La Iglesia Que Cristo Edifica por J.C. Ryle

"Sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella".—Mt. xvi. 18.

¿Pertenecemos a la Iglesia que está edificada sobre una roca? ¿Somos miembros de la única Iglesia en la que pueden salvarse nuestras almas? Estas son preguntas serias. Merecen una seria consideración. Pido la atención de todos los que leen este artículo, mientras trato de mostrar a la única Iglesia católica verdadera y santa, y de guiar los pies de los hombres hacia el único redil seguro. "¿Qué es esta Iglesia? ¿A qué se parece? ¿Cuáles son sus marcas? ¿Dónde se encuentra?" En todos estos puntos, tengo algo que decir. Desarrollaré las palabras de nuestro Señor Jesucristo, que se encuentran al comienzo de esta página. Él declara: "Sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella".

Hay cinco elementos en estas famosas palabras que demandan nuestra atención:

I. Un Edificio: "Mi Iglesia".

II. Un Edificador: Cristo dice: "Edificaré mi Iglesia".

III. Un Fundamento: "Sobre esta roca edificaré mi Iglesia".

IV. Peligros Implícitos: "Las puertas del Hades".

V. Seguridad Afirmada: "Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella".

Todo el tema exige atención especial en el presente. La santidad, nunca debemos olvidar, es la característica prominente de todos los que pertenecen a la única Iglesia verdadera.

I. Tenemos, en primer lugar, un edificio mencionado en el texto. El Señor Jesucristo habla de "mi Iglesia".

Ahora, ¿qué es esta Iglesia? Pocas preguntas se pueden hacer de mayor importancia que esta. A falta de la debida atención en este tema, los errores que se han introducido en el mundo no son pocos o pequeños.

La iglesia de nuestro texto no es una construcción material. No es un templo de madera, ladrillo, de piedra o de mármol hecho con manos. Es una compañía de hombres y mujeres.—No es una Iglesia particular visible en la tierra. No es la Iglesia Oriental o la Iglesia Occidental. No es la Iglesia de Inglaterra o la Iglesia de Escocia.—Por encima de todo, ciertamente no es la Iglesia de Roma. La Iglesia de nuestro texto es una que hace mucho menos espectáculo que cualquier iglesia visible ante los ojos del hombre, pero que es de mucha más importancia ante los ojos de Dios.

La Iglesia de nuestro texto está compuesta por todos los verdaderos creyentes en el Señor Jesucristo, de todos los que en verdad son personas santas y convertidas. Comprende a todos los que se han arrepentido del pecado, han acudido a Cristo por fe y han sido hechas nuevas criaturas en él. Comprende a todos los elegidos de Dios, a todos los que han recibido la gracia de Dios, a todos los que han sido lavados en la sangre de Cristo, a todos los que han sido revestidos en la justicia de Cristo, a todos los que han nacido de nuevo y han sido santificados por el Espíritu de Cristo. Todos aquellos, de todo nombre, rango, nación, pueblo y lengua, componen la Iglesia de nuestro texto. Este es el cuerpo de Cristo. Esta es la grey de Cristo. Esta es la novia. Esta es la esposa del Cordero. Esta es "la santa Iglesia Católica y Apostólica" del Credo de los Apóstoles y del Credo de Nicea. Esta es "la compañía bendecida de todas las personas fieles", de la que se habla en el Servicio de Comunión de la Iglesia de Inglaterra. Esta es "LA IGLESIA SOBRE LA ROCA".

Los miembros de esta Iglesia no adoran a Dios de la misma manera ni usan la misma forma de gobierno. Algunos de ellos son gobernados por obispos y algunos por ancianos. Algunos de ellos usan un libro de oraciones cuando se reúnen para el culto público y algunos de ellos no usan ninguno. El trigésimo cuarto artículo de la Iglesia de Inglaterra muy sabiamente declara: "No es necesario que las ceremonias se realicen en todos los lugares, una y por igual." Pero todos los miembros de esta Iglesia vienen hacia un trono de gracia. Todos adoran con un solo corazón. Todos son guiados por un solo Espíritu. Todos son verdadera y ciertamente santos. Todos pueden decir "Aleluya" y todos pueden responder "Amén".

Esta es aquella Iglesia de la que todas las iglesias visibles de la tierra son siervos y siervas. Ya sean episcopales, independientes o presbiterianos, todas sirven a los intereses de la única Iglesia verdadera. Son el andamio detrás del cual se desarrolla el gran edificio. Son la cáscara bajo la cual crece el grano vivo. Tienen sus diversos grados de utilidad. La mejor y más valiosa de ellas es que capacita a la mayoría de los miembros para la verdadera Iglesia de Cristo. Pero ninguna iglesia visible tiene derecho a decir: "Somos la única Iglesia verdadera. Somos los elegidos, y la sabiduría morirá con nosotros". Ninguna Iglesia visible debería atreverse a decir: "Permaneceremos para siempre. Las puertas del Hades no prevalecerán contra nosotros".

