En mi trabajo como capacitador de consolidación de la paz, tengo la oportunidad de trabajar con personas que la mayoría de la sociedad ha considerado como monstruos: traficantes de drogas. Asesinos. Perpetradores de genocidio.  

También tengo la oportunidad de trabajar con víctimas de crímenes: sobrevivientes de violación. Familias que han perdido a un ser querido por asesinato. Y personas que han sobrevivido al genocidio.  

Existe un vínculo que conecta a estos dos grupos de personas: una relación que existe independientemente de si una de las partes quiere que esté allí o no. Y esa relación - cómo es percibida y cómo es conducida - tiene un profundo impacto en cómo sanan y avanzan ambos grupos después de un crimen.  

El perdón, como concepto, es algo que he estado contemplando y estudiando durante gran parte de mi trabajo profesional. Cuando se ha hecho daño, el tema del perdón es inevitable. Ya sea que uno esté tratando de perdonarse a uno mismo por haber dañado a otro o que el individuo perjudicado esté buscando formas de perdonar a la persona que lo violó o que lo traicionó. El perdón se cierne como una bestia misteriosa que nadie puede describir.  

Pero, ¿qué es el perdón?  

Para explorar este tema, quiero contarte dos historias. Una sobre un hombre que conocí en una prisión de Texas y otra sobre el post genocidio de los ruandeses.  

Eric, ese no es su verdadero nombre, actualmente cumple 10 años en una prisión de Texas por una acusación de robo y de asalto. Eric está inscrito en un programa que enseña empatía y responsabilidad a los individuos encarcelados. Cuando le pregunté a Eric por qué eligió participar en el programa, su respuesta me intrigó. "Quiero alivio".  

Eric creció en un hogar extraordinariamente violento. Su padre era adicto a las drogas y golpeaba a su madre todos los días. Cuando su padre se cansó de los golpes, obligó al joven Eric a golpear a su madre mientras él observaba. Los golpes eran espantosos y constantes.  

Finalmente, el padre de Eric fue a prisión. Al salir de la escuela primaria, Eric llegó a casa un día y su madre y su hermano menor también se habían ido. Él se quedó en casa durante una semana antes de que los vecinos se dieran cuenta de que lo habían abandonado. Llamaron a los servicios de protección infantil.  

Avancemos rápidamente 10 años. Eric tiene una familia propia. Él tiene una esposa y dos hijos, uno de los cuales es una hija severamente discapacitada. Ella es su hija consentida. Él ama a su hija más que a la vida misma. Pero, como te puedes imaginar, las cuentas médicas, las enfermeras, los vehículos especiales, las sillas de ruedas, etc. son increíblemente caros. Y a pesar de que Eric tiene dos trabajos de tiempo completo y su esposa tiene un trabajo de tiempo completo, ellos simplemente no pueden llegar a fin de mes.  

Eric comienza a vender drogas. Él es un traficante de drogas exitoso con clientes habituales. Y una noche uno de sus clientes habituales no le paga los $300 que le debe. Para hacer un ejemplo de él, Eric le golpea al hombre. Pero una vez que comienza a golpearlo, algo dentro de él estalla. Él no puede parar. Él lo golpea hasta que el hombre se desmaya. Y luego hace algo realmente horrible ... quema los ojos del hombre con su cigarro. Él ciega al hombre.  

Eric no puede contar la historia sin sollozos. Él no puede creer que hubiese hecho algo así. Él es un buen hombre. Él es un esposo devoto. Él es un padre dedicado. Él es el centro del mundo para sus hijos. Y ... él también es una persona que cometió un terrible acto de violencia contra alguien cuya vida cambió para siempre. Y a partir ese acto de violencia, Eric ha sido reducido a una cosa ... un monstruo.  

¿Cuál es el alivio que Eric busca? Él quiere la libertad de vivir fuera del juicio de ese único acto. Y sabe que la única persona que puede darle esa libertad es la única persona que nunca ha visto su bondad. Es la persona que solo lo conoce como un monstruo.  

En 1994, Ruanda estaba dividida por tres tribus: los hutus, los tutsis y los twa. Los hutus representaban el 85 por ciento de la población y los tutsis representaban el 14 por ciento. Por razones que son demasiado complejas para este breve artículo, los hutus culpaban a los tutsis por las dificultades que experimentaban en la vida. Y en la primavera de 1994, después de cuatro años de guerra civil, el gobierno pidió que todos los hutus asesinaran a sus vecinos tutsis. A cualquiera que se negara a tomar las armas contra los tutsis se le cobraban 2,000 francos por día.  

