Racistas Molestos por David Feddes

El odio racial es una fuerza letal. Hay racistas blancos que menosprecian a los negros y a las personas de otras razas. Hay racistas negros que demonizan a los blancos, a los judíos y a los asiáticos. Sentado en una barbería de Canadá, he oído que racistas molestos se quejan de los inmigrantes de Pakistán y de otros lugares. Comprando alimentos en los Estados Unidos, he oído que una cajera se queja de los hispanos que están tomando las riendas de "nuestro" país--incluso cuando ella había admitido que sus propios padres eran inmigrantes.

Ojalá pudiéramos decir que el conflicto racial está muerto. Pero no lo está. Donde las relaciones raciales han mejorado, deberíamos estar contentos. Pero donde el conflicto continúa entre diferentes razas, tribus y nacionalidades, y donde el racismo permanece en nuestros propios corazones, debemos enfrentar el problema directamente. Al hacer esto, también debemos ver la raíz más profunda del problema. Cuando estamos en desacuerdo con otras personas porque no son como nosotros, también estamos en desacuerdo con Dios.

¿Cómo podemos contar con una armonía verdadera y duradera entre diferentes tipos de personas? Al ponernos en sintonía con el Dios que habla en la Biblia. En la Biblia nos encontramos con Dios el Padre que creó a la humanidad a su propia imagen (Génesis 1:27). "Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres" (Hechos 17:26). En la Biblia nos encontramos con Dios el Hijo, Jesucristo, quien derramó su sangre y "nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación" (Apocalipsis 5:9). La cruz de Cristo destruye las barreras y derrite la hostilidad entre las diferentes razas (Efesios 2:14-16). En la Biblia nos encontramos con Dios, el Espíritu Santo, que "no hace acepción de personas", sino hace su morada en el corazón de las personas de cualquier raza que creen en el mensaje de Cristo (Hechos 10:34, 44). El Espíritu Santo nos hace parte de un solo cuerpo, la iglesia (1 Corintios 12:13). En la Biblia encontramos que cuando confiamos en Cristo Jesús y somos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, "todos somos hijos de Dios", "todos uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3:26, 28). Como miembros de la familia de Dios, cualesquiera que sean nuestras raíces raciales o nacionales, debemos "permanecer en el amor fraternal" (Hebreos 13:1), ansiosos de no herir a los demás sino de "servíos por amor los unos a los otros" (Gálatas 5:13).

Servirnos unos a otros y amar a las personas de todas las razas no es algo natural; debe venir sobrenaturalmente.

¿Demasiado para Digerir?

La Biblia nos cambia al introducirnos a un Dios que apenas conocemos y nos da una forma completamente nueva de ver las cosas. La Biblia no es un libro ordinario y cotidiano. No se ajusta cómodamente a nuestros patrones de pensamiento natural. La Biblia dice cosas que pueden ser difíciles de creer. Algunas cosas en la Biblia son difíciles de creer porque son tan asombrosas y fuera de lo común. Sin embargo, otras cosas son difíciles de creer simplemente porque nos molestan.

Tomemos la historia bíblica de Jonás, por ejemplo. Las Escrituras dicen que Dios rescató a Jonás de ahogarse al enviar un gran pez para tragárselo. Jonás vivió durante tres días y tres noches dentro del pez. Entonces el pez vomitó a Jonás en tierra firme, vivo e ileso. Ahora, ese no es el tipo de cosas que sucede todos los días, por lo que algunas personas piensan que esta no puede ser una historia real. Es demasiado milagrosa y sobrenatural como para que ellos la crean.

Pero la historia del gran pez no es la única parte de Jonás que algunas personas rechazan. La historia continúa para contar cómo es que Dios hizo que Jonás fuera a Nínive, la capital de Asiria, el enemigo más odiado de su nación. Allí, Jonás tuvo que advertirle al pueblo de Nínive acerca del juicio de Dios. Los ninivitas se arrepintieron y rogaron a Dios por misericordia, y para consternación de Jonás, el Señor "se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo" (Jonás 3:10). Jonás estaba furioso. Él se quejó, "Mucho me enojo, hasta la muerte" (Jonás 4: 9). Este racista molesto quería que Dios lo favoreciera a él y a su pueblo. Estaba indignado porque Dios sería amable con estos extranjeros podridos que tenían una larga historia de hacerles la vida miserable a los compatriotas de Jonás. Pero Dios se preocupaba por Nínive. Le preguntó a Jonás: "¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad?" (Jonás 4:11). La historia bíblica de Jonás termina en ese punto y nos deja reflexionar a todos sobre la pregunta de Dios: "¿Y no tendré yo piedad?".