Esta es la Iglesia a la que pertenecen las promesas de gracia del Señor de preservación, de continuidad, de protección y de gloria final. "Lo que sea", dice Hooker, "que leamos en las Escrituras acerca del amor infinito y de la misericordia salvadora que Dios muestra hacia sus iglesias, el único sujeto apropiado de ello es esta Iglesia, que apropiadamente llamamos el cuerpo místico de Cristo."—Pequeña y despreciada como la verdadera Iglesia puede ser en este mundo, es preciosa y honorable ante los ojos de Dios. El templo de Salomón en toda su gloria era mezquino y despreciable en comparación con la iglesia que está edificada sobre una roca.

Confío en que las cosas que acabo de decir penetrarán en las mentes de todos los que lean este artículo. Asegúrate de tener una sana doctrina sobre el tema de "la Iglesia". Un error aquí puede conducir a errores peligrosos y que arruinen el alma. La Iglesia que está compuesta de verdaderos creyentes es la Iglesia a la cual nosotros, que somos ministros, estamos especialmente ordenados a predicar. La Iglesia que comprende a todos los que se arrepienten y que creen en el Evangelio es la Iglesia a la que deseamos que pertenezcas. Nuestro trabajo no está hecho, y nuestros corazones no están satisfechos hasta que te conviertas en una nueva criatura, y seas miembro de la única Iglesia verdadera. Fuera de la Iglesia que está "edificada sobre la roca" no puede haber SALVACIÓN.

II. Paso al segundo punto al que me propongo llamar tu atención. Nuestro texto contiene no solo un edificio, sino también un Edificador. El Señor Jesucristo declara: "Edificaré mi Iglesia".

La verdadera Iglesia de Cristo se encuentra resguardada celosamente por las tres Personas de la bendita Trinidad. En el plan de salvación revelado en la Biblia, más allá de toda duda Dios el Padre elige, Dios el Hijo redime, y Dios el Espíritu Santo santifica a cada miembro del cuerpo místico de Cristo. Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo, tres Personas y un Dios, cooperan para la salvación de cada alma salva. Esta es la verdad que nunca debe olvidarse. Sin embargo, hay un sentir peculiar en el que la ayuda de la Iglesia recae en el Señor Jesucristo. Él es peculiar y preeminentemente el Redentor y Salvador de la Iglesia. Por lo tanto, esto es lo que encontramos que dice en nuestro texto: "Edificaré—la obra de edificación es mi obra especial".

Es Cristo quien llama a los miembros de la Iglesia a su debido tiempo. Ellos son "los llamados a ser de Jesucristo" (Romanos i. 6.) Es Cristo quien los vivifica. "El Hijo a los que quiere da vida" (Juan v. 21.). Es Cristo quien lava sus pecados. Él "nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre" (Apocalipsis i. 5.) Es Cristo quien les da paz. "La paz os dejo, mi paz os doy" (Juan xiv. 27.) Es Cristo quien les da la vida eterna. "Les doy vida eterna; y no perecerán jamás" (Juan x. 28.). Es Cristo quien les concede el arrepentimiento. "A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento" (Hechos v. 31.) Es Cristo quien les permite convertirse en hijos de Dios. "A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan i. 12.) Es Cristo quien lleva a cabo la obra dentro de ellos cuando ha comenzado "Porque yo vivo, vosotros también viviréis" (Juan xiv. 19.) En resumen, "agradó al Padre que en él habitase toda plenitud" (Colosenses i.19). Él es el autor y consumador de la fe. Él es la vida. Él es la cabeza. De Él se provee cada articulación y miembro del cuerpo místico de cristianos. Por medio de Él, se les impide caer. Él los preservará hasta el fin, y los presentará intactos ante el trono del Padre con gran gozo. Él es todo en todos los creyentes.

El poderoso agente por el cual el Señor Jesucristo lleva a cabo esta obra en los miembros de su Iglesia es sin duda el Espíritu Santo. Él es quien siempre está renovando, despertando, convenciendo, conduciendo a la cruz, transformando, sacando del mundo piedra tras piedra, y añadiendo al edificio místico. Pero el gran jefe edificador, que se ha comprometido a ejecutar la obra de redención y llevarla a término, es el Hijo de Dios, el "Verbo hecho carne". Es Jesucristo quien "edifica".

