos, aunque elocuentes, carecían de enfoque y de pasión.

Sin embargo, a inicios de 1784, todo eso cambió.


Nacimiento de un Político Cristiano

En 1784, después de su elección como diputado de Yorkshire (uno de los escaños más codiciados de la Cámara de los Comunes), Wilberforce acompañó a su hermana Sally, a su madre y a dos de sus primos a la Riviera francesa (por el bien de la salud de Sally) También había invitado a Isaac Milner, tutor en la Universidad de Queens, Cambridge, un conocido. Aunque los amigos consideraban a "Wilber" como religioso y moral, si hubieran sabido que el enorme marco de Milner albergaba un cerebro matemático refinado y una fe [evangélica] "metodista" fuerte, es poco probable que lo hubiera invitado. ¡La combinación era inimaginable en un caballero Inglés!

El pensamiento lúcido de Milner y sus modales encantadores fueron una publicidad efectiva para el Cristianismo "serio". Wilberforce tenía la lengua más rápida, Milner tenía la mente más aguda. Mientras viajaban, debatían acerca del evangelismo de la juventud de Wilberforce.

Durante los próximos meses, Wilberforce leyó el libro de Philip Doddridge El Ascenso y el Progreso de la Religión en el Alma (1745) al lado de una Biblia abierta. Sus lecturas y conversaciones con Milner lo convencieron de la vaciedad de la riqueza, de la verdad del Cristianismo y de su propia incapacidad para aceptar sus demandas radicales. Exteriormente se veía confiado, pero interiormente agonizaba. "Estaba lleno de tristeza", escribió. "Estoy seguro de que ninguna criatura humana podría sufrir más de lo que yo sufrí durante algunos meses".

Él consideró retirarse de la vida pública por el bien de su fe. Se lo confió a su amigo Pitt, ahora primer ministro. Pitt le dijo que no se retirara. Con "diez mil dudas", se acercó a John Newton. El santo envejecido le aconsejó: "Se espera y se cree que el Señor te ha levantado para el bien de su iglesia y para el bien de la nación".

La pesadumbre antinatural de Wilberforce finalmente se evaporó en la Pascua de 1786, "en medio del coro general en el que toda la naturaleza parece encontrarse esa mañana para hacer cada vez más grande la canción de alabanza y la acción de gracias". Él creía que su nueva vida había comenzado.

Su sentido de vocación comenzó a crecer al interior. "Mi caminar es público", escribió en su diario. "Mi negocio está en el mundo, y debo mezclarme en las asambleas de los hombres o renunciar al puesto que la Providencia parece haberme asignado". También sintió cada vez más la carga de su llamado: "Un hombre que actúa según los principios que profeso", más tarde escribió, "refleja que debe dar cuenta de su conducta política en el juicio del tribunal de Cristo".


Encontrando su Propósito

Su diario para el verano de 1786 traza su dolorosa búsqueda de una mayor disciplina y una vocación más clara. Él se movió con rapidez entre las causas humanitarias y locales, entre la reforma parlamentaria y nacional. Estudió para corregir su indolencia de Cambridge. Practicaba la abstinencia del alcohol y un autoexamen riguroso como fuera apropiado, el creía, para un Cristiano "serio".

Después de una cena con Pitt, escribió en su diario sobre las "tentaciones de la mesa", es decir, la interminable fila de cenas llenas de conversaciones vanas e inútiles. "[Ellas] me descalifican para cada propósito útil en la vida, me hacen perder tiempo, perjudican mi salud, llenan mi mente con pensamientos de resistencia antes y de auto condenación después".

A principios de 1786, Wilberforce había sido abordado tentativamente por amigos que eran abolicionistas comprometidos. Le pidieron que dirigiera la campaña parlamentaria para su causa. Incluso Pitt lo empujó hacia esta dirección: "Wilberforce, ¿por qué no das a conocer una moción sobre el tema de la trata de esclavos?" Pero Wilberforce dudó.