El gobierno debía permanecer cerrado hasta que todos los tutsis murieran. A nadie se le permitió cultivar su tierra. Las escuelas fueron cerradas. Las empresas fueron cerradas. Las iglesias fueron cerradas. El único asunto del que debían tratar los hutus era matar.  

De manera obediente, los hutus tomaron sus machetes y se lanzaron violentamente a masacrar a personas que hasta hacía pocos días eran sus amigos, vecinos, colegas y miembros de la iglesia. Los asesinatos eran violentos, conducidos a mano y todo menos rápidos. En menos de 100 días, más de 800,000 hombres, mujeres y niños tutsis fueron asesinados.  

Hace dos años, 20 años después del genocidio, fui a Ruanda para proporcionar capacitación sobre la consolidación de la paz a funcionarios del gobierno y a personal de seguridad. Mis colegas y yo no estábamos seguros de qué esperar. Lo que encontramos nos sorprendió. Al ya no estar divididos entre hutus, tutsi y twa, los ruandeses se han alejado de su herencia tribal y han creado un orgullo nacional por medio de la idea de que "todos somos ruandeses". Lo que los une como una nación de personas ha tenido prioridad sobre lo que una vez los dividió.  

Aunque son una nación que lucha por superar el trauma del genocidio, también son una nación de personas comprometidas con la reconciliación y con el perdón. Después del genocidio, las cárceles estaban extremadamente superpobladas, y albergaban entre 5 y 10 veces el número de personas de las que estaban diseñadas a albergar originalmente. Con tantas personas encarceladas, llevaría más de 200 años procesar realmente todos los crímenes a través de los sistemas judiciales tradicionales.  

Y entonces el gobierno intentó algo radical. Cualquier persona que estuviera dispuesta a admitir su culpabilidad y a participar voluntariamente en un programa de paz y reconciliación podría ser liberada de prisión. El programa de paz y reconciliación incluía una admisión de culpabilidad, una solicitud de perdón y un programa de restitución que se decidiría entre la parte infractora y las personas sobrevivientes que habían sido perjudicadas por las acciones de esa persona - y así comenzó un proceso gradual pero profundo de perdón generalizado  

Una noche, después de un largo día de capacitación, uno de mis colegas y yo estábamos disfrutando de una Fanta de naranja cuando él preguntó en voz alta cómo sería capacitar a los hutus en lugar de a los tutsis. Me detuve y lo miré. Perplejo. En Ruanda, se considera extremadamente grosero (e ilegal) preguntar si alguien es hutu o tutsi.  

"¿Qué quieres decir?" Yo pregunté.  

Él comentó que no estaba seguro de poder ser neutral u objetivo como capacitador en medio de "aquellos monstruos".  

Me tomé un momento para considerar mi respuesta hacia él, y luego dije: "Te das cuenta de que tres cuartas partes de la población tutsi fue masacrada durante el genocidio, ¿verdad?"  

Pude ver por su cara que no captó lo que estaba diciendo. Así que lo dije de manera más directa: "Durante los últimos dos días, hemos estado capacitando a personas que anteriormente se identificaban como hutus".  

Cuando se dio cuenta, se sentó en silencio y luego dijo: "Creo que me alegro de no haberme dado cuenta de eso".  

Y en ese momento, comprendí completamente el perdón. Y me maravillé de lo que los ruandeses habían logrado llevar a cabo.  

El perdón es la liberación de la culpa de otro y la restauración de esa persona hacia la inocencia. El perdón es la disposición a respetar la dignidad humana de la persona que te lastimó y la disposición a comprender que él está separado de sus acciones.  

Durante la semana de capacitación en Ruanda, mi equipo se comprometió con los ruandeses, ya que solo vieron su inocencia y su belleza. Vimos su humanidad y respetamos su dignidad, tal como lo hacían los unos con los otros. Independientemente de los errores que hubiesen cometido o no en su pasado, fue su ser presente lo que reconocimos en ellos y lo que ellos reconocían en los otros. Y es ese regalo de perdón el que Eric desea tan profundamente.  

Con demasiada frecuencia, el perdón se percibe como un proceso interno, un regalo que nos hacemos a nosotros mismos para que podamos avanzar y experimentar la paz interior.  

El verdadero perdón es un regalo que nos damos unos a otros para que podamos avanzar juntos en paz.  

Robyn Short es un mediador con experiencia en mediación transformativa y en modelos de justicia restaurativa para la resolución de disputas. Obtén más información sobre el trabajo de Robyn en www.RobynShort.com. 

Usado con permiso.

 

Last modified: Wednesday, October 26, 2022, 10:10 AM