Al edificar la verdadera Iglesia, el Señor Jesús condesciende a usar muchos instrumentos subordinados. El ministerio del Evangelio, la circulación de las Escrituras, la reprensión amable, la palabra hablada a tiempo, la influencia de las aflicciones—todos, todos son medios y aplicaciones por medio de los cuales es llevada a cabo Su obra, y el Espíritu transmite vida a las almas. Pero Cristo es el gran arquitecto supervisor, ordenando, guiando, dirigiendo todo lo que se hace. Pablo puede plantar, y Apolos regar, pero Dios da el crecimiento, (1 Co. iii. 6.) Los ministros pueden predicar y los escritores pueden escribir, pero solo el Señor Jesucristo puede edificar. Y a menos que edifique, el trabajo se detiene.

¡Grande es la sabiduría con la que el Señor Jesucristo edifica su Iglesia! Todo es hecho en el momento correcto y de la manera correcta. Cada piedra a su vez es colocada en el lugar correcto. A veces elige piedras grandes y a veces elige piedras pequeñas. A veces la obra se realiza rápidamente, y algunas veces se realiza lentamente. El hombre es frecuentemente impaciente y piensa que no se está haciendo nada. Pero el tiempo del hombre no es el tiempo de Dios. Mil años ante Su vista son solo un día. El gran edificador no comete errores. Él sabe lo que está haciendo. Él ve el final desde el principio. Él trabaja por un plan perfecto, inalterable y verdadero. Las concepciones más poderosas de los arquitectos, como Miguel Ángel y Wren, son simples juegos infantiles en comparación con los sabios consejos de Cristo respecto a su Iglesia.

¡Grande es la condescendencia y la misericordia que Cristo exhibe al edificar su Iglesia! A menudo elige las piedras más improbables y ásperas, y las adapta a una obra excelente. Él no desprecia a ninguno, y no rechaza ninguno, a causa de los pecados anteriores y de las transgresiones del pasado. A menudo hace que los fariseos y los publicanos se conviertan en pilares de su hogar. Él se deleita en mostrar misericordia. A menudo toma a los más irreflexivos e impíos, y los transforma en ángulos pulidos de Su templo espiritual.

¡Grande es el poder que Cristo muestra al edificar su Iglesia! Él continúa Su obra a pesar de la oposición del mundo, de la carne y del diablo. En la tormenta, en la tempestad, a través de tiempos difíciles, en silencio, sin ruido, sin agitación, sin entusiasmo, el edificio avanza, como el templo de Salomón. "Lo que hago yo", declara, "¿quién lo estorbará?" (Isaías xliii. 13.)

Los hijos de este mundo tienen poco o ningún interés en la edificación de esta Iglesia. No les importa nada la conversión de las almas. ¿Qué son los espíritus quebrantados y los corazones arrepentidos para ellos? ¿Qué es la convicción de pecado o la fe en el Señor Jesús para ellos? Todo es "locura" ante sus ojos. Pero mientras que a los hijos de este mundo no les importa nada, hay gozo en la presencia de los ángeles de Dios. Para la preservación de la verdadera Iglesia, las leyes de la naturaleza a menudo han sido suspendidas. Por el bien de esa Iglesia, todos los tratos providenciales de Dios de este mundo son ordenados y preparados. Por el bien de los elegidos, las guerras llegan a su término y se otorga paz a una nación. Los hombres de Estado, los gobernantes, los emperadores, los reyes, los presidentes, los jefes de gobierno, tienen sus esquemas y planes, y los consideran de gran importancia. Pero hay otra obra en marcha de un momento infinitamente mayor, para el cual ellos solo son los "hachas y sierras" en las manos de Dios. (Is. x. 15.) Esa obra es el levantamiento del templo espiritual de Cristo, la reunión de piedras vivas en la única Iglesia verdadera.

Deberíamos sentirnos profundamente agradecidos de que la edificación de la verdadera Iglesia esté sobre los hombros de Aquel que es poderoso. Si la obra dependiera del hombre, pronto se detendría. Pero, ¡bendito sea Dios, la obra está en manos de un Edificador que nunca falla en lograr Sus designios! Cristo es el Edificador Todopoderoso. Él continuará Su obra, aunque las naciones y las Iglesias visibles puedan no conocer su deber. Cristo nunca fallará. Lo que Él ha emprendido, ciertamente lo terminará.

III.—Paso al tercer punto que propongo considerar: el Fundamento sobre el cual es edificada esta Iglesia. El Señor Jesucristo nos dice: "Sobre esta roca edificaré mi Iglesia".