La trata de esclavos a fines del siglo XVIII involucraba a miles de esclavos, cientos de barcos y millones de libras; de ella dependían las economías de Gran Bretaña y gran parte de Europa. Pocos eran conscientes de los horrores del llamado "Pasaje Intermedio" a través del Atlántico, donde se estima que uno de cada cuatro esclavos moría.

Algunos ingleses, incluidos John Wesley y Thomas Clarkson, habían tomado medidas para mitigar el mal. Sin embargo, pocos en Inglaterra compartían el sentimiento de los abolicionistas de que la esclavitud era un gran mal social. Algunos suponían que los esclavos eran una necesidad justificable o que se merecían su difícil situación.

Para Wilberforce, la luz comenzó a aclarar lentamente durante su año número 27. Su diario del domingo 28 de octubre de 1787 muestra con una claridad extraordinaria el fruto del estudio prolongado, de la oración y de la conversación. Él se dio cuenta de la necesidad de "algún reformador de la moral de la nación, quien deba alzar la voz en los lugares más elevados de la tierra y hacer dentro de la iglesia y más cerca del trono lo que Wesley había logrado en la reunión y entre la multitud".

También resumió aquello que se convirtió en su misión de vida: "El Dios Todopoderoso me ha presentado dos grandes objetos, la supresión de la trata de esclavos y la reforma de los modales" (es decir, la moralidad).

Más tarde reflexionó sobre su decisión acerca de la esclavitud: "Tan enorme, tan terrible, tan irremediable parecía la maldad del oficio que mi propia mente estaba completamente confabulada por la abolición. Deja que las consecuencias sean las que deban; Yo desde este momento determiné que nunca descansaría hasta que yo hubiera efectuado su abolición ".


Enemigos Enormes

Wilberforce inicialmente era optimista, de manera ingenua, y expresó "no hay duda de nuestro éxito". Él buscó frenar el flujo de esclavos originarios de África mediante un acuerdo internacional. La fuerza de sus sentimientos y el apoyo de políticos prominentes como Pitt, Edmund Burke y Charles Fox lo cegaron ante la enormidad de su tarea.

Desde su lecho de muerte, John Wesley le escribió, "No veo cómo puedes atravesar tu gloriosa empresa para oponerte a esa villanía execrable, que es el escándalo de la religión, de Inglaterra y de la naturaleza humana. A menos que Dios te haya levantado para esto, te verás agotado por la oposición de los hombres y demonios. Pero si Dios está contigo, ¿quién puede estar contra de ti?"

En mayo de 1788, Wilberforce se había recuperado de otro de sus ataques periódicos de enfermedad para presentar una moción de 12 puntos al Parlamento acusando al comercio. Él y Thomas Clarkson (a quien Wilberforce elogió como alguien crucial para el éxito de la causa) había investigado minuciosamente y ahora publicitaba las atrocidades físicas del oficio. Pero el Parlamento quería mantener el status quo, y la moción fue abatida.

La campaña y la oposición se intensificaron. Plantadores, empresarios, dueños de embarcaciones, tradicionalistas e incluso la Corona se opusieron al movimiento. Muchos le temían a la ruina financiera personal y a la recesión nacional si el comercio cesaba. Wilberforce fue vilipendiado. El almirante Horatio Nelson castigaba “la doctrina condenable de Wilberforce y de sus aliados hipócritas.” Uno de los amigos de Wilberforce escribió temiendo que un día leyera que Wilberforce había sido “carbonado [asado] por los plantadores de las Indias Occidentales, puesto en la parrilla por los comerciantes africanos y devorado por los capitanes Guinea"

El espíritu de Wilberforce era indomable, su entusiasmo palpable. Como escribió el agente de los dueños de esclavos en Jamaica, "es necesario vigilarlo, ya que está bendecido con una cantidad suficiente de ese espíritu entusiasta, el cual está tan lejos de ceder que se vuelve más vigoroso por los golpes".