Dios se preocupa por los grupos de personas que a nosotros no nos gustan. Él se preocupa por ellos tanto como se preocupa por nosotros y por nuestro grupo. ¡Puede ser más difícil para nosotros digerir ese hecho que para el pez tragarse a Jonás! Después de todo, si a Dios le importan las personas que odiamos, entonces si pertenecemos a Dios, debemos dejar de odiar y comenzar a preocuparnos por ellos también. Y eso puede parecer demasiado como para esperarlo. Sería más fácil simplemente aferrarnos a nuestra ira y prejuicio.

Pero no importa qué parte de la historia bíblica de Jonás queramos rechazar, cada palabra es verdadera. La parte sobre el pez que se tragó a Jonás es verdadera, y también la es aquella sobre el Dios que tuvo misericordia del pueblo que Jonás odiaba. Si nos resulta difícil aceptar una parte particular de la historia, el problema está en nosotros, no en la Biblia. Para el Dios que crea a los hombres y a los peces no era problema mantener a Jonás a salvo en el vientre de un gran pez; el único problema es si nuestras mentes son demasiado pequeñas como para captar el poder de Dios. Del mismo modo, para el Dios amoroso que creó a todas las personas no es problema que se preocupe por otros grupos de personas tanto como él se preocupa por nuestro grupo; el único problema es si nuestros corazones son demasiado pequeños como para amar a las personas a quienes Dios ama. Cuando escuchamos la Biblia y creemos lo que dice, Dios expande nuestras mentes para reconocer su poder y expande nuestros corazones para abrazar su gran amor.

Jonás era un racista molesto. No sólo estaba molesto con los extranjeros que odiaba; estaba molesto con Dios mismo por amar a esos extranjeros. Pero ya sea que a Jonás le haya gustado o no, y que a nosotros nos guste o no, el Señor insiste en preocuparse por las personas de todo tipo. Se preocupa igualmente por los Serbios, por los Albaneses y por los Croatas. Él se preocupa igualmente por los Árabes y por los Judíos. Él se preocupa por igual por los blancos y por los negros, por los hutu y por los tutsi. Dios no está del lado de una tribu o raza o de un país por encima de otro. Con la ayuda de Dios, Jonás finalmente aceptó ese hecho y lo anotó para que pudiéramos aprenderlo también. A Dios le importan los grupos que no nos gustan, tanto como le importamos nosotros. Cuanto más lees la Biblia, más claro se vuelve esto.

Extranjeros Incluidos

Moisés, el gran líder de Israel, se casó con una mujer de África. La hermana de Moisés, Miriam, y su hermano Aarón, personas prominentes por derecho propio, estaban molestos porque Moisés se casó con una extranjera y hablaron en contra de él (Números 12:1). Pero Dios se enojó con Aarón y con Miriam hasta que oraron por perdón.

En el libro de Jeremías, la Biblia habla de un hombre llamado Ebed-melec. La Biblia lo llama etíope, lo que significa que era un africano de lo que hoy llamamos Etiopía. Este hombre trabajó para el rey débil y corrupto que reinaba en Jerusalén. Ebed-melec era una de las pocas personas honestas y piadosas del palacio. Cuando el profeta Jeremías fue arrojado a un pozo fangoso y fue abandonado para morir de hambre, este africano valiente habló y rescató al profeta de Dios (Jeremías 38:1-13). El Señor le prometió a este fiel extranjero: "Te libraré ... porque tuviste confianza en mí " (Jeremías 39:18).

La historia de Ebed-melec me permitió conocer de primera mano cuánto odian los racistas a las personas de ascendencia africana. Hace un tiempo, escribí en un folleto devocional de Hoy para la Hora de Regreso a Dios sobre Ebed-melec, y alguien me envió una desagradable carta anónima. El racista molesto que la escribió prometió no volver a leer nunca nada de lo que yo escribo y me condenó por decir que el heroico Ebed-melec tenía raíces africanas. Pero yo solo estaba diciendo lo que dice la Biblia.

Mucho antes de que Jesús viniera a la tierra, el Antiguo Testamento profetizó acerca de él y anunció que el Salvador venidero salvaría a personas de todas las razas y naciones. Dios le dijo a Abraham que a través de su descendencia (Cristo) todas las naciones de la tierra serían bendecidas (Génesis 18:18). A través del profeta Isaías, Dios declaró que no sería suficiente que el Mesías bendijera solo al pueblo de Israel. "También te di por luz de las naciones", prometió Dios, "para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra" (Isaías 49:6). Por lo tanto, Dios prosiguió: "Y el extranjero que sigue a Jehová no hable diciendo: Me apartará totalmente Jehová de su pueblo... porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos" (Isaías 56:3, 7). Dios claramente da la bienvenida e incluye a las personas de todas las razas y naciones.