¿Qué quiso decir el Señor Jesucristo cuando habló de este fundamento? ¿Se refería al apóstol Pedro, a quien le estaba hablando? Creo definitivamente que no. No veo razón alguna, si se refería a Pedro, por qué no dijo: "Sobre ti" edificaré mi Iglesia. Si se hubiese referido a Pedro, seguramente hubiera dicho: Edificaré mi Iglesia sobre ti, tan claramente como dijo: "a ti te daré las llaves". No, no era la persona del apóstol Pedro, sino ¡La buena confesión que el Apóstol acababa de hacer! No se trataba de Pedro, el hombre errante, inestable, sino de la poderosa verdad que el Padre le había revelado a Pedro. Se trataba de la verdad acerca de Jesucristo mismo quien era la roca. Se trataba de la mediación de Cristo y del mesianismo de Cristo. Se trataba de la bendita verdad de que Jesús era el Salvador prometido, el verdadero Fiador, el verdadero Intercesor entre Dios y el hombre. Esta era la roca, y este era el fundamento sobre el cual debía ser edificada la Iglesia de Cristo.

El fundamento de la verdadera Iglesia fue establecido a un costo poderoso. Necesitaba que el Hijo de Dios tomara nuestra naturaleza sobre él, y en esa naturaleza vivir, sufrir y morir, no por sus propios pecados, sino por los nuestros. Necesitaba que en esa naturaleza Cristo fuera sepultado y resucitara. Necesitaba que en esa naturaleza Cristo subiera al cielo, se sentara a la diestra de Dios, habiendo obtenido la redención eterna para todo su pueblo. Ningún otro fundamento podría haber satisfecho las necesidades de los pecadores perdidos, culpables, corruptos, débiles e indefensos.

Ese fundamento, una vez obtenido, es muy fuerte. Puede soportar el peso de los pecados de todo el mundo. Ha soportado el peso de todos los pecados de todos los creyentes que se han edificado sobre él. Pecados de pensamiento, pecados de imaginación, pecados del corazón, pecados de la cabeza, pecados que todo el mundo ha visto, y pecados que nadie conoce, pecados contra Dios, y pecados contra el hombre, pecados de todo tipo y descripciones—esa roca poderosa puede soportar el peso de todos estos pecados y no ceder. El oficio mediador de Cristo es un remedio suficiente para todos los pecados de todo el mundo.

A este único Fundamento se une cada miembro de la verdadera Iglesia de Cristo. En muchas cosas, los creyentes se encuentran desunidos y en desacuerdo. En el asunto del Fundamento de su alma, todos son de una sola mente. Ya sean episcopales, presbiterianos, bautistas o metodistas, todos los creyentes se reúnen en un punto. Todos están edificados sobre la roca. Pregúntales de dónde obtienen su paz y esperanza, y la expectativa gozosa de las cosas buenas por venir. Encontrarás que todo fluye a partir de esa única fuente poderosa, Cristo, el Mediador entre Dios y el hombre, y el oficio que Cristo tiene, como Sumo Sacerdote y Fiador de los pecadores.

Observa tu fundamento, si supieras si eres o no miembro de la única Iglesia verdadera. Es un punto que puedes conocer. Podemos ver tu adoración pública; pero no podemos ver si personalmente estás edificado sobre la roca. Podemos ver tu asistencia a la mesa del Señor; pero no podemos ver si estás unido a Cristo, si eres uno con Cristo, y si Cristo mora en ti. Presta atención para no equivocarte acerca de tu propia salvación personal. Cuida que tu propia alma esté sobre la roca. Sin esto, todo lo demás no es nada. Sin esto, nunca estarás en el Día del Juicio. ¡Es mil veces mejor en ese día encontrarse en una cabaña "sobre la roca" que en un palacio sobre la arena!

IV. Paso en cuarto lugar a hablar de los juicios implícitos de la Iglesia, a los que se refiere nuestro texto. Se hace mención de "las puertas del Hades". Con esa expresión debemos entender el poder del príncipe del infierno, incluso del diablo. (Compárese con el Salmo ix. 13; cvii. 18; Is. xxxviii. 10.)

La historia de la verdadera Iglesia de Cristo siempre ha sido de conflicto y de guerra. Ha sido asaltada constantemente por un enemigo mortal, Satanás, el príncipe de este mundo. El diablo odia la verdadera Iglesia de Cristo con un odio eterno. Él siempre está provocando oposición en contra de todos sus miembros. Él siempre está instando a los hijos de este mundo a hacer su voluntad y a herir y hostigar al pueblo de Dios. Si él no puede magullar la cabeza, él magullará el talón. Si él no puede robarles el cielo a los creyentes, él los asediará por el camino.

La guerra con los poderes del infierno ha sido la experiencia de todo el cuerpo de Cristo durante seis mil años. Siempre ha sido un arbusto ardiente, aunque no consumido—una mujer que huye al desierto, pero que no es consumida. (Éxodo iii. 2, Apocalipsis xii. 6, 16.) Las iglesias visibles tienen sus tiempos de prosperidad y épocas de paz, pero nunca ha habido un tiempo de paz para la verdadera Iglesia. Su conflicto es perpetuo. Su batalla nunca termina.