El camino hacia la abolición estaba plagado de dificultades. El interés adquirido, el filibusterismo parlamentario, el fanatismo arraigado, la política internacional, el desorden de esclavos, la enfermedad personal y el miedo político, todo se combinaba para frustrar el movimiento. Pasarían años antes de que Wilberforce viera el éxito.


El Primer Ministro de la Filantropía

La causa de los esclavos no era la única preocupación de Wilberforce. El segundo "gran objeto" de la vida de Wilberforce fue la reforma de la moral de la nación. A principios de 1787, concebía una sociedad que funcionaría, como lo expresaba una proclamación real, "para alentar la piedad y la virtud; y para prevenir el vicio, la profanación y la inmoralidad". Con el tiempo se hizo conocida como la Sociedad para la Supresión del Vicio. Al inscribir el apoyo de figuras destacadas de la iglesia y del estado—y del Rey Jorge III—Wilberforce hizo de la moral privada una cuestión de interés público.

Se hicieron cumplir las leyes que restringían el consumo de bebidas alcohólicas, los juramentos y los juegos de los Domingos. "Todos los impresos, los libros y las publicaciones sueltas y desordenadas" fueron suprimidos, incluido el de Thomas Paine. La Edad de la Razón. Wilberforce fue criticado por sus preocupaciones "pringas", sin embargo, John Pollock, un biógrafo reciente, escribió: "La reforma de los modales se convirtió en las virtudes Victorianas y Wilberforce tocó el mundo cuando hizo de las bondades una moda".

Se ha estimado que Wilberforce—apodado "el primer ministro de un gabinete de filántropos"—en un momento estuvo activo en el apoyo de 69 causas filantrópicas. Regalaba una cuarta parte de sus ingresos anuales a los pobres. También le daba una anualidad a La viuda de Charles Wesley desde 1792 hasta su muerte en 1822. Luchó por la causa de los "niños escaladores" (deshollinadores) y de las madres solteras. Buscó el bienestar de los soldados, de los marineros y de los animales, y estableció escuelas dominicales y orfanatos para "niños delincuentes pobres". Sus hogares eran refugios para los marginados y los desposeídos.

Dirigiéndose a los poderosos como agentes del cambio, Wilberforce hizo una causa común con Hannah More, la dramaturga evangélica, cuyas Reflexiones sobre las Costumbres de los Grandes aparecieron en 1787. “Esperar reformar a los pobres, mientras que los opulentos son corruptos”, escribió, “es lanzar olores [perfume] en la corriente mientras los muelles están envenenados.”

Clapham, un frondoso pueblo al sur de Londres, se convirtió en la base de varias personas influyentes, conocidas como la "Secta Clapham". Estos banqueros y diplomáticos, legisladores y hombres de negocios compartían el compromiso de una vida piadosa en el servicio público. Su cristianismo "vital" y "práctico" expresaba la visión de Wilberforce de un evangelicalismo integrado comprometido con un evangelio espiritual y social. La reputación del grupo por la filantropía y por el fervor evangélico se extendió. Advirtió un político: "Les aconsejaría a mis señores y obispos que mantengan sus ojos en esa aldea sagrada".

Las luchas públicas y el éxito de Wilberforce deben establecerse en el contexto de sus alegrías y de sus penas privadas.


El Lado Privado del Hombre Público

La salud de Wilberforce se vio afectada por unos ojos débiles y adoloridos, un estómago propenso a la colitis y un cuerpo que durante muchos años tuvo que ser sostenido verticalmente por un marco de metal tosco. En sus últimos 20 años, ya escribía desde su lecho de enfermo, "[yo] sigo siendo un prisionero cercano, totalmente desigual incluso a un negocio tan pequeño como el que ahora estoy haciendo: añadido a que mis ojos son tan malos que apenas puedo ver cómo dirigir mi pluma".