Con la venida de Jesús, la inclusión de Dios se hizo más clara que nunca. Al mismo tiempo, los racistas molestos se volvieron más feroces que nunca. Muchos de los compatriotas de Jesús pensaban que Dios solo se preocupaba por ellos, y les enfureció que les dijeran lo contrario. Un sábado Jesús fue a su ciudad natal de Nazaret. Cuando leyó las Escrituras y comenzó a predicar, la gente se sorprendió y les gustó lo que estaban escuchando. Pero luego Jesús tocó un punto sensible. Dijo que un profeta generalmente es honrado más estando lejos de su hogar que por su propia gente. También señaló que en los tiempos del Antiguo Testamento, los profetas de Dios a veces hacían milagros para los extranjeros que no hacían por sus propios compatriotas.

En el tiempo del profeta Elías, hubo una hambruna, pero aunque había muchas viudas en Israel, dijo Jesús, Dios no envió a Elías para ayudarlas. En cambio, envió a Elías con una viuda en la región de Sidón y suplió a ese extranjero con un suministro milagroso de alimentos. Asimismo, en la época del sucesor de Elías, Eliseo, muchas personas de Israel sufrían de lepra, y sin embargo, dijo Jesús, el único leproso al que Eliseo sanó milagrosamente fue un extranjero, Naamán el Sirio.

Jesús estaba dirigiéndose a la conclusión de que la raza y la nación no cuentan mucho ante los ojos de Dios. Puedes nacer en el lugar "equivocado" y parecer la última persona por la que Dios debería interesarse, y sin embargo, el Señor puede invitarte a recibir bendiciones especiales. Por la misma razón, puedes ser del mismo grupo étnico que el mismo Jesús, incluso puedes ser del mismo pueblo, y aún estar fuera de sintonía con él.

Eso no era lo que la gente de la ciudad natal de Jesús quería escuchar. Unos minutos antes, estaban encantados con su talentoso chico de la ciudad natal, pero cuando él mencionó la bondad de Dios hacia los extranjeros, ellos se pusieron furiosos. Dejaron de escuchar su predicación, se levantaron de un salto y formaron una banda de linchamiento. Condujeron a Jesús fuera de la ciudad y quisieron arrojarlo por un precipicio. Pero Jesús de alguna manera caminó directamente a través de la multitud de rabiosos racistas y escapó (ver Lucas 4:16-30). Ese incidente es una prueba de que los racistas molestos no solo odian a los extranjeros; ellos odian al Señor mismo por elegir ser amable con los extranjeros.

Más tarde, después de la muerte y resurrección de Jesús y de su regreso al cielo, los apóstoles que difundieron su mensaje también se encontraron con la resistencia de racistas molestos. El apóstol Pablo era Judío, al igual que Jesús. Pablo trabajó duro para llamar a las personas no judías a confiar en Jesús como su Salvador. Muchos de ellos creyeron en el evangelio y se regocijaron. Otros, sin embargo, eran extremadamente antijudíos. Ellos no le creerían a un predicador Judío que les informara acerca de un Salvador Judío. En una ciudad, algunos de los enemigos de Pablo provocaron una ira antijudía y dijeron: "Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer" (Hechos 16:21). Los funcionarios de la ciudad se unieron al ataque, golpeando brutalmente a Pablo y arrojándolo a prisión.

Pablo fue atacado por gente no Judía que despreciaba su Judaísmo, y Pablo también se encontró con la oposición de ciertos judíos que lo odiaban por llevarles el evangelio a los no Judíos y por hacer amistad con ellos. En una ocasión, Pablo estaba hablando con algunos hermanos Judíos de Jerusalén. Pablo explicó que una vez había sido un asesino de Cristianos y cómo Jesús se le había aparecido y había transformado su vida. Mientras hablaba, la multitud escuchaba en silencio. Pero cuando Pablo pasó a explicar cómo fue que Jesús le dijo que fuera muy lejos y que trajera a los gentiles a la iglesia, la multitud estalló en cólera. Arrojaron polvo al aire y gritaron: "Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva" (Hechos 22:21-23)

El racismo es un pecado de igualdad de oportunidades. Puede parecer extraño decirlo de esa manera, pero las personas de todas las razas tienen una tendencia pecaminosa a poner a su propio grupo por encima de otros grupos. La Biblia muestra un caso tras otro de esta tendencia desagradable, y las Escrituras también muestran que esto está totalmente en desacuerdo con la propia actitud de Dios.