La guerra con los poderes del infierno es la experiencia de cada miembro de la verdadera Iglesia. Cada uno tiene que luchar. ¿Qué son las vidas de todos los santos, sino los registros de las batallas? ¿Qué eran hombres como Pablo, Jacobo, Pedro, Juan, Policarpo, Crisóstomo, Agustín, Lutero, Calvino, Latimer y Baxter, sino soldados en constante guerra? Algunas veces las personas de los santos han sido atacadas, y algunas veces sus propiedades. A veces han sido hostigados por calumnias e infamias, y algunas veces por persecución abierta. Pero de una u otra forma el diablo ha estado continuamente en guerra contra la Iglesia. Las "puertas del Hades" han estado atacando continuamente al pueblo de Cristo.

Nosotros, los que predicamos el Evangelio, podemos sostener para todos los que vienen a Cristo, "preciosas y grandísimas promesas" (2 Pe. i. 4.). Podemos ofrecerles con valentía, en nombre de nuestro Maestro, la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento. La misericordia, la gracia y la salvación completa son ofrecidas a todos los que vendrán a Cristo y creerán en él. Pero te prometemos que no hay paz con el mundo o con el diablo. Te advertimos, por el contrario, que debe haber guerra siempre y cuando estés en el cuerpo. No te retendremos ni te desanimaremos del servicio a Cristo. Pero queremos que "calcules los gastos" y comprendas completamente lo que implica el servicio a Cristo. (Lucas xiv. 28.)

(a) Maravíllate no por la enemistad de las puertas del infierno. "Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo" (Juan xv. 19). Mientras el mundo sea el mundo y el diablo el diablo, siempre habrá guerra, y los creyentes en Cristo deben ser soldados. El mundo odiaba a Cristo, y el mundo odiará a los verdaderos cristianos, mientras la tierra permanezca. Como dijo el gran reformador Lutero, "Caín continuará asesinando a Abel mientras la Iglesia esté en la tierra".

(b) Mantente preparado para la enemistad de las puertas del infierno. Ponte toda la armadura de Dios. La torre de David contiene mil escudos, todos listos para el uso del pueblo de Dios. Las armas de nuestra guerra han sido probadas por millones de pobres pecadores como nosotros, y nunca se ha visto que fallen.

(c) Se paciente bajo la enemistad de las puertas del infierno. Todo está obrando en conjunto para tu bien. Esto tiende a santificar. Te mantendrá despierto. Te hará humilde. Te llevará más cerca del Señor Jesucristo. Te desterrará del mundo. Te ayudará a hacer que ores más. Sobre todo, te hará anhelar el cielo. Te enseñará a decir con el corazón y con los labios: "Ven, Señor Jesús. Venga tu reino."

(d) No seas derribado por la enemistad del infierno. La guerra del verdadero hijo de Dios es tanto una señal de gracia como la paz interior que él disfruta. ¡Sin cruz, no hay corona! ¡Sin conflicto, no hay cristianismo salvador! "Bienaventurados sois", dijo nuestro Señor Jesucristo, "cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo". Si nunca eres perseguido por causa de la religión, y todos los hombres hablan bien de ti, bien puedes dudar si perteneces a "la Iglesia sobre la roca" (Mt. v. 11; Lucas vi. 26.)

V. Queda algo más por considerar—la seguridad de la verdadera Iglesia de Cristo. Hay una promesa gloriosa dada por el Edificador: "Las puertas del Hades no prevalecerán". Aquel que no puede mentir ha dado su palabra de que todos los poderes del Hades nunca derrocarán a su Iglesia. Continuará, y permanecerá, a pesar de cada ataque. Nunca será vencida. Todas las demás cosas creadas perecen y desaparecen, pero no la Iglesia que está edificada sobre la roca.

Se han levantado imperios y han caído en rápida sucesión. Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Tiro, Cartago, Roma, Grecia, Venecia. ¿Dónde están todos ellos ahora? Todos fueron creaciones de la mano del hombre, y han perecido. Pero la verdadera Iglesia de Cristo vive.

Las ciudades más poderosas se han convertido en un montón de ruinas. Los anchos muros de Babilonia se han hundido en el suelo. Los palacios de Nínive están cubiertos por montones de polvo. Las cien puertas de Tebas son solo asuntos de la historia. Tiro es un lugar donde los pescadores cuelgan sus redes. Cartago es una desolación. Sin embargo, todo este tiempo, la verdadera Iglesia permanece. Las puertas del Hades no prevalecen contra ella.