Su médico pesimista informó: "Ese pequeño individuo, con sus tripas de calicó, posiblemente no pueda sobrevivir doce meses".

Él sobrevivió, aunque en el proceso se volvió dependiente de pequeñas dosis de opio, lo más parecido a un analgésico eficaz y el tratamiento conocido en ese momento para la colitis. Wilberforce era consciente de los peligros del opio y no se convenció fácilmente de tomarlo. Después de tomarlo por un tiempo, notó que omitir su dosis nocturna le causaba náuseas, sudoración y estornudos por la mañana. Los poderes alucinógenos del opio lo aterrorizaban, y las depresiones que le causaba en ocasiones prácticamente lo paralizaban.

Sus apuntes contienen oraciones angustiadas: "Vuelvo a ti en busca de socorro y apoyo, oh Señor, permite que llegue rápidamente. ... Me encuentro en grandes problemas insuperables para mí. ... Mírame, oh Señor, con compasión y misericordia, y devuélveme al descanso, la quietud y la comodidad en el mundo, o en otro al llevarme a un estado de felicidad." En sus últimos años, mostró los efectos a largo plazo del consumo del opio, particularmente la apatía y la amnesia.

Su matrimonio con Barbara Spooner, en 1797, le trajo mucha alegría. Por otro lado, la ineptitud financiera de su hijo mayor en 1830 (reduciendo a sus padres a una existencia itinerante en los hogares de sus hijos) y la muerte de su segunda hija en 1832 hicieron que sus últimos años se vieran eclipsados ​​por el dolor y la pobreza. (Con el tiempo, tres de sus cuatro hijos se convirtieron en Católicos Romanos, uno de ellos en un adversario de Lord Shaftesbury, sucesor de Wilberforce en muchos aspectos).

La vida de Wilberforce no estuvo exenta de críticas. Algunos ven en los cinco volúmenes de sus hijos titulados Vida el elogio silenciado tanto de su evangelismo como de su crianza. Los opositores de la abolición denunciaron amargamente tanto su carácter como su causa. Un hombre de Wimbledon, Anthony Fearon, intentó extorsionar (haciendo que Wilberforce escribiera, "En cualquier caso, no se le debe permitir publicar"), pero se desconocen las razones precisas.

A través de todo esto, Wilberforce obtuvo fuerza espiritual e intelectual de la Biblia y de los Puritanos (como Richard Baxter, John Owen y Jonathan Edwards), y construyó su fe evangélica sobre una base levemente Calvinista.

La obra de Philip Doddridge titulada El Nacimiento y el Progreso de la Religión en el Alma continuó dando forma a su espiritualidad: por medio de un diario autoexamen, y tiempos prolongados de oración, Comuniones regulares y ayuno, devocionales durante la mañana y tarde, y tiempos de soledad. Él también prestó cuidadosa atención a la provisión providencial de Dios en su vida, a las necesidades de los demás y a su propia mortalidad.

Por toda la apelación de Wilberforce al Cristianismo "real" y "vital", especialmente en su obra más conocida Una Vista Práctica del Sistema Religioso Prevaleciente ... En Contraste con el Cristianismo Real (1797), no abrazó un legalismo aburrido y sin alegría. Su sola personalidad era demasiado jovial para eso. Como una vez le escribió a un pariente, "Mi gran objeción al sistema religioso que todavía tienen muchos que se declaran eclesiásticos ortodoxos ... es que éste tiende a convertir al Cristianismo en un sistema de prohibiciones más que de privilegios y esperanzas ... y la religión está hecha para usar un aire sombrío e inhóspito".


Vocal Hasta la Muerte

Es difícil comprender el alcance de las labores de Wilberforce y el alcance de sus logros.