Lamentablemente, incluso las personas que dicen creer en la Biblia a veces pueden ignorar lo que ésta dice. En varios momentos de la historia, e incluso en la actualidad, algunos miembros de las iglesias Cristianas han sido terriblemente racistas. Han hecho oídos sordos a la insistencia de la Biblia acerca de que "Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia" (Hechos 10:34-35). Cuando su racismo es desafiado, ellos, al igual que Jonás, pueden encontrarse "enojados hasta la muerte" o, como las personas de la ciudad natal de Jesús, pueden estar lo suficientemente enojados como para matar. Pero no importa cuán enojados se vuelvan los racistas, Dios no cambia, y la Biblia no cambia. Sin embargo, si escuchamos a Dios hablar en la Biblia, nosotros podemos cambiar.

Multitud Multirracial

¿Qué hay de ti? ¿Cuál es tu actitud hacia las personas que no son como tú? ¿Cómo te sientes con respecto a las personas de otro país, cultura o color de piel? Si los odias, los menosprecias o simplemente no te importa lo que les pase, entonces estás incluido en las filas de aquellos que están enojados con Dios y que atacan a Jesús y a sus mensajeros. Recuerda, no sólo estás en contra de otras personas. Estás luchando contra Dios mismo. Y si te enfrentas al Todopoderoso, estás obligado a perder.

¿Por qué tratar de resistir a Dios? ¿Por qué no arrepentirte? Dios perdonará tu racismo y te ayudará a cambiar si se lo pides. ¿Por qué no reconciliarte con Dios y con la familia multirracial de Dios? Confía en el Padre que te creo a ti y a todas las demás personas a su imagen. Cuanto más valoras su dignidad, más grande se vuelve tu propia dignidad. Cree en la sangre de Jesús que puede lavar todos tus pecados y que también lava los pecados de las personas de toda tribu y lengua. Mientras más atesores lo que su sangre hace por ellos, más atesorarás lo que esa sangre hace por ti. Dale la bienvenida al Espíritu Santo para que more en tu corazón, el mismo Espíritu Santo que vive en los corazones de los Cristianos de todo trasfondo racial. Edifica tu vida en la verdad de la Biblia, el Libro que muestra a Dios en toda su bondad y a los racistas molestos en todas sus necedades. Cree en este Libro, y transformará tu mente y te hará parte de la paz sanadora de Cristo.

Te lo garantizo, es mucho más divertido que el espíritu agrio de un racista molesto. No siempre soy tan sensible como debería hacia las diferencias culturales, y todavía tengo un largo camino por recorrer para apreciar plenamente a las personas cuyos antecedentes y personalidad pueden ser muy diferentes a los míos, pero puedo decir honestamente que he sido enormemente enriquecido por amigos que son de diferentes culturas pero que comparten la misma creencia en la Biblia y el mismo amor por Jesús. En mis días de estudiante, mis compañeros de habitación incluían a un ciudadano coreano y a un Chinoamericano. Uno de los mejores veranos de mi vida lo pasé con Cristianos judíos en Israel. En los Ministerios de la Hora de Regreso a Dios, trabajé con un consejo y personal que incluía a hermanos y hermanas en Cristo que eran nativos Americanos Navajos, Afroamericanos, Francófonos, Chinos, Japoneses, Indonesios, Hispanos, Rusos, Árabes, Brasileños y más. Como profesor en el Instituto de Líderes Cristiano, interactúo con Cristianos de diversas naciones del mundo. Este mosaico multicolor es una visión del cielo.

Para disfrutar del cielo, debes disfrutar mezclándote con una multitud multirracial. Si quieres un lugar que te incluya solo a ti y a los tuyos, puedes encontrar un lugar así en el infierno, pero no hay un lugar como ese en el cielo. La Biblia describe el cielo como "una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono" (Apocalipsis 7:9). Como dice un himno del cielo:

Aquí de todas las naciones, de todas las lenguas, y de todos los pueblos,

Incontable la multitud, pero sus voces son una.

La vista es enorme y majestuoso su canto:

"¡Dios tiene la victoria: él reina desde el trono!".

Preparado originalmente por David Feddes para Ministerios de Regreso a Dios Internacional. Usado con permiso.

 


Última modificación: miércoles, 3 de enero de 2018, 18:04