Las primeras iglesias visibles han decaído y perecido en muchos casos. ¿Dónde está la Iglesia de Éfeso y la Iglesia de Antioquía? ¿Dónde está la Iglesia de Alejandría y la Iglesia de Constantinopla? ¿Dónde están las iglesias corintias, filipenses y tesalonicenses? ¿Dónde, de hecho, están todas? Se apartaron de la Palabra de Dios. Se enorgullecieron de sus obispos, sínodos, ceremonias, aprendizaje y antigüedad. No se gloriaron en la verdadera cruz de Cristo. No retuvieron el Evangelio. No le dieron al Señor Jesús su oficio legítimo, o a la fe el lugar que le corresponde. Ahora están entre las cosas que han sido. Su candelero ha sido quitado. Pero todo este tiempo la verdadera Iglesia ha sobrevivido.

¿La verdadera Iglesia ha sido oprimida en un país? Ha huido a otro—¿Ha sido pisoteada y oprimida en una tierra? Ha echado raíces y florecido en algún otro clima—El fuego, la espada, las cárceles, las multas y las penas nunca han podido destruir su vitalidad. Sus perseguidores han muerto y se han ido a su propio lugar, pero la Palabra de Dios ha vivido, ha crecido, y se ha multiplicado. Por débil que esta verdadera Iglesia pueda parecer ante los ojos del hombre, es un yunque que ha roto muchos martillos en tiempos pasados, y tal vez romperá muchos más antes del fin. "El que os toca, toca a la niña de su ojo" (Zac. ii. 8.).

La promesa de nuestro texto es verdad para todo el cuerpo de la verdadera Iglesia. Cristo nunca quedará sin testimonio en el mundo. Él ha tenido un pueblo en el peor de los tiempos. Tuvo a siete mil en Israel incluso en los días de Acab. Hay algunos ahora, creo, de lugares oscuros de las iglesias romana y griega, quienes, a pesar de mucha debilidad, sirven a Cristo. El diablo puede enojarse horriblemente. La Iglesia en algunos países puede ser extremadamente humilde. Pero las puertas del Hades nunca "prevalecerán" por completo.

La promesa de nuestro texto es verdad para cada miembro de la Iglesia. Algunos del pueblo de Dios han estado tan abatidos e inquietos que han perdido la esperanza de su seguridad. Algunos han caído tristemente, como lo hicieron David y Pedro. Algunos se han apartado de la fe por un tiempo, como Cranmer y Jewell. Muchos han sido probados por crueles dudas y temores. Pero todos se han refugiado finalmente en su hogar, tanto los más jóvenes como los más viejos, los más débiles y los más fuertes. Y así será hasta el fin. ¿Puedes evitar que el sol del mañana se levante? ¿Puedes evitar que la marea del canal de Bristol disminuya y fluya? ¿Puedes evitar que los planetas se muevan en sus respectivas órbitas? Entonces, y solo entonces, puedes evitar la salvación de cualquier creyente, por débil que sea—la seguridad final de cualquier piedra viva en esa Iglesia que está edificada sobre la roca, por pequeña o insignificante que pueda parecer esa piedra.

La verdadera Iglesia es el cuerpo de Cristo. Ningún hueso de ese cuerpo místico se romperá jamás. La verdadera Iglesia es la novia de Cristo. Aquellos a quienes Dios ha unido en el pacto eterno, nunca serán separados. La verdadera Iglesia es el rebaño de Cristo. Cuando el león vino y tomó un cordero del rebaño de David, David se levantó y libró al cordero de sus fauces. Cristo hará lo mismo. Él es el hijo mayor de David. Ni un solo cordero enfermo en el rebaño de Cristo perecerá. Él le dirá a su padre en el último día: "De los que me diste, no perdí ninguno" (Juan xviii. 9.)—La verdadera iglesia es el trigo de la tierra. Puede ser tamizado, aventado, golpeado, sacudido de un lado a otro. ¡Pero ni un solo grano! se perderá. La cizaña y la paja serán quemadas. El trigo será reunido en el granero. La verdadera Iglesia es el ejército de Cristo. El Capitán de nuestra salvación no pierde a ninguno de Sus soldados. Sus planes nunca son derrotados. Sus suministros nunca fallan. Su rol de formación es el mismo al final como lo fue al principio. De los hombres que marcharon galantemente de Inglaterra hace muchos años en la guerra de Crimea, ¡cuántos regresaron! Los regimientos que salieron, fuertes y alegres, con bandas tocando y pancartas volando, depositaron sus huesos en un país extranjero y nunca regresaron a su país natal. Pero no es así con el ejército de Cristo. Ninguno de Sus soldados desaparecerá al fin. Él mismo declara: "No perecerán jamás" (Juan x. 28.)