Contribuyó a la Cristianización de la India Británica al asegurar capellanes para la Compañía de las Indias Orientales y misioneros para la India. Trabajó con Charles Simeon y con otros para asegurar parroquias para el clero evangélico, dando forma así al futuro de la Iglesia de Inglaterra. Ayudó a formar una variedad de grupos "paraeclesiales": la Sociedad para Mejorar la Causa de los Pobres (1796), la Sociedad Misionera de la Iglesia (1799), la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera (1806), la Institución Africana (1807) y la Sociedad Contra la Esclavitud (1823).

Pero su mayor legado sigue siendo su lucha contra el tráfico de esclavos, que lo frustró durante años. Ya en 1789, logró cierto éxito al aprobar 12 resoluciones en contra del tráfico, solo para ser superado por puntos legales sutiles. Otro proyecto de ley para abolir el tráfico fue abatido en 1791 (por 163 a 88) porque un levantamiento de esclavos en Santo Domingo hizo que los diputados se pusieran nerviosos acerca de otorgar libertad a los esclavos. Más derrotas siguieron en 1792, 1793, 1797, 1798, 1799, 1804 y 1805.

Pero Wilberforce persistió, y finalmente, el 23 de febrero de 1807, una artimaña política de la administración más liberal de Lord Grenville (señalando que el tráfico ayudaba a los enemigos de Gran Bretaña) aseguró su abolición por 283 votos contra 16. La Cámara aplaudió. Wilberforce lloró de alegría.

Wilberforce se convirtió en héroe nacional de la noche a la mañana, y sus oponentes afilaron sus cuchillos. Lord Milton Lascelles gastó no menos de 200,000 para luchar (sin éxito) contra Wilberforce en las elecciones de 1807.

El siguiente problema era garantizar que se impusiera la abolición de la trata de esclavos y que, finalmente, se aboliera la esclavitud. Este último objetivo tomó otros 26 años, y la salud de Wilberforce le impidió continuar hasta el final. A los 62 años, le entregó el liderazgo parlamentario de emancipación a Thomas Foxwell Buxton.

Pero Wilberforce siguió desempeñando un papel. En 1823 publicó Un Llamamiento a la Religión, a la Justicia y a la Humanidad de los Habitantes del Imperio Británico a Favor de los Esclavos Negros de las Indias Occidentales. Tres meses antes de su muerte fue encontrado "yendo a la guerra de nuevo", haciendo campaña para peticiones abolicionistas hacia el Parlamento. Él declaró públicamente: "Nunca pensé volver a aparecer en público, pero nunca se dirá que William Wilberforce guarda silencio mientras los esclavos requieren de su ayuda".

El 26 de Julio de 1833, la aprobación final del proyecto de la ley de emancipación se encontraba asegurada cuando un comité de la Cámara de los Comunes elaboró ​​los detalles clave. Tres días después, Wilberforce murió. El Parlamento continuó trabajando en los detalles de la medida, y más tarde Buxton escribió: "En la misma noche en que estábamos participando con éxito en la Cámara de los Comunes al aprobar la cláusula del Acta de Emancipación ... el espíritu de nuestro amigo dejó el mundo. El día en la que fue la terminación de sus trabajos fue la terminación de su vida".

El parlamento anuló la preferencia de la familia y designó la Abadía de Westminster como el lugar para su funeral y conmemoración. El negocio parlamentario fue suspendido. Un diputado recordó: "La asistencia fue muy buena. El funeral en sí, a excepción del coro, era perfectamente claro. El testimonio fue el más noble y apropiado para el aprecio del hombre".

Está bien que Wilberforce sea recordado en una iglesia; él era un eclesiástico de principio a fin. Pero los lugares donde su retrato cuelga en Cambridge a su manera también son apropiados. Su caminar fue realmente en el mundo, aunque no de él.


Christopher Hancock es vicario de la Iglesia de la Santísima Trinidad en Cambridge, Inglaterra, y profesor asociado de teología sistemática en el Seminario Teológico de Virginia.

 

Last modified: Tuesday, October 31, 2017, 11:03 AM