El diablo puede enviar a algunos de los miembros de la verdadera Iglesia a prisión. Él puede matar, quemar, torturar y ahorcar. Pero después de que ha matado el cuerpo, no hay nada más que pueda hacer. Él no puede lastimar el alma. Cuando las tropas francesas tomaron Roma hace años, encontraron en las paredes de una celda de la prisión, bajo la Inquisición, las palabras de un prisionero. Quién era él, no lo sabemos. Pero sus palabras son dignas de recordar. "Aun muerto, él todavía habla." Él había escrito en las paredes, muy probablemente después de un juicio injusto y de una excomunión aún más injusta, las siguientes palabras sorprendentes:—"Bendito Jesús, no pueden expulsarme de Tu verdadera Iglesia." ¡Esa inscripción es verdad! Ni todo el poder de Satanás puede expulsar de la verdadera Iglesia de Cristo a un solo creyente.

Confío en que ningún lector de este escrito permitirá alguna vez que el temor evite que comience a servir a Cristo. Aquel a quien encomiendas tu alma tiene todo el poder en el cielo y en la tierra, y Él te guardará. Él nunca permitirá que te expulsen. Los parientes pueden oponerse. Los vecinos pueden burlarse. El mundo puede difamar, ridiculizar, bromear y burlarse. ¡No temáis! ¡No temáis! Los poderes del Hades nunca prevalecerán contra tu alma. Mayor es el que está a tu favor, que el que está en tu contra.

No temas por la Iglesia de Cristo cuando los ministros mueran, y los santos sean quitados. Cristo puede sostener su propia causa. Él levantará mejores siervos y estrellas más brillantes. Las estrellas están todas en su mano derecha. Deja de pensar en el futuro. Deja de ser derribado por las medidas de los estadistas, o por las tramas de los lobos con piel de cordero. Cristo siempre proveerá para Su propia Iglesia. Cristo se encargará de que "las puertas del Hades no prevalezcan contra ella". Todo se está conduciendo bien, aunque nuestros ojos no lo vean. Los reinos de este mundo se convertirán en los reinos de nuestro Dios y de Su Cristo.

Concluiré este artículo con unas pocas palabras de aplicación práctica.

(1) Mi primera palabra de aplicación será una pregunta. ¿Cuál debe ser esa pregunta? ¿Qué debo preguntar? Volveré al punto con el que comencé. Volveré a la primera oración con la que abrí mi artículo. Te pregunto si eres miembro de la única y verdadera Iglesia de Cristo. ¿Estás en lo más alto, en el mejor sentido, como un "hombre de la iglesia" ante los ojos de Dios? Ya sabes a qué me refiero. Miro mucho más allá de la Iglesia de Inglaterra. No estoy hablando de una iglesia o de una capilla. Hablo de "la Iglesia edificada sobre la roca". Te pregunto, con toda solemnidad: ¿Eres miembro de esa Iglesia? ¿Estás unido al gran fundamento? ¿Estás sobre la roca? ¿Has recibido al Espíritu Santo? ¿El Espíritu es testigo con tu espíritu, de que eres uno con Cristo y Cristo contigo?—Te ruego, en el nombre de Dios, que te plantees estas cuestiones con el corazón y que las medites bien. Si no eres convertido, todavía no perteneces a la "Iglesia sobre la Roca".

Que cada lector de este documento preste atención a sí mismo, si no puede dar una respuesta satisfactoria a mi pregunta. Presta atención, ten cuidado, para que no hagas naufragio de tu alma por toda la eternidad. Presta atención, no sea que al fin las puertas del Hades prevalezcan contra ti, que el diablo te reclame como suyo, y seas expulsado para siempre. Presta atención, no sea que vayas al pozo desde la tierra de las Biblias, y en plena luz del Evangelio de Cristo. Presta atención, no sea que finalmente te encuentres a la izquierda de Cristo, un episcopal perdido, un presbiteriano perdido, un bautista perdido o un metodista perdido, perdido porque, con todo su celo por su propio grupo y su propia mesa de comunión, nunca te uniste a la única Iglesia verdadera.

(2) Mi segunda palabra de aplicación será una invitación. Me dirijo a todos los que aún no son verdaderos creyentes. A ti te digo, ven y únete a la única Iglesia verdadera sin demora. Ven y únete al Señor Jesucristo en un pacto eterno para no ser olvidado.

Considera bien lo que digo. Te pido solemnemente que no confundas el significado de mi invitación. No te pido que abandones la Iglesia visible a la que perteneces. Aborrezco toda idolatría de formas y fiestas. Detesto un espíritu proselitista. Pero sí te pido que vengas a Cristo y que seas salvo. El día de la decisión debe venir en algún momento. ¿Por qué no esta misma hora? ¿Por qué no hoy, mientras siga siendo hoy? ¿Por qué no esta misma noche, antes de que salga el sol de mañana? Ve hacia Aquel que murió por los pecadores en la cruz, e invita a todos los pecadores a ir hacia Él por fe y a ser salvos. Ve hacia mi Maestro, Jesucristo. Ve, digo, porque todas las cosas están listas ahora. La misericordia está lista para ti. El cielo está listo para ti. Los ángeles están listos para regocijarse por ti. Cristo está listo para recibirte. Cristo te recibirá con mucho gusto y te dará la bienvenida entre Sus hijos. Entra en el arca. El diluvio de la ira de Dios pronto irrumpirá sobre la tierra; entra en el arca y mantente a salvo.

Ven al bote salvavidas de la única verdadera Iglesia. ¡Este viejo mundo pronto se romperá en pedazos! ¿No oyes los estremecimientos de ello? El mundo no es más que un desastre en un banco de arena. La noche ya pasó—las olas comienzan a elevarse—el viento se está levantando—la tormenta pronto hará añicos al viejo naufragio. Pero es lanzado el bote salvavidas, y nosotros, los ministros del Evangelio, te suplicamos que vengas al bote salvavidas y seas salvo.—Te rogamos que te levantes de inmediato y vengas a Cristo.

Te preguntas, "¿Cómo puedo ir? Mis pecados son demasiados. Soy demasiado malo todavía. No me atrevo a ir."—¡Deja ese pensamiento! Es una tentación de Satanás. Ven a Cristo como un pecador. Ven tal como eres. Escucha las palabras de ese bello himno:

"Tal como soy, sin ninguna súplica, sino aquella de que Tu sangre fue derramada por mí,

Y que me pidas que vaya a Ti,

Oh Cordero de Dios, vengo".

Esta es la manera de venir a Cristo. Deberías venir sin esperar nada y sin tardar. Deberías venir como un pecador hambriento para ser llenado, como un pobre pecador para ser enriquecido, como un pecador malo e indigno que debe ser revestido de justicia. Entonces, al venir, Cristo te recibiría. "Aquel que viene" a Cristo, Él "no le echa fuera". Oh, yo vengo, ven a Jesucristo. Entra a la "verdadera iglesia" por fe y se salvo.

(3) Por último, permíteme ofrecer una palabra de exhortación a todos los creyentes en cuyas manos pueda caer este documento.

Esfuérzate por vivir una vida santa. Camina digno de la Iglesia a la que perteneces. Vive como ciudadano del cielo. Deja que tu luz brille ante los hombres, para que el mundo se beneficie con tu conducta. Hazles saber quién eres y a quién sirves. Se una epístola de Cristo, conocida y leída por todos los hombres, escrita con letras tan claras que nadie pueda decir de ti: "No sé si este hombre sea o no miembro de Cristo". Aquel que no sabe nada de la santidad real y práctica no es miembro de "La Iglesia sobre la Roca"

Esfuérzate por vivir una vida valiente. Confiesa a Cristo ante los hombres. Cualquiera que sea la estación que ocupes, en esa estación confiesa a Cristo. ¿Por qué deberías avergonzarte de él? Él no se avergonzó de ti en la cruz. Él está listo para confesarte ahora ante su Padre celestial. ¿Por qué deberías avergonzarte de él? Sé valiente. Sé muy valiente El buen soldado no se avergüenza de su uniforme. El verdadero creyente nunca debe avergonzarse de Cristo.

Esfuérzate por vivir una vida alegre. Vive como un hombre que busca esa bendita esperanza—la segunda venida de Jesucristo. Esta es la perspectiva a la que todos debemos aspirar. No es tanto la idea de ir al cielo como la del cielo que viene a nosotros, eso debería llenar nuestras mentes. "Hay un buen tiempo por venir" para todo el pueblo de Dios, un buen tiempo para toda la Iglesia de Cristo, un buen tiempo para todos los creyentes; un mal tiempo para los impenitentes e incrédulos, pero un buen tiempo para los verdaderos cristianos. Por ese buen tiempo, esperemos, velemos y oremos.

Pronto se desmontará el andamio—Pronto será sacada la última piedra—La piedra superior será colocada sobre el edificio. Sin embargo, un poco de tiempo, y toda la belleza de la Iglesia que Cristo está edificando se verá claramente.

El gran Maestro Edificador vendrá pronto. Será mostrado un edificio a mundos ensamblados en el que no habrá imperfección. El Salvador y los salvados se regocijarán juntos. El universo entero reconocerá que en la edificación de la Iglesia de Cristo todo fue bien hecho. "Bendito"—se dirá en ese día, si nunca se dijo antes—"¡BIENVENIDOS TODOS LOS QUE PERTENECEN A LA IGLESIA SOBRE LA ROCA!".

Capítulo 13 en Santidad, por J. C. Ryle

www.ccel.org/ccel/ryle/holiness.html

 

Last modified: Tuesday, September 4, 2018, 12:50